Es una lástima que en la evolución de la palabra, en la
trasparencia del vocablo, verbos utilizados desde siempre, sean por las
editoriales motivos para rechazar un manuscrito de gran valía. Verbos comunes
en nuestro día a día, que por su forma a un tanto soez o malsonante, refuerzan
la teoría por la cual un texto puede ser refutado por su simple utilización del
mismo.
¡Pobres verbos sin calidad! Pobre FOLLAR, JODER, MEAR,
CAGAR,…
Pronto hemos olvidado que lo vulgar, aunque malsonantes,
existe y no podemos ir contracorriente. Por mucho que se intenta culturizar al
vulgo, el pueblo no entiende de elitismos gramaticales y aunque la labor es
francamente encomiable, olvidamos que no es lo mismo FOLLAR que HACER EL AMOR,
que no es lo mismo JODER que estar JODIENDO.
Es más, imagínense un escena tórrida, pasional, de esas que
lo cuerpos vivos y calientes, parecen como bolas que rebotan contra paredes,
mesas, puertas y demás. Se rasga una camisa por allí, se levanta bruscamente
una falda por allá, el rasgar de ropa interior es el preludió de lo lascivo en
mayúsculas. En ese momento, él la mira a los ojos y le dice: “¡Te
voy a hacer el amor!” Vamos, yo, con lo romántica que soy yo, después
de tirar mis zapatos, mis palomitas, el bolso y todo lo que tenga a mano que
sea arrojable contra la gran pantalla, soy capaz de coger un vuelo e ir en
busca del director, de los actores y darles sendas collejas de las de coger
carrerilla y con la mano abierta por lo estúpido de la frase. Ahí, él no
debería decir nada y de la boca de ella, de manera jadeantemente suplicante
tendría que emerger un “¡Fóllame!” ordenante, lascivo al
máximo que hiciera arder la sala por los cuatro costados y no de indignación
como en el caso anterior.
Además, que si la calidad del verbo viene dada por su
familia gramatical, no debemos olvidar que el verbo FOLLAR proviene del latín
directamente de ‘follis’ cuyo
significado es ‘fuelle’ (pieza que
sirve para soplar aire y se utiliza, entre otras cosas, para avivar el fuego) y
es precisamente esta palabra la que deriva en follicare, convirtiéndose en el acto de soplar con el fuelle y que
da el significado de ‘resollar’ y/o ‘jadear’.
Ese resoplar o jadeo realizado con el fuelle (follis) unido al movimiento que se hace
al bombear fue el que con el tiempo terminó derivando en la palabra
follar que conocemos y tanto se utiliza para referirse vulgarmente a la
práctica del coito. ¿Cómo se puede considerar un verbo sin calidad uno que
proviene tan dignamente de sus ancestros latinos de alcurnia y postín?
Sin embargo, y perdonen mi atrevimiento, es la falta de
utilización de ese mismo verbo de forma activa lo que hace que no se pueda
visualizar en conjunto una obra como es debida.
En una época donde los látigos, los atizadores de cuero, los
antifaces y demás artilugios sexuales han hecho que miles de mujeres y de
hombres fantaseen con la idea de dominar y ser dominados, no puede ser que las
editoriales, sobretodo aquí en nuestro país, por el exceso de manuscritos,
rechacen una obra por un verbo malsonante, por una habla vulgar de los
protagonistas, por no pertenecer a esa clase ilustrada que de poco importa al
trabajador de a pie.
Si las obras de teatro hacían en la antigüedad que un
hombre o una mujer pudiera evadirse por unos instantes de la peste, de la
miseria, de la desgracia por poco dinero,… ¿Por qué tratamos que la mayoría de
libros que salen ahora mismo al mercado tengan que ser tan políticamente
correctos en cuestión de forma, calidad y sonoridad verbal?
Esta claro que el hombre olvida cuando se rompieron las
cadenas de lo normal, de lo lógico y se construyo una nueva forma de concebir
un tipo de escritura, de cultura o de arte.
¡No podemos capar los nuevos movimientos literarios! No
podemos despreciar a un “libro” por las “tapas”. No se puede refrenar la
creación y encauzarla como si de un río se tratara.
Si para nuestro padres escritores la transgresión fue la
cuna de un nuevo renacer, de una nueva expresión, de un forma distinta de ver
la vida,… ¿Por qué se nos trata a nosotros de cauterizar con morfología
correctora cada paso que damos en pos de nuestra lucha por encontrar nuestra
voz única y personal?
Esta claro que muchos olvidan que los que marcaron una
bifurcación del camino, ya sea a nivel social o cultural, no se les llamó locos
sino visionarios.
Mas en el siglo XXI, no hay cabida para nuevos locos ni
para nuevos maestros ni visionarios. Si las editoriales no aceptan, el texto es
apartado una, dos, tres veces.
Pocos son los caminos que nos quedan a los que no deseamos
pasar por el aro. Meros proscritos de lugares cirbernéticos donde la prosa no
se corrige tan puramente.
Somos mendigos del verbo,
prisioneros de nuestras palabras.
Somos los supervivientes
de letras nada puras.
No somos ni mejores ni peores.
¡Eso sí! Llámenos con todas
las letras por nuestro nombre.
¡Nosotros somos escritores!
MORALEJA: Hay un proverbio hindú que dice
así: “Un
libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado,
un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.
¡Pues que se jodan las editoriales! Por mucho que se empeñe El País, ni los editores ni las editoriales son amigos de los escritores nóveles. Nuestros aliados son Amazon Kindle y Smashwords, donde puedes publicar lo que escribes sin que tenga que pasar por cribas ni censuras. Hoy en día, mandar un manuscrito a una editorial o un agente literario es malgastar el tiempo y el dinero.
ResponderEliminarCuentan que una vez Camilo José Cela se durmió en la Real Academia de la Lengua, y alguien le dijo:
-Señor Cela, ¿está usted dormido?
-No, estoy durmiendo.
-¿Cuál es la diferencia?
-La misma que hay entre estar jodido y estar jodiendo.
¡Perfecto! Un gran comentario y muy cierto. Ellos nos quieren joder y a nosotros nos da igual que ellos no recuerden cuando fue la última vez que tomaron la calidad de ese verbo en primera persona pero compartido.
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