lunes, 25 de noviembre de 2013

LA LUZ GUÍA (escrito)


 
Hay sombras, cada vez más, a mí alrededor. Por la ventana no entra la luz. Esta todo negro, fundido entre tinieblas. Son las siete y no clarea. ¡Hasta el sol se ha tomado el día libre!
 
Ayer, cuando aún quedaba un poco de luz, tuve una esperanza renovada. Encontraba mi sendero, una estrella, una brizna que salía de alguna candela prendida muy lejos, que con su poca luz, daba un poco de sentido a mi camino. Respiré hondo. ¡Me sentía feliz! Por fin una ilusión tras mucho tiempo y llegó así, como si nada, con los últimos rayos del crepúsculo. Pero el manto llegó demasiado rápido, sin apenas poder saborear la poca alegría que se contuvo en aquel momento.
 
Primero sentí frío. Me arropé con una manta. Segundo me sentí vacía. Un vaso que no estaba lleno de nada. Eso me incomodó. El paso amargo entre la desesperación y el caer a un lugar completamente inhóspito en medio de un bosque sombrío. Tercero fue la caída larga, profunda, dolorosa. Sentí un dolor recorrerme por todo el cuerpo hasta apoderarse de cada molécula de mi ser. No podía moverme.
 
Tumbada en el suelo vi pasar mi vida. ¡Aquello fue lo peor! No haber vivido había sido algo completamente llevado por todo lo que me rodeaba. El trabajo no me permitía grandes cosas. Ese trabajo, mal pagado, mal ambientando, mal acondicionado pero vital para poder sobrevivir. Sin pareja, sin amigos, sin nada. ¿Compensa algo el haber vivido a medias? En aquel momento el dolor me corrompió por entero. No podía oír nada. Quería gritar y la voz no me salía. Sola, tumbada viendo escaparse mi vida, mi escasa vida, sin poder hacer nada.
 
Me empezaba a faltar el aire. El fin estaba próximo. Podía oler a la muerte en mi espalda.
 
Abrí los ojos. ¡Todavía era de noche! Esperé sentada al lado de la ventana, un albor, un rayo pequeño que me volviera dar la esperanza de la noche anterior. ¡No había nada! ¡El sol estaba de huelga!
 
No podía marcharme sin ver algo de luz. ¡Lo necesitaba! En mi trabajo no había ventanas. En mi trabajo no había sueños. En mi trabajo no había nada. Sólo horas marchitas, gente que pasa y ni sabe mi nombre, llamadas de teléfono vanas, gritos y más gritos de personas con una vida supeditada a la mía.
 
¡Dame una luz cielo! Necesito ver algo de calor, de fuego, de llama arder antes de irme de aquí. Hoy ni el cielo escucha mi suplica.
 
Cojo las llaves, salgo de casa. Fuera hace frío, mucho frío. El sol no ha salido. No saldrá. Hoy lo negro lo impregna todo por entero y la única guía es la de teléfonos.
 
¡El sol se tomo vacaciones! La incertidumbre negra reina sobre mi cabeza. El fin llegó ante mis ojos. No veo nada, está muy oscuro, pero lo siento. ¡ES EL FIN!

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