Cuando yo era una niña, mis muñecas eran Nancy, las
Barriguitas y la Muñeca Chochona. Yo desconocía si eran las mejores muñecas del
mundo. Para mí, eran muy, muy especiales. Nancy, con su melena castaña larga.
Mis barriguitas, con el pelo negro recogido con un cintillo unas, con el pelo
verde y suelto otras pero todas esa preciosa barriguita regordeta. Y mi querida
Muñeca Chochona, aquella que sonaba anunciada por un feriante por los altavoces
de su puesto de boletos junto al Perrito Piloto. Sus cabellos largos de lana,
azules, negros, naranjas,… y con sus dulces mofletes. No sé si esas muñecas
hicieron de mí mejor o peor persona. Está claro, que algo bueno hicieron por mí
y por mis momentos de juegos.
Ahora las muñecas son distintas. No quiero decir con esto
que sean mejores o peores. Si los niños y las niñas disfrutan con ellas, son
tan buenas como las mías porque lo que verdaderamente importa, en esta vida, es
dejar que los niños sean niños y que disfruten, todo lo que puedan de su
infancia.
Sin embargo al ver a Monster High con esos modelitos tan
modernos, al contemplar cuantos accesorios van con la siempre inconfundible
muñeca Barbie, creo que en esta nueva generación, el estar a la última, el poseer
mucho, el ser guapa, está haciendo que las niñas vean una faceta de si mismas
como pequeñas mujeres mucho antes de tiempo.
Yo no digo que no deba haber una evolución en los juguetes.
¡No es eso! Simplemente que hay una parte muy importante en esta nueva
generación de féminas, que se está obviando para mal.
Cuando yo jugaba con mis muñecas, no pensaba en la
personalidad, ni en la revolución femenina, ni en las barreras que estaría
dispuesta a derribar cuando mi sexo fuera un impedimento para acceder a un
cargo o a otro el día de mañana. Sin embargo, de mayor todo eso, quizás por los
juegos, hicieron que aflorara una yo más fuerte y dura pues mi visión de hembra
llegó con los 16, no con los 8 o 10.
Sin embargo, en estos momentos, estoy viendo más casos
sobre chicas que se dejan tanto influir por lo que condiciona su cuerpo, con lo
que la condiciona no haber invertido en desarrollar su cerebro, que eso la
impide imaginarse ya no como una mujer luchadora sino como una mujer.
Varios casos de violencia de genero contra chicas cada vez
más jóvenes, me da que pensar en que pueda haber algo en las muñecas, que hacen
que una mujer evoluciones hacia un lado o hacia al otro dependiendo mucho de
los modelos con los que ha jugado. ¡Ojo! Es sólo una apreciación personal. Pero
sin lugar a dudas mientras yo veo en mi yo de 20 del ayer a una mujer
luchadora, en las nuevas mujeres de esa edad, veo niñas asustadas que piensas
que porque se olviden de pintarse los ojos, no conseguirán gustar a nadie.
No es más mujer la que más se maquilla, sino la que puede
presentarse con la cara lavada y con la voz firme ante cualquier situación o
problema.
MORALEJA: George Sand (1804-1876), seudónimo
de Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevant y escritora francesa, dijo: “La belleza exterior
no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es
el reflejo del alma”.
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