lunes, 17 de noviembre de 2014

UN CAMBIO DE RITMO





Hacer ejercicio físico y escribir no es lo mismo. En uno se utiliza el cuerpo y en el otro, todo el poder de la mente.

Pero si hay algo que caracteriza el hacer ejercicio físico y el escribir: el ritmo. Si uno es constante, sigue una rutina diaria y persistente, con tiempo conseguirá lo que desea (músculos más marcados, glúteos más fuertes, brazos más recios,…). Escribiendo pasa lo mismo: el lenguaje se culturiza, la lectura ayuda a mejorarla y con la práctica constante, se puede conseguir un relato más o menos potable, un escrito que tenga un valor mínimo para ser leído.

Sin embargo, como en el ejercicio físico, si hay algo que te mantiene fuera de juego durante un tiempo determinado (ya sea por lesión, ya sea por trabajo, ya sea por responsabilidades familiares,…), cuando deseas recobrar tu tono físico, tu tono mental, ir deprisa y sin supervisión previa, puede constarte caro. Tras una parada, hay que incrementar el ritmo de forma paulatina y sin prisa alguna. ¡Las prisas no son buenas para nada! Aquel que quiere correr por la ilusión de conseguir la meta, que imagina que ya está todo hecho y que cree que sólo le hace falta un poco de “suerte” para rematar la faena, posiblemente meta la pata perdiendo aquello de lo que se veía ganador.

En la vida, en el día a día, dar algo por supuesto es como ilusionarse a los 45 de nuevo con los príncipes azules: no sólo estúpido sino algo incoherente se mire por donde se mire.

Ahora bien, creer que hay personas que puede tener la nobleza en sus actos, en sus formas, en sus maneras como para pasar por alguien de la realeza imaginada, eso sí que es factible, pues está más que claro que un caballero no es el que presume de alta cama, de persona de alcurnia, con coche acuñado más allá de donde estaban las fronteras hace tiempo olvidadas. Un caballero, un hombre como Dios manda, no altera sus ritmos, sus formas, sus rutinas, por mucho que se dibuje en el horizonte un oasis pleno de concubinas dispuestas a satisfacer todos tus deseosos, incluso los más bajos y oscuros que no confesaría a nadie nunca jamás.

En resumen, que los cambios de ritmos, no son buenos hacen que todo salga a la luz, ya sea malas artes, lesiones viejas o “atrofia” mental transitoria.

Todo tiene un tiempo, un momento, un lugar y, obviamente, la confianza, en uno mismo y en los demás, es primordial y no se consigue en dos charlas y poco más.

MORALEJA: Robert Louis Stevenson dijo: “Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.”

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