martes, 16 de septiembre de 2014

QUINCE AÑOS MÁS (relato)





No sabes porque en la vida hay hombres que te marcan desde muy pequeña y no puedes llegar a olvidarlos nunca jamás.

Cuando conocía a Baltasar, yo tendría unos cinco años y él unos veinte. Yo corría por donde tenía mi tío todas las plantas (era patrón de una empresa de jardinería). Tropecé y me caí de bruces contra el suelo. Recuerdo que no lloré pese a que tenía las dos rodillas sangrando. Me había dicho muchas veces que no corriera por entre los árboles nuevos que esperaban en sus macetas, a ser trasplantados. Baltasar apareció y me dijo: “¡Peque! ¿Enséñame esas rodillas?” Yo no lo había visto antes. Me asusté un poco. Entonces él me dijo: “¿Sabes como me llamo? ¡Baltasar!”  Yo empecé a reír. “¡Te llamas como un rey mago!” dije y el me respondió: “Así no te olvidarás nunca de mi nombre”.

Le enseñé las rodillas. Cogió una botella de agua y sacó un pañuelo de su bolsillo. Me curó y me dijo, con una voz muy dulce, no había sido nada. Desde aquel momento yo vi a Baltasar como un héroe, mi héroe.

Pasó el tiempo hasta que volvimos a estar a solas. Fue en la noche de fin de año de 1999. Yo acababa de cumplir 15 años y él tenía 30. Ya no lo veía como mi héroe pese a que él seguía viéndome como una niña, una niña pequeña a la que no había que hacer caso y a la que había que regalar muñecas. De echo esa noche fue la que anunció que en tres meses se casaría. Aquello me llenó de tanta rabia que mientras todos le felicitaban, yo corrí para perderle de vista. Él me siguió y me dijo que tenía un regalo para mí. Me alargó un regalo y era una preciosa muñeca de porcelana.

-         Para ti siempre seré una niña. ¿Verdad?
-         Eres mucho más que una niña para mí. Eres mi pequeña.

Se marchó después de besar mi frente. Aquel día me di cuenta que por mucho que yo había empezado a verle como un hombre, el nunca me vería a mí como una mujer.

El tiempo pasó.

Mi tío sufrió un grave accidente de tráfico. Pese a que yo hacía años que no iba por la empresa, me llamó para que me hiciera cargo de todo pues no podía fiarse de nadie más a nivel administrativo. Me dio las llaves y al día siguiente, a las seis de la mañana, me fui para empezar a familiarizarme con los papeles. A las siete llegó Baltasar al que no había visto desde su boda. Cuando entró en el despacho, primero se quedó un tanto perplejo. Luego me sonrío y me dijo: “¿Te apetece un café?”. Asentí con la cabeza.

Delante de la maquina del café me preguntó como estaba mi tío. Le respondí que mucho mejor de lo que pensaban los médicos. Hablamos de esto, de aquello, trabajo, estudios, pareja, vida. Él se había divorciado hacía dos años y, pese a que lo había pasado mal, ahora era un hombre tremendamente atractivo con sus cuarenta y cinco años bien puestos. Su pelo oscuro había enmarcado unas deliciosas canas que lo hacían arrebatadoramente mucho más interesante. Sus ojos castaño claro, seguían traspasándome pero ahora con una intensidad que como mujer, el nunca sabría. Su boca que describía siempre una sonrisa escondida, me hacía temblar por entero. Nos llevábamos quince años. Era el amigo de mi tío, su socio. Pero también era un hombre al que yo deseaba desde que había cumplido los quince y que jamás me vería como yo deseaba que me viera.

Cuando me levanté para volver al despacho me preguntó:

-         ¿Tú no tienes novio?
-         No, no tengo novio.
-         ¿Por qué no? Eres preciosa peque. – aquel calificativo empezaba a molestarme.
-         Una vez me marcó un hombre que nunca me verá con una mujer. Desde entonces lo comparo con todos y ninguno es él. ¡Deseo un imposible! Supongo que serán cosas de la edad.

Se quedó perplejo, con los ojos abiertos como platos. No pudo articular palabra y yo, le dejé allí a solas con sus pensamientos fueran los que fueran. Me dirigí al despacho y antes de que pudiera atravesar la puerta, lo tenía frente a mí, arrinconándome contra la misma, a apenas unos centímetros escasos de mi boca. Me miraba, me clavaba la mirada y yo no podía dejar de mirarle. Mi corazón galopaba aceleradamente. Deseaba tanto que su boca se estrellara con la mía. Cuando iba a rendirme en el juego de miradas fortuito, sus labios se posaron en los míos. Me cogió la nuca con una mano y con la otra, rodeando mi cintura, me acercó a él.

Mis manos lo abrazaron contra mi pecho. Pude sentir como su corazón latía mucho más rápido y fuerte que él mío. Se apartó y le besé yo a él. Suavemente me fue quitando la blusa mientras yo desabrochaba su camisa. Su cinturón cayó al suelo y tras él, sus pantalones, sus boxer, dejándole indefenso y desnudo ante mi mirada. Se sentó en una silla y desabrochó mi falda. Me quitó el sujetador y luego las braguitas. Mordisqueaba mis pechos mientras su muslo, presionaban dulcemente mi entrepierna hasta rozar mi pubis. Me acerqué y me puse a horcajadas sobre él. Sentí como su sexo se adentraba en el mío. Me dejó que yo marcara el ritmo y se quedó a mi merced para que hiciera lo de deseara con él. Sentía sus manos acariciar mi espalda mientras su boca, no dejaba de besar mi cuello, mis pechos, mi vientre,… Era un deseo hecho realidad. Me sentía más mujer que nunca. Notaba su deseo adentrándose en mí y saliendo de mí con un movimiento lento pero preciso de mis caderas. Escucharle gemir me hacía hervir más por dentro. Nos devorábamos, pese a la larga espera, con una parsimonia que hacía que cada roce, nos hiciera tocar el cielo con las yemas de los dedos. No pude contenerme más y se lo susurré al oído. Ese pequeño gesto liberó su fuerza bruta adentrándose en mí a través de su inmensa esencia de hombre mientras yo, me fundía junto a él, en un orgasmo jamás imaginado.

Tras aquel encuentro la vida fue muy distinta. La diferencia de edad seguía presente pero por fin, aquel hombre que parecía indiferente y aquella mujer que siempre le estuvo esperando, se habían encontrado en un mismo punto de lo más gozoso y pensaban disfrutar de esa instintiva coincidencia, todo los que le fuera posible.


2 comentarios:

  1. Es un relato muy bien construido: generas tensión y expectativa y luego la liberas. La trama está bien construida y tiene el ritmo justo. Por eso me defraudan un poco las faltas de ortografía...

    "No sabes porque en la vida" debería ser "No sabes por qué, en la vida".

    "No corriera por entre los árboles" - sobra el por.

    ¡Buena suerte!

    Hermes

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    1. Completamente de acuerdo contigo. Estoy intentando mejorar en ello.

      ¡Gracias por tu comentario!

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