Parece que cuando sales un poco de tu “monotonía” de
trabajo, estudios o quehaceres diarios, el tiempo parece que te cunde mucho
menos. Intentas hacer lo mismo pero en otro lugar, haciendo otras cosas. Al
final, acabas pensando que fuera de “casa”, no aprovechas las horas del reloj y
sólo una cosa es distinta: estás mucho má cansada a lo largo del día.
Hay un viaje, una distancia desde tu vida habitual a tu
vida por una semana. Hay una cama, pero no es la tuya. Hay unas horas de
trabajo, de relax, de convivir con las personas que te acompañan a la hora de
comer, tomar café y demás. Todo parece ser igual, con algunas salvedades que
parecen poco trascendentes. Sin embargo, las horas pasan tan aprisa, tu
esfuerzo personal, tus nervios, todo lo que te rodea, pesa sobre ti como una
losa al final del día. Caes sobre la cama a las nueve. Te despiertas a las
siete habiendo dormido toda la noche. Pero te levantas agotada. Ni la ducha, ni
el café, ni la fructosa que inoculas a tu ser mediante el desayuno, consigue
hacerte recuperar esa vitalidad que tenías no hace mucho, apenas un día, o unas
horas, en otro lugar, en otra ciudad, en otra vida.
Otra cosa que resulta francamente extraña es que no tienes
un momento para ti. Los leves momentos que consigues escabullirte para coger
una llamada, para visitar el servicio y poco má, son milésimas de segundo que
pasan fulgurantemente a velocidad del rayo. Cuando llega la noche, y la ducha,
esta vez con el agua un poco má caliente, cae sobre tu cuerpo, empiezas a notar
que te relajas, que te dedicas ese instante que has tratado de buscar durante
todo el día para ti misma. Da igual que el agua corra y sea má largo el baño de
lo habitual. Estas sola. Estas viva. Estas relajada. ¡Eres feliz!
La semana pasa como una estrella fugaz. No te das ni
cuenta. Cuando llega el viaje de vuelta, no eres consciente de ella.
Al llegar de nuevo a tu cama, a tu casa, a tu hogar, todo
es extraño para ti. Parece como si hubiera pasado un año o mucho más. Deshaces
las maletas, recolocas los productos de higiene personal y belleza. La lavadora
empieza a moverse para dejar toda tu ropa perfecta para la nueva semana. No
tienes sueño. El tiempo ha empezado a durar lo que antes duraba sin más ni más.
Cuando por fin caes en tu cama, la sensación como si se
moviera toda ella, te invade. Tras un leve mareo inoportuno, consigues
conciliar el sueño. Duermes.
Al abrir los ojos todo está en su sitio. Mañana empieza un
nuevo día y lo único que lamentas es haber dejado este rinconcito que te une a
personas que no conoces, vacía durante tantos días. ¿Lo bueno de todo? Es que
lo que tengo que contaros, mañana, pasado y al siguiente, de lo sucedido,
merece la pena ser leído sólo por comprobar que la gente, ni es tan inteligente
como pensamos, ni tan elocuente, ni tan libertina como nos gustaría imaginar.
¡Ya estoy de nuevo aquí! No sé por cuanto tiempo pero lo
aprovecharé bien.
¡FELIZ SEMANA A TODOS!
MORALEJA: Hector Berlioz, compositor,
crítico y director musical, dijo: “Se dice que el tiempo es un gran maestro; lo malo es que
va matando a sus discípulos”.
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