El pasado siete de agosto empezó un capitulo que por fin
hoy tiene un punto y final más o menos aceptable.
El siete de agosto fue trasladado a España el misionero
español infectado por ébola en Liberia Miguel Pajares. Fue ingresado
en el Hospital Carlos III de Madrid. Pese a que las medidas de protección para
aislar al enfermo (todos recordamos la foto que captó uno de los compañeros de
prensa con la ventana de la habitación de Miguel Pajares de par en par
abierta), si dijo que todo estaba siendo lo que protocolariamente era correcto.
En esta crisis o ayuda sanitaria, la ministra de sanidad
Ana Mato, por ser periodo vacacional estuvo siempre en un lugar de algún sitio
de cuyo nombre me gustaría acordarme pero que no se dijo. Todo lo gestionaba
desde… un lugar muy, muy, muy lejano (pese a que no había que temer nada, ella
ya se curaba en salud por si las moscas como buenas responsable de sanidad),
dejando bien expuesto, dicho sea de paso, a los sanitarios y demás personal del
Hospital Carlos III.
Miguel Pajares no superó el ébola. Su cuerpo se traslado
para ser incinerado y hacer los funerales pertinentes. Todos pensamos que pese
a la mala gestión de la ministra de sanidad, todo había acabado. ¡No fue así!
Teresa Romero, el 30 de septiembre empezó a presentar
síntomas de la enfermedad. Llama al Servicio de Prevención de Riesgos Laborales
del hospital Carlos III, pero al no llegar a superar los 38,6 grados de fiebre
no la internan.
El día 6 de octubre es trasladada a Urgencias del Hospital
Fundación de Alcorcón. Allí le realizan una primera prueba del ébola y da
positivo. No se insinúa, sino se dice que Teresa Romero, ha intentado engañar
(no sabemos muy bien como) a los del protocolo de ébola mintiendo, según ellos,
sobre su temperatura corporal. Quien la acusa de forma DIRECTA es Francisco
Javier Rodríguez Rodríguez, político, médico y docente español, Licenciado y doctorado en medicina y cirugía,
y especialista en medicina interna y nefrología. Según este “señor” Teresa se
contagió, parafraseando sus palabras, porque ella quiso.
Paralelamente a estas nefastas e incoherente acusaciones
contra Teresa Romero, en EEUU también se sucede el primer caso de ébola. Allí,
a la contagiada de ébola, se la llama heroína y aquí, porque España es así, a
nuestra infectada se la llama EMBUSTERA. Pese a todo, nadie da la cara, nadie
dimite, nadie reconoce sus errores y actúan, como no, con la soberbia típica
que les caracteriza.
Tres meses y veinte días más tarde, por fin ANA MATO
dimite. ¿Es la única que debe hacerlo? ¡Para nada! Javier Rodríguez debería
haber dimitido antes que ella. Mientras, como perro viejo que es, se aferra con
uñas y dientes a un puesto que obviamente, pese a su preparación académica, le
viene grande por su falta de empatía y habilidades sociales.
Mucha espera para algo que debería haber finalizado mucho
antes. ¿Era imprescindible cobrar tres mensualidades más como ministro pese a
una gestión nefasta no, lo siguiente? Se ve que sí, que habría que cobrar pese
a ser un incompetente demostrado pero así es este país: sólo se mantiene en el
cargo el que no sirve prácticamente para nada.
MORALEJA: Catón dijo: “Prefiero que la
gente pregunte por qué no hay una estatua mía, y no que pregunte por qué la
hay”.
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