domingo, 23 de febrero de 2014

PERDIDA DE LA CONFIDENCIA



Hay golpes en la vida de los que una no aprende.

 

Cuando una persona empieza un trabajo nuevo, sobretodo trabajo con personas que están imposibilitadas o mayores, se entregan a cien por cien desde el primer día. Cada progreso, cada pequeño avance, es como una recompensa no buscada que hacen la vida más llevadera.

 

El tiempo pasa y todo va a pedir de boca. Ella ha vuelto a caminar, el trato es afable y el calificativo HIJA sale una y otra vez de su boca.

 

Mas los celos, esa cortina oscura que se cierne sobre todos aquellos que cortaron sus alas para que dejara de volar, se precipitan sobre una relación fundamentada en el cariño, la superación, el esfuerzo, … en la supremacía de la libertad y la vida.

 

El tiempo pasa y el callar, el aguantar, el fingir va colmando el vaso de una mujer que por afecto a una mujer que le llama hija, a la que siente como una madre. Soporta lo indecible (describirlo con palabras sería quedarse corta).

 

Pero el tiempo, los actos, colman ese vaso hasta que el tsunami de dolor ya no puede más. Da igual sus lágrimas y las tuyas. ¡Celar ganó la batalla!

 

Cuando todo ha pasado y lo único que deseas es que todo se calme, los ojos te muestran la verdadera cara de esa vida, de ese amor, de ese cariño fingido que tras la tormenta, tras todo lo que fue arrasado, se tiñe de indiferencia, estupidez, falsas verdades.

 

¡Has perdido la inocencia! La has perdido del todo. Todos te lo avisaron, que te entregas demasiado, que no se lo merecen, que se aprovecharán de ti. Cuando el agua destruyó todo a su paso dejando visible sus falsos corazones, el dolor fue todo mío y los malos momentos,… también.

 

Nadie se acordaba de mí, de lo mucho que había hecho, de todo lo que había conseguido.

 

Nadie se acordaba de mi y el dolor era intenso, no por la falta de cariño, que dolía hasta no dejarme ni respirar, sino por la falta de recuerdos que en una mente que te tenía como hija, se borró tras un golpe certero en la mesa de una llave que cerraba una puerta que jamás debió ser abierta.

 

MORALEJA: Cesare Cantù, (1804-1895) historiador italiano, dijo: “El dolor tiene un gran poder educativo; nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia nosotros mismos y nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber”.

 

 

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