sábado, 20 de septiembre de 2014

UN VIAJE LEÍDO Y FIELMENTE VIVIDO





Hay personas en la vida que sin saber cómo ni por qué no, pueden llegar a rozarte el alma por entero. No hace falta conocerlas, saber de donde vienen, a donde van, en que trabajan,… Ni siquiera hace falta conocer sus nombres cuando el sentimiento expresado en un folio de ordenador es tan inmensamente especial.

Cuando alguien comparte un viaje tan visceral como puede ser una visita a un orfanato de Guinea Ecuatorial, cualquier emoción vivida y sentida desde la distancia, por muy intensa que sea, se queda eclipsada por la vivencia en primera persona. Atrás quedaron los lujos (eso sólo lo sabe el que los posee). Se acabó de pensar en la gasolina, en el móvil y su sonido. Se acabó el reloj, los horarios, las prisas no pues esas siempre van unidas a cada uno de nosotros (parece que tengamos prisa por llegar al final sin saber que en la línea de llegada, es la parca con su guadaña la que nos espera). Se acabaron los jefes, las reuniones, los folios y más folios llenos de palabras que siempre acaban en el mismo lugar: una caja de archivo definitivo.

Mirar a la verdad de frente, no sólo nos hace darnos cuenta de la suerte que tenemos en esta vida.

La perdida de los padres suele ser un duro golpe. No tener padres, ser huérfano es doloroso. Imaginad por un momento, por muy malos que sean tus padres, el tener que haber crecido sin ellos. ¿Duele? ¿Verdad? Pues hay miles de niños en muchos lugares del planeta que no sólo tiene el estigma de estar solos y desamparados en esta vida, si no que viven en lugares donde no tener a nadie que vele por ellos, implica que sean carne de esclavos (porque, pese a estar en pleno siglo XXI la explotación infantil, los aprisionados, el futuro sin futuro,…).

Cuando uno deja de mirarse el ombligo y habla más allá del yo profundamente tan egocéntrico, suele encontrar más de lo que iba buscando. Finalmente, tras un duro, largo y agotador viaje, cuando uno ya no siente ni las piernas hay un sentimiento que prevalece sobretodos ellos: ¡No deseo volver! ¡Deseo quedarme aquí! ¡No me voy sin ellos!

No todos gozamos de esa sensibilidad. No todos poseemos la facultad de aprender de los errores y reconocer que nos hemos equivocado. No todos volvemos con la lección aprendida y con el corazón destrozado pues una parte de él mismo, ya late en aquella tierra, junto aquellos niños, y que jamás estaremos completos hasta que volvamos a estar juntos de nuevo y para siempre.

Hay viajes que uno tiene que hacer, en un momento de su vida, más tarde o más temprano, y que, obviamente, no están en ningún catálogo de los Viajes programados. ¿Da miedo? Vivir para morir sí que da miedo. El resto es sólo las excusas del vago, del que no es capaz de prescindir, durante unos días, de las comodidades a las que está acostumbrado.

Estar solo es muy duro. Pero la peor soledad imaginada es la del niño que se queda sin padres y debe de seguir, adelante, sólo y desamparado.

MORALEJA: Pablo Neruda, dijo: “Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso, ¡qué soledad errante hasta tu compañía!”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario