* El pasado turbio del policía héroe (Enlace
web: http://www.elmundo.es/madrid/2013/11/08/527c28bb63fd3de9048b4581.html).
La palabra héroe es francamente bella. Una se imagina a
alguien a quien sin saber ni tu nombre, ni lo que eres, ni de donde vas, ni de
donde vienes, te rescata para salvar tu vida.
La palabra paja, en referencia al trigo, es la parte seca,
más endeble, la que sirve para poco después de sacar la simiente. En resumen,
la parte que se desecha de lo que vale realmente.
Si unimos HÉROE, una palabra tremendamente con fuerza no
sólo visual, y la unimos a otra como DE PAJA francamente la dimensión de una
heroicidad protagonizada por esta persona, francamente deja de tener valor,
empieza a ser esa parte seca que hay que trillar y desechar lo antes posible
pues no tiene ningún valor.
No existen palabras cuando una muerte llega. Es fulminante
y desgarradora. Cuando junto a esa pérdida, aparecen colores pintados de
esperanzas de personas que fueron salvadas por “superhombres”, pese a lo malo
sucedido que fue INMENSO, hay un rayo de esperanza que nos hace no perder la fe.
Eso nos hace pensar, durante un tiempo, que importamos como seres humanos, que
otros como nosotros, vieron la importancia que tiene preservar una vida sin
importar de quien se trataba. Pero cuando la verdad sale a la luz, cuando las
máscaras se caen y se muestra el verdadero rostro tras la salvación y la
investigación, el corazón se encoje de nuevo al ver que su acto fue mínimo para
lo que realmente tendería que haber echo esa persona esa noche en concreto.
Salvar una vida es importante,… no le vayamos a quitar
valor a eso. Salvar SÓLO una vida cuando se supone que se estaba trabajando
(ilegalmente claro está por su cargo público que ejercía) para que nada de lo
que ocurrió aquella noche de Halloween en una fiesta no es sólo un error, no es
sólo una negligencia, no es sólo ser un mal policía,... Lo que es, realmente,
no tiene nombre sino rostros cubiertos de lágrimas de todos los que aquella
noche perdieron algo que valoraban mucho más que su propia vida: la de sus
hijos.
No hay palabras para definir el dolor. No hay palabras que
justifiquen la mentira. No hay palabras para que una persona con antecedentes
obtuviera un puesto oficial como funcionario público al servicio de la ley y el
orden. No hay palabras que nos hagan tener ni convicción, ni esperanza, ni
futuro ante personas que actúan de esta manera y siguen sin recibir los que se
merecen.
¿Justicia? ¿Existe? Yo creo que no y así ni futuro, ni
pasado, ni presente. Cuando alguien se mofa tantas veces de la ley, no sólo a
este nivel sino a todos los casos sin resolver de corrupción que implican hasta
los llamados Sangre Azul, y sigue sin hacerse nada, a los que apenas tenemos ni
fuerza para seguir, la rabia, la ira, el resentimiento y sobretodo, la
desconfianza, empieza a llenarnos el corazón, el cuerpo y lo que es peor,… el
alma. Si la ley no es defendida por los que poseen esa fuerza, quizás las
palabras JUSTICIA PROPIA empiece a cobrar un sentido que yo por lo menos, no
quiero llegar a tener que probar ni ver.
MORALEJA: Sófocles,
poeta trágico griego (495AC-406AC), dijo: “Sólo el tiempo puede revelarnos al hombre justo; al
perverso se le puede conocer en un solo día”.
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