Sales
al mundo, con unos padres que te quieren y te aman. Pronto, quizás demasiado
pronto si eres aún un bebe, llegan hermanos o hermanas que te hacen perder la
atención de aquellos que te quieren.
Pasan
los años y te fortaleces para, poco a poco, hacerte independiente.
Cursas
unos estudios, encuentras, al final de estos, un empleo, quizás conozcas a
alguien con el que compartir tu vida, empiezas a vivir en pareja y parece que
todo va bien.
El
trabajo cada vez es más duro pero como es salud,… te dejas llevar por la
inercia del día a día.
Llamadas
por teléfono, quejas, preocupaciones, gritos, malas caras, envidias,… Parece
caberse por momentos una tumba bajo tus pies y tú eres el único que no la ves.
Un
día tu cuerpo, no tú, frena en seco. Pierdes el mundo de vista, todo se nubla,
y cuando recobras la visión estás con suero en un box de un hospital
cualquiera. Intentas comprender que haces ahí, te asustas, recuerdas la agenda
de la semana que viene y te dices que no puedes permitirte ni un minuto
tumbado. Tu cuerpo no reacciona. Pese a que quieres moverte no te hace caso.
¡Lo has agotado!
Pasan
los días, ingresado, y son pocos, contados siete días. Sales por tu propio pie
del hospital y cuando llegas a casa,… un burofax te informa de que ya no
perteneces al mundo laboral. ¿Por qué? Temen que no te recompongas, o peor aún
si eres mujer, que estés embarazada. En el fondo son buenas personas porque,…
lo hacen por tu bien. Con un finiquito que no alcanza para cubrir lo que tendrás
que pagar el año que viene a hacienda si consigues trabajar aunque sea en dos
trabajos un mes o una semana. Pero los días pasan, el paro se consume, las
entrevistas escasas o nulas. Mucha gente para pocos trabajo.
Se
acaba el dinero y no tienes ayuda pues no tienes hijos. A vivir del aire si es
que quieres seguir viviendo. ‘¿Qué hago?’
Te preguntas. Si dinero no hay casa, ni medicamentos, ni comida, ni coche, ni
nada. ¿Qué hago? Mientras tanto las noticias que unos y otros han estado
llenándose los bolsillos a dos manos con dinero negro, con dinero público,
invaden diariamente las portadas de las noticias, de la prensa, de cualquier
charla de la calle (hasta parte de la realeza como si ellos tuvieran que
conformarse con un sueldo misero que escasamente llegó algún mes a alcanzar los
mil euros).
No
hay nada por lo que luchar, salvo el amor y parece no tener la fuerza
suficiente cuando el hambre empieza a llamar a tu puerta.
¿Qué
haces?...
MORALEJA:
Ahora que nada
tengo que nada me queda,
ahora que me
pongo en mundo por montera,
ahora que ya no
preciso de salario, ni trabajo,
que tener
treinta y pocos es señal de ser innecesaria,
ahora que
parece que ya no me quede
nada por lo que
seguir luchando,… aparezco yo
ante mí, me
descubro a mi misma y me digo,…
“¡¡¡ESTA SI QUE
ES UNA BUENA RAZÓN
PARA SEGUIR
LUCHANDO DÍA A DÍA!!!”
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