miércoles, 13 de noviembre de 2013

UNO MAS UNO. DOS POR DOS (relato)

 

Hay momentos en la vida que hay que probar cosas nuevas. Mi momento llegó hace sólo un par de semanas cuando, cansada del ambiente laboral, cansada de casa, de hijos (o si, los hijos son una bendición pero huir de ellos también no es nada malo. Una necesita su espacio y eso no significa que sea una mala madre sino una persona que necesita sentirse viva y no ser la madre o el padre de), me metí en un chat a ver que encontraba. El primer día fue un descubrimiento que lindaba entre lo raro y lo cutre. Cuando decidí cerrar apareció una chica que me privó. Su nick era UNO MÁS UNO. Primero pensé que estaba loca. Pero luego, cuando empezamos a hablar, me cayó muy bien. Poder hablar con alguien que no te conoce y renegar de todos y de todos era liberador. El tiempo se pasó volando y quedamos en contactarnos al día siguiente.

 

Llegué temprano del trabajo y me conecté. Ella no había llegado aún. Me pinchó en cuanto entró y tuvimos otra hora larga de charla fluida. Cuando le dije que me iba a desconectar me preguntó que era lo más escandaloso que había hecho. Tardé un rato en responder pues repasando mi vida, no había nada escandaloso que contar. Me había casado muy joven por amor con mi primer novio. Habíamos tenido el primer hijo a los cuatro años de casados y dos años más tarde al segundo. Siempre había sido hija, novia, esposa, madre de alguien y ahora,… me daba cuenta de que en cierta manera me había perdido una parte muy importante de la vida. Esa respuesta no le sorprendió y me dijo que quería comentarme algo pero que ya lo haría mañana, con más tranquilidad, cuando habláramos. Le dije que me parecía bien y me desconecte un tanto intrigada.

 

El día pasó muy lento y cuando entré, ya era tarde. Ella me esperaba. Me saludó y me dijo que no me asustara por lo que iba a escribirme y que se no me atraía la idea,… que lo dejaríamos correr. Le gustaba, y tengo que reconocer que a mi también, la amistad tan buena que habíamos hecho y lo bien que encajábamos. Que dijera lo que dijera, que no me lo tomara a mal. Que sólo era una propuesta que podría rechazar y que no pasaba nada. Me tenía super intrigada. Me dijo que había conocido (bueno, que había entablado conversación con un privado) con un hombre de 43 años que su nick era DOS POR DOS. Ellos, su amigo cibernético como yo de ella, habían entablado también buen rollo de charla y querían ir más allá haciendo una cena de cuatro para conocerse de modo real. Lo primero que pensé es en cerrar y no volver a conectarme en la vida. No sé que me hizo quedarme. Primero le dije que me parecía una locura. Luego, ella me dijo que lo olvidara. Lo intenté pera la curiosidad había anidado en mi. Pasó un rato que la charla no fluía entre ambas y le pregunté que en que consistía en eso de cenar. Ella soltó una risotada y me dijo que eso: cenar, una cena de amigos que no se conocen pero sólo una cena en un restaurante que nos guste a los cuatro (tenía miedo de que fuera una clave para,… no sé que). Le respondí que si no le parecía un tanto raro y ella me dijo que sí, que raro era, que no lo había hecho nunca, pero que mas raro era las cenas de empresa en que acabas comiendo con personas que ni te caen bien y que tienes que aguantar por narices. Eso me hizo reír mucho pues tenía toda la razón del mundo. Al final le dije que si pero que primero nos viéramos nosotras dos y que luego quedáramos en el lugar de la cena con ellos. Así quedamos.

