Son curiosas las cosas que se escuchan cuando vas por la calle y entras en la papelería a comprar el periódico del día. Mientras esperas que una chica simpática, agradable y dulce cobre al señor que tienes delante, que ha cogido una revista de cotilleo y una revista con contenido eróticamente abierto, preguntarle que quien era la chica de la portada. La chica simpática le responde con una rápida actuación: “Alguien a la que han puesto un culo de plástico porque nadie tiene esa clase de trasero”. El hombre, que se ve claramente que anda algo necesitado y la revista de cotilleos la compró solamente como cuando entras en una farmacia y pides analgésicos en vez de condones, dice como si la de la portada fuera alguien de su familia: “¡Las mujeres también cambiáis mucho!” Como si la chica que le cobrara fuera una Freddy de los años ochenta. La chica, que le hizo daño en su autoestima un comentario tan desafortunado, le respondió: “Es verdad que cambiamos,… al igual que los hombres que con la edad se vuelven barrigudos, calvos y tremendamente…” ¡Groseros! Es lo que tenía que haber respondido pero calló tímidamente en un susurro mientras el comprador compulsivo de imágenes eróticamente fugaces, se marcha para satisfacer su curiosidad y tal vez, sus instintos más primarios.
Pagué el periódico y cuando volvía a casa estuve pensando un rato en esa conversación y sobretodo en ese hombre que tiene la amarga condena de que sólo esas mujeres de “potochop” lo soporte porque sólo están impresas en papel. Seguro que en su fuero interno tanto esa chica a la que menosprecio de la papelería, si le hubiera hecho un guiño, o una mirada sensual de esas que guardamos las mujeres para momentos que verdadermanente merecen la pena, al señor en cuestión se le hubiera caído al suelo no sólo la revista sino también el pantalón, el calzoncillo e incluso el braguero.
Sinceramente me duele pensar que el mundo se divida no sólo entre hombres y mujeres, sino dentro del bando femenino también en mujeres idílicas, mujeres imposibles, mujeres que sólo son un corta y pega y colorea, mujeres normales, mujeres feas y mujeres muy feas. Aunque duele pensar en que en el bando de los hombres se divida en viejos reverdes, viejos verdes, maduritos que se creen sexys y les falta un hervor, maduros con cabeza pero no la de arriba, maduros que ocultan su verdadera sexualidad, cuarentones, treintañero y el resto que llaman a las mujeres de treinta puretillas y a las de cuarenta puretas.
Bueno, fuera de anécdotas de la vida que te hacen pensar que el sexo sólo es algo que unos anhelan cuando ya necesitan medicación azul para ponerse a tono, hay hombres y mujeres que comprar esas revistas sin avergonzarse de ser cotillas en su hogar o ser sexualmente activos.
Moraleja,… si el día te da un corte respóndele con un cosido. Lo dejarás descolocado pero bien embastado.
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