Hoy ha sido la primera vez que he visto El lado oscuro del
corazón, una producción Argentino-Canadiense recomendada para que la viera del
año 1992.
En ella, Oliverio, un poeta bohemio, recorre Buenos Aires
con sus amigos, acosado por la muerte, buscando a una mujer capaz de
"volar". En el transcurso de la película, la poesía de Mario
Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo se ve entremezclada con los lugares
más espesos de la cotidianidad artística argentina y uruguaya. Desde el asado,
hasta los maltrechos bares de Buenos Aires y Montevideo. Entrelazada en
ocasiones con la ficción, solamente para poder mostrar de mejor manera el
pensar del personaje central.
La historia se desarrolla en las idas y vueltas de
Oliverio, a través de su mundo, en el cual, cambiar alimento por poesía, o
pedir en verso monedas por las esquinas de la calle, ver a Mario Benedetti
recitando sus poemas en alemán, ver esculturas genésicas, hablar con vacas, y
conversar con la muerte, parecen ser parte de un día cualquiera en la vida de
un poeta.
No se puede decir que una película es buena o es mala, no
si no eres un profesional que se dedica a ello y aún así, más de uno a veces,
se equivoca.
A mí, desde mi más humilde opinión, creo que me faltaba
madurar un poco. Es una obra densa, con mucho trasfondo, con muchas imágenes
llenas de significado.
El verso es el diálogo o el diálogo es verso. No es apta
para personas que como yo, trataban de verla una sobremesa desde un cómodo
sofá. Es una película para ver en la gran pantalla, para ir expresamente a
disfrutar de toda la fuerza que desprende.
Sin embargo hay un personaje con el que me sentía
identificada al cien por cien. Era la muerte, fría, distante, realista, la
única vitalmente cuerda en unos desvaríos de idas y venidas. La sincera de la
obra, la sobria, la sublime, la magnifica presencia presente que perseguía o
iba de la mano, pues a veces no quedaba claro, de un rocambolesco poeta Oliverio.
Mas, como ya he dicho, es la opinión de una persona que
pensaba que el lado oscuro del corazón es lo que uno calla y no sus miedos.
MORALEJA: Me quedo, para acabar el escrito
de hoy, con las palabras de la propia muerte en un momento de la película: “Quizá ya no tengas
nada que decir. O quizá comenzaste a darte cuenta, que soy la mujer más
importante de tu vida. O quizá, decidiste quedarte en silencio, para que yo te
dicte mis palabras”.
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