En 2002 el euro se extendió por los 15 países que entonces
formaban la comunidad económica europea. Convivieron con la moneda de cada país
(peseta, franco, lira,…) hasta que se llegó su absolutismo “reinado” del terror.
No fue algo que notaríamos de golpe en nuestras vidas, en
nuestros bolsillos. Pero a la larga, toda aquella ilusión de ir al cajero el 1
de enero de 2002 después de las campanadas de fin de año, se nos convertiría en
llanto, en desesperación.
El redondeo era una gran putada (da igual que esta
palabra pueda herir algunas sensibilidades. Esa fue nuestra verdad) pues todo
el mundo lo hacía a la alza.
Los sueldos parecían abultar muchos menos en nuestras
carteras y duraban cada vez menos. Estar en Europa nos costaría caro, pero eso
aún no lo sabíamos.
Todo parecía muy progresivo, algo que casi nadie se
esperaba. Hoy se quedaba este sin poder invitar y no pasaba nada, pagaba otro.
El ir al cine ya no era accesible para todos pero en casa también uno estaba
bien, sobretodo con televisión por cable. El gasoil ya no era tan rentable como
antes, aunque se seguían vendiendo coches. Todo fue subiendo de manera cada vez
más elevada. El poder adquisitivo disminuía y no quisimos darnos cuenta.
Buscamos un segundo empleo, un tercero. ¡Todo valía! Continuar con nuestra vida
era primordial para cada uno de nosotros.
Mas el tercer empleo falló. El segundo desapareció. Y el
tercero se topo de bruces como la plaga española del siglo XXI: los ERES habían
llegado.
Cuando todo no podía empeorar, hubo un cambio de Gobierno,
una reforma laboral que beneficiaba al Capitalista, no al trabajador. El paro
subió en España. La pobreza que nos arrolló tras la Guerra Civil se hacía de
nuevo visible en un país Europeo, no tercermundista. El hambre, la falta de
recursos, los desahucios, los robos de “guante blanco” que dejaban visiblemente
al aire que todos los dirigentes, sin distinción de colores o de ideales, se
habían lucrado a manos llenas.
Eso pasaba en España pero no era la única que sufría las
consecuencias del Euro.
Grecia, Portugal, Francia, Italia les seguían muy de cerca.
Grecia perdía sus ahorros al intentar mantenerse en la
eurozona, ahora compuesta por 19 países, que nada velaba por sus ciudadanos. Un
de cada tres personas, estaba en el límite de la pobreza. Con los reajustes impuestos
por el “eurogrupo” los griegos arrastrarían una deuda de más de trescientos
millones (175% del PIB) en 2013. Mas lo peor de todo no era la falta de
recursos sino las nuevas políticas que dejaban a los ciudadanos griegos sin
seguridad social, teniendo que hace hospitales privados y voluntarios,
atendieran a ese tercio de la población sin apenas derechos.
Llegaron las elecciones de 2015. El 25 de enero se
proclamaba con la victoria Alexis Tsipras, perteneciente al grupo Syriza, un
partido de extrema izquierda. El miedo hizo temblar los cimientos del toda la eurozona.
No deseaban un partido que tuviera como prioridad el alivio de la deuda
contraída y, sobretodo, el aumento del gasto social.
Sin embargo la evolución ya se nota incluso cuando apenas
se ha producido un cambio sensible en lo más importante. Los que respiran ahora
el miedo en el ambiente no somos los de siempre, y eso se ve en la prensa, en
la bolsa, en los movimientos de capitales, en las decisiones tomadas
precipitadamente. Algo está cambiando, para bien o para mal eso el tiempo lo
dirá. Mas se puso un freno de emergencia necesario para volver a empezar.
Primero ha sido Grecia, pero España, tarde o temprano le seguirá.
El cuento no ha acabado, pero al final, o eso deseamos, por
fin, aunque no podamos comer perdices, podremos volver a comer, y eso ya es un
gran final.
MORALEJA: Abraham Maslow, psicólogo
estadounidense conocido como uno de los fundadores y principales exponentes de
la psicología humanista, dijo: “Hemos llegado al punto de la historia biológica donde
somos ya responsables de nuestra propia evolución. Nos hemos convertido en
autoevolucionadores. La evolución significa seleccionar y, por tanto, escoger y
decidir, y eso significa valorar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario