Mi abuela siempre decía que lo peor que le podía pasar en
esta vida, era conocer la muerte de un hijo. ¡Era su mayor temor!
Su corazón no andaba bien de salud y todos dimos por
supuesto que no tenía porque temer pasar por esa desgracia. ¡Nos equivocamos!
El 26 de octubre de 2001 falleció mi tío a los cuarenta y
cuatro años de edad tras un derrame cerebral. Se levantó de la cama, se mareo,
se cayó al suelo y ya no despertó. Fue un duro golpe para nuestra familia pero
sobretodo, para aquella madre sufría su peor temor en vida: ver enterrar a su
hijito querido.
Perder un hijo va contranatura o eso dicen todas las
madres. Por la lógica de la edad, son los hijos los que tienen que enterrar a
los padres y no viceversa. Mas cuando te dicen que tu hijo o tu hija va a
morir,… ¿Qué harías en sus últimos ocho meses de vida?
Emma Whitfield, una mujer de 32 años que trabaja como
camarera en el comedor de la escuela infantil de Hull (Inglaterra) cuando le
dijeron que su hija le quedaban poco meses de vida, no se lo pensó dos veces y
trazó un plan magistral: hacer que todos los deseos de la pequeña se hicieran
realidad.
Dando la vuelta magistralmente a su futura pérdida, le dijo
a su hija, Evie, de ocho años, le pidió que se imaginara que era una reina y
que escribiese todo lo que haría si tuviera la suerte de estar en tan
privilegiada situación. La niña lo hizo y entre sus deseos se incluían una
visita a Disneyland, patinar sobre hielo, tener un perrito, y por supuesto,
conocer a los One Direction. Diez meses después de que Emma supiera que su hija
se moría de un tumor cerebral, se marchó con toda su lista de deseos cumplida.
Su madre, que ha fundado una organización llamada ‘Evie’s Wishes’ para ayudar a niños que pasen por lo mismo que pasó
su hija, dice que todos los recuerdos de esos últimos meses viendo y haciendo
realidad sus deseos, son tan bellos que la están ayudando a sobrellevar el duro
trance tras su pérdida.
Además, esto hace pensar que la fuerza de una sola persona,
con amor, mucho amor, puede llegar a conseguir lo que se proponga y más cuando
el regalo, el ver la sonrisa y la felicidad en la cara de su hija, no tenía
precio.
Ojala todos aquellos que tanto tienen, económicamente
claro, y que se han dedicado a robar a dos manos de las arcas del estado,
valoraran más a las personas que el dinero. Mas es pedir peras a un olmo y más
cuando, pese a ser muy conscientes de todo lo que está sufriendo el pueblo,
siguen haciendo oídos sordos a su sufrimiento.
Evie cumplió sus deseos antes de morir gracias a su madre
Emma. ¡Con eso me quedo! Todo lo demás, como no, ha dejado de tener sentido
hace mucho tiempo.
La felicidad no se guarda en una billetera, ni en una
maquina registradora, ni en una caja blindada, ni en un banco. La felicidad se
disfruta, se vive y se ilumina en el rostro de todos los que aman.
El corazón recuerda para evitar el llanto y es así como la
felicidad perdura pese a que el peor trago, la muerte de un hijo, haya hecho
mella en una vida antes de tiempo.
MORALEJA: Una gran madre, Teresa de Calcuta,
dijo: "Cuanto
menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la
lógica del amor".
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