EL DÍA QUE PERDÍ LA RAZÓN
Fue sólo una mano,
un roce que se perdía
en la inmensidad de mi espalda.
Su dedo era de fuego,
su caricia estremecía mis adentros,
su piel madera que encendía
la candela de mi deseo.
Permanecí tumbada en el suelo.
Me rodeaba su aroma,
el recuerdo de sus besos,
la dulzura de su firme pecho.
Oí la puerta cerrarse tras de él.
¡No podía levantarme!
Perdí la conciencia,
perdí la prudencia,
perdí el temor,
perdí sus labios,
su boca,
sus ojos,
su cuerpo.
Sólo un día,… y con
mi razón se fue
mi pasión,
mi locura.
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