 

Quedamos un jueves, en plan informal. Ella, Alba, y yo nos vimos a las siete y media. Fue como si ya nos conociéramos y esos nos gustó. Tomamos algo, charlamos y nos hizo gracia esa forma tan peculiar de hablar sin vernos. Con ellos habíamos quedado a las nueve y media. Ella conducía y llegamos a un restaurante hindú muy acogedor. Ellos nos esperaban dentro. Estábamos en un reservado para cuatro y la mesa estaba en el suelo con cojines alrededor para sentarse. ¡Fue muy raro! Pero muy agradable. Se presentaron y se les notaba que también estaban un poco asustados por todo lo que estaba pasando (‘¡Y eso que sólo era una cena!’ Conseguí decir yo para arrancar las risas de lo cuatro). Se llamaban Carlos y Mark. Eran dos hombres normales como Alba y yo éramos dos mujeres normales. Los cuatro estábamos casados. Los cuatros teníamos hijos. Los cuatro necesitábamos tomar aire fresco, simplemente conociendo a gente, fuera del grupo rutinario y habitual de amistades. ¡Nadie juzgaba! ¡Nadie iba a por nada! Eso fue lo que nos relajó a los cuatro. Empezó a llegar la comida que casi toda se comía con las manos (fue divertido no parecer una marrana chupándote los dedos a placer). La velada fue perfecta y, con las infusiones que tomamos después y demás, el restaurante nos pidió que nos fuéramos que tenían que cerrar. Era la una de la mañana y ni nos habíamos dado cuenta de la hora. Mark propuso ir a tomar algo y todos accedimos. Sin saberlo nos metimos en un club de intercambio de parejas (sigo dudando de si Mark lo sabía o no). Nos sentamos en una mesa los cuatro y seguimos charlando. Vimos como las parejas entraban, se acomodaban y ligaban. Alguna se acercó a nosotros y eso nos subió la moral a los cuatro. ¡¡¡Todos lo necesitábamos!!! Sentirnos atractivos, deseados, cortejados. Salimos de allí cerca de las cuatro de la mañana y nos despedimos hasta otro día. Todos nos habíamos quedado con ganas de más, con ganas de ir un poquito más lejos y todos nos pusimos en contacto con un e-mail a cuatro para hacérnoslo saber todo por igual. ¡Era genial! Sentir lo mismo, estar pasando por lo mismo y haber llegado a ese punto donde ir un poquito más lejos era casi necesario.

 

Quedamos, después de e-mails a cuatro a diarios, en ir a cenar otro jueves. Esta vez nos dejaron decidir a nosotras y también reservamos en un lugar donde podíamos estar solos los cuatro lejos de miradas indiscretas. Era un griego y estuvo muy bien de nuevo la charla. Pero luego llegó ese poquito más. Como si fuéramos colegiales jugando al juego de la botella en versión vaso de tubo, empezamos a besarnos entre nosotros por turnos. ¡Fue excitante! Hacía mucho tiempo que no había besado a nadie que no fuera mi marido. Aquella sensación fue indescriptible. Otros labios, otra boca, otra lengua,… todo era ardiente y nuevo. ¡Me encantaba!

 

Después de los besos la caricias sutiles por encima de la mesa fueron llegando sin más y de forma intercalada. No había parejas en la mesa sino que éramos cuatro para cuatro. Entre ellos las caricias eran inexistentes (cosas de hombres), pero ella y yo si que nos dedicamos algunas (cosas de chicas). El ambiente se fue caldeando pero aquel no era lugar para dejarse llevar. Carlos sugirió ir a un club liberal para parejas. Los cuatro accedimos. La única pega es que tendríamos que entrar de dos en dos. Pusimos nuestros nombres, el de Alba y el mío, en dos papeles. Los mezclamos bien mezclados en un vaso de agua vacío. Carlos le salió el de Alba y entrarían segundos. Mark y yo entraríamos primeros. Eso me puso nerviosa. Nos dirigimos en un solo coche al lugar indicado por Carlos. Él conducía y delante estaba Alba con él tocándose ahora el muslo, ahora el cuello. Detrás Mark y yo, sintiéndonos las manos, buscándonos la piel. Todo aquello era muy excitante. Aparcó y nosotros nos