lunes, 24 de febrero de 2014

LECCIÓN APRENDIDA MAESTRO (poema)


 
LECCIÓN APRENDIDA MAESTRO

 

¡Te juzgue mal maestro!

Tuve mil palabras

indecorosas para tu persona.

Fuiste parte de mis pesadillas

reales más angustiosas de toda mi vida

(y eso que sólo vivo aún a mitad de ellas).

 

Busqué infinidad de pretextos para odiarte

 (esa era la mejor manera de olvidar

un mal infligido con la siempre constante

espada de tu indiferencia perpetua).

 

‘¡Un alumno tiene que ser

mejor que un maestro!’  

Me dije.

‘Un discípulo tiene

que evolucionar para ser él mismo’.

¡Me equivoqué!

Un buen aprendiz se instruye

y luego, cuando ha asimilado,

sigue aprendiendo del ancestro

hasta su muerte.

Tras ella, la lección

maestra será aprendida:

nadie muere del todo

si vive dentro de ti.

 

¡Me negué a llevarte por dentro!

Alguien como tú no podía

tenerme de alumna fiel.

¡Eso no! ¡Eso nunca!

‘¡Maldita niña estúpida!

¿Cómo osaste cuestionar

 sin desear aprender del mejor?’

 

Emprendí mi camino contra

 tu voluntad (o quizás no).

Caminé días, semanas, meses

intentando encontrar

mi verdadero camino.

 

Me acogieron en

una casa pasado el tiempo.

De su boca la mejor

de las palabras fue hija mía.

 

¡No te echaba de menos!

¡No me acordaba de ti!

Dos años duros vinieron

donde el amor lo salvaba todo,

un amor tierno, dulce, lleno de abrazos

y te quieros con verdadero sentido.

 

Hubo cáncer, hubo muerte,

hubo insultos por parte de un tercero,

blasfemias mil, gritos,

brazos enervados al aire esquivados

siempre en el último momento,…

de todo hubo durante ese largo tiempo.

 

Las risas pesaban más que el llanto.

‘¡Aguanta!’ Me decía.

El dolor antiguo fue peor

que el dolor nuevo.

‘¡Aguanta pequeña!

¡Tú puedes!’

 

Llegó el día señalado

en el calendario apuntalando

un fin jamás deseado.

Corrieron océanos de lágrimas

por mis mejillas.

No podía volver la vista atrás

(si lo hacía, jamás

sería capaz de salvarme

de una muerte prematura).

 

Las mascaras cayeron

pocos días más tarde

ante mis ojos confusos.

¡No podía creerlo!

Todo un mundo encarcelado

en muchos días repletos

de vacíos nobles de verdad.

¡El golpe fue certero!

Mortal para mi persona.

 

Llegó el silencio.

Llegó la ausencia.

Llegó la dura realidad.

Para caminar sólo

hay que agradecer lo aprendido

y llevar al maestro

por siempre dentro de ti,

con lo malo, con lo bueno,

con todo su ser por entero.

¡Que necia fui!

 

Emprendí mi camino

de nuevo maestro.

No retornaré sobre mis pasos

(ese jamás fue mi estilo).

Pero sabed que, por fin,

 os acepté en mi interior

y os llevo muy adentro.

¡Jamás olvidaré

vuestras enseñazas!

Al final,… aprendí

aquello que no quisiste

 decirme nunca.

 

 

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