Ayer recibí por Internet un video francamente entrañable.
Se titulaba: CUANDO HICIMOS LA EGB
(http://www.youtube.com/watch?v=b3n032DDFHM). En el un gran montaje nos
recordaba juegos, diversiones, meriendas, juguetes,… cosas que te ponían un
tono cálido en el pecho y nublaba, durante un instante, la mirada de emoción.
A mi, de todo lo que había en ese fantástico video, me
quedo con la frase del final de este: “Por todos mis compañeros”. ¡Que
gran frase! (en mi mente se abalanza e intentan atropellarse los recuerdos de las
veces que jugando al escondite, cuando alguien conseguía llegar a aquel lugar
mágico (un árbol, una pared de un bloque de pisos, una portería hecha con tres
palos pintados de blanco de acero,…) gritaba esa frase victorioso haciendo que
el que paraba, volviera a hacerlo. Los que habían sido descubiertos inundaban
todo el aire libre que nos rodeaba con un sonoro: “¡Bieeeeeennnnnn!” Y
volvíamos a escondernos.
En ese instante no importaba de donde era cada uno, si del
sur, si del norte, si de este, si del oeste. Nadie sabía de política (ojala eso
siguiera siendo una realidad tal y como está el patio. No sé si es mejor no
saber, no entender o que te de igual todo. Aún no lo se). Nadie sabía lo que
era el amor (a no ser que el tirarle una piedra al vecino de arriba o al del
bloque de enfrente o de al lado, se considerara una forma de amor a
quemarropa). Nadie sabía que era fichar, ni de contratos, ni de SMI, ni poder
llegar a final de mes. Nuestra meta era, simplemente, vivir el momento y ese
tiempo era fantástico. Con los vecinos, con los compañeros del colegio, con los
de dos calles de al lado, con los primos en el pueblo y siempre, riendo y
disfrutando de la vida. En la calle, hasta que se ponía el sol. Sin miedo a ser
raptados en un secuestro Express, sin miedo de mafias que quisieran vender
nuestros órganos en el mercado negro, sin temor a casi nada (siempre estaba al
típico que tu madre decía que no tenías que cogerle los caramelos si te lo
ofrecía, a la puerta del cole, porque se suponían que tenían droga. O, como
mucho, el hombre del saco y poco más).
Vivíamos tranquilos, con ajustes porque no es eso invención
del hoy y del ahora y menos en una casa con familia numerosa. Ahorrando las
pesetas, las pocas que sobraban, para poder ir a ver a los abuelos en tren
cuando llegaba agosto y permitían, aquellos hombres que no conocíamos, a papa y
a mama poder pasar con nosotros mas tiempo que durante el resto del año.
Vivíamos. ¡No sobrevivíamos! Y lo mejor de todo, lo más
entrañable es que siempre íbamos todos a una, a por todas, por todos nuestros
compañeros.
¿Por qué no se será niño siempre? ¿Por qué se olvida tan
pronto que existen personas más allá del propio espacio vital? ¿Por qué cuesta
tanto pensar en resto? ¿Por qué?
MORALEJA: Pablo Neruda, (1904-1973) poeta
chileno, dijo: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no
juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”.
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