viernes, 1 de marzo de 2013

MENSAJES EN LA MUERTE (escrito)


Los cadáveres en las calles eran un mensaje pero no recuerdo muy bien de que. Buscaba en mi mente, el primer muerto visto, nacido para enviar un mensaje. ¡No lo encontré! Había tantos muertos recientes que la vista me nublaba, que encontrar el primer mensaje en mi mente era bastante complicado. Me pregunté a mi mismo cuando había empezado todo pero ni tan solo tuve respuesta de mi (era patético lo mucho que empezaba a ignorarme. ¿Cuándo empecé a ignorarme? No lo recuerdo muy bien. Me levanté una mañana, supongo, me miré al espejo y ya no me gustaba. Creo que ese sería el primer síntoma pero no estoy yo para recordar mis inicios en rechazar mi propio yo. Supongo que luego vino la distancia que empezó por dejarme de mirarme en el espejo (sino me veía, era más fácil soportarme). Pero claro, no puedes pasar toda la vida sin mirarte en el espejo y un día, mirando un aparador me vi reflejado y me di asco. Bueno,… lo supongo. Más o menos es así como acaban todas las relaciones. ¿No? Primero uno no quiere ver a su pareja y duerme en el sofá, en el cuarto de invitados o en cualquier otra cama (si es acompañado mucho mejor pero sólo el rato justo de un polvo, dos si el día es bueno, tres si el día es estupendo, cuatro si es francamente excepcional,… a cinco no he llegado jamás. Supongo que al final me acabaré encontrando una que me haga llegar a cinco y que me deje vivo pero ahora mismo,… no estoy por la labor de buscar a una diosa sexual. Me conformo vagamente con aquellas que me encuentra atractivo por ser alto y vestir bien (y luego dicen que los hombres somos los simples). Después cada uno a sus cosas. No es que sea un autista emocional pero las cosas claras,… ¡Me gusta dormir solo!). Supongo que después de aquella visión de mi, empecé a querer abandonarme a mi mismo cosa un tanto difícil ya que cuesta mucho desprenderse de lo que eres en realidad. Poco a poco supongo que vino todo lo demás hasta llegar al punto de ignorarme tanto que ya no sabía cuando era lógico escucharme y cuando no. ¡Eso era horrible! A veces hablaba y como me ignoraba, no era capaz de retomar una charla mía propia. Los demás, aquellos pelotas a los que también convencía con mi lírica pero que no me gustaban como compañeros de cama al ser hombres, lo encontraban algo extraordinariamente excéntrico. ¡Que tristes! Alabar a alguien solo por el dinero o por el puesto que ocupa su padre,… ¡Así es la vida! (me decía pero como no me escuchaba,… no lo sabía a ciencia cierta). En fin, que al final de los finales no se ni lo que digo pero sigo aquí, ignorándome de forma patética y sin saber el porque de muchas cosas).

 

¿Qué mensaje querían trasmitir aquellos que mataban? ¿Miedo? ¿Angustia? ¿Poder? No lo sabían supongo que ellos porque de ser miedo, no a todos nos asunta las mismas cosas. A mí, por ejemplo, los cadáveres no me asustan. Supongo que el primero me llamó la atención y que el mensaje que me trasmitió fue alto y claro,… pero como no lo recuerdo. A mi me asustan las mujeres sin personalidad, esas que cogen un libro y dicen que no se lo acaban porque no les llega. ¡Madre mía! Si no llegas al final de algo,… ¿Cómo puedes saber si ha conseguido cautivarte? ¡Esas mujeres si que dan miedo! Pero no el pavor que daba un Freddy o un Jason sino el pavor de la incultura que es el peor miedo del mundo para mí.

 

Si era angustia lo que deseaban comunicar… tampoco un cadáver me daba a mi esa sensación de no poder respirar y necesitar que el aire invada tu cuerpo por entero. A mi, esa sensación tan mala, me ocurrió una vez en un tren lleno de pasajeros. Todos sentados y yo de pie. Pasó una mujer con un olor tremendamente fuerte a perfume y se puso de pie al lado mío. ¡Dios! Se que el olor a sudor es horrible pero el olor a perfume en exceso es francamente horrible. En ese momento, no se si por autodefensa de mi cuerpo, mi nariz empezó a cerrarse y no me acordaba como respirar por la boca. Empezó a faltarme el aire y todo lo que había a mi alrededor empezó a oscurecerse. ¡Creí que me moría! Por suerte ella, se bajó en una estación y el aire de la puerta abierta, me condujo poco a poco, de nuevo, al mundo de respirar.

 

Si era poder lo que deseaban difundir… tampoco un cadáver me lo trasmitía. Para mi el poder siempre lo había tenido la masa, no ese tipo verde que se rompía la camisa, sino aquellos que alzan la voz, un palo, una piedra y siguen a un primero que no tiene ni idea de porque alzó la voz, el palo o la piedra. ¡¡¡ESOS TIENEN EL PODER!!! Los locos que actúan por inercia sin cuestionarse en ningún momento el porque de ese impulso. ¡Ojo con ellos! Son peor que los cadáveres que dejan para dar un mensaje.

 

De nuevo el sonido lejano de otra explosión inundó aquel precioso día de marzo. Había mas cadáveres recientes intentando trasmitir algo pero no sabía el qué, y me asusté de ser un ignorante ignorado, y me fui a casa a meditar sobre ello.

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