viernes, 8 de marzo de 2013

FANTASMA (escrito)


 

No había nada. Un olor impregnaba el ambiente pero no había nada. Existía en el aroma algo familiar, desconcertarte, inesperado pero no era nada. Intenté agudizar mi oído, escuchar lo que mi nariz intuía y no era capaz de ver pero no oía nada. En el ambiente se respiraba algo pendiente pero no era aquel olor. Era más una sensación, una forma de que algo vivía entre un mundo, el que yo conocía, y otro bien distinto que jamás hubiera conocido, no siendo sólo yo.

 

Una brisa apareció de repente. Las ventanas estaban cerradas. Las puertas, también lo estaban. Un murmullo en el viento empezó a erizarme la piel. No podía entender lo que el aire quería decirme, un aire que no venía de ninguna parte y que no dejaba de traspasar hasta mi propio espíritu.

 

“Carne podrida,… ¡Sólo eso! No hay nada después de la muerte sólo carne podrida y sufrimiento. ¡No creo en ti! ¡No tengo miedo! ¡No tengo miedo! ¡No tengo miedo! Sólo carne podrida. Sólo eso”.

 

Lo grité a boca llena para fuera con mucha fuerza. Lo que me rodeaba no podría. Si había un ente, un alma en pena, cualquier criatura de otro mundo, a mi no me importaba. No creía en ello. ¡Jamás creería!

 

Un golpe seco. Se apagó la luz.

 

“No tengo miedo del recuerdo. ¡Vete a asustar a otra! Yo no creo. Tengo mi alma en paz. ¡Nada puede conmigo! Si no puedes olvidar no es mi problema. Aquí no tienes nada que hacer. ¿Me oyes? ¡NADA!”.

 

La brisa cesó en mitad de la oscuridad. El silencio lo rodeo todo. Supongo que se había dado por enterado fuera lo que fuera. Caminé unos pasos y se encendió la luz de golpe. Miré frente a mí y me asusté mucho. Alguien me miraba con la cara demacrada, ojeras profundas, tez blanquinosa, cuerpo cansado. Intenté decir algo pero no me salían las palabras. Alguien me miraba fijamente como intentado averiguar mi parte mas débil. La señalé con el dedo de forma acusatoria para que me dejara en paz fuera lo que fuera. Me sorprendió cuando ella también me señaló. ¿Se intentaba burlar de mí?

 

Entonces sí que sentí un profundo miedo. Caí al suelo. Miré fijamente al espejo, porque lo que había delante de mi, sólo era un espejo. ¡Estaba aterrada! Esa era yo, un alma en pena, una muerta en vida caminando entre dos mundos sin saberlo.

 

¡Era un fantasma! Eso era. El recuerdo de una persona del ayer,… sólo eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario