LLEGO ESE DÍA EN EL
QUE YO YA NO ERA YO
Llegó ese día en el que yo ya no era
yo.
Mi cuerpo ya no era mi cuerpo,
mis decisiones ya no eran mías,
mis actos no los llevaba a cabo yo.
Era como estar y no existir,
como avanzar anclada al suelo,
era algo contra corriente desde
un pensamiento racional, consciente.
La mano se movió sola,
la siguió el brazo.
Todo se movía teniendo
un destino, una misión.
¡Yo la desconocía!
Era la espectadora impasible
de la voluntad decisiva de mi
cuerpo.
Otro cuerpo distinto, jamás
conocido,
se precipitaba contra el mío
sin voluntad de refrenarse.
Yo repetía no, lo escuchaba resonar
dentro de mi cabeza imaginada.
No era rechazo, ni repugnancia,
ni indecisión,…
era miedo incontrolable.
‘¿Qué
me está pasando?’
Mi voluntad era otra.
Nadie me escuchaba a mí,
mientras mis ganas
que yo desconocía poseer,
se fundían irrefrenablemente
a otro hombre, a otro cuerpo, a otro
ser.
Podía escucharlos
consumirse
entre gemidos,
a él y a mí.
¡Pero no era yo!
Esa no era yo,
jamás lo sería.
Cansados los cuerpos,
extenuados, se dejaron
vencer por el cansancio,
el uno sobre el otro.
Trate de tomar el control.
Sabía que ese era
mi único momento.
No llegué a tiempo.
Se despertó, me miró a los ojos,
esbozó una sonrisa pícara.
‘¿Quién
eres?’ me preguntó.
‘¡Sólo
sé que no soy yo!’
‘Pues
no huyas, no ahora.
Quizás
los dos podamos
encontrarte
al fin.’
Me recosté en su pecho
y me dejé vencer.
No sabía quien era,
mas allí al menos,
me sentía mujer.
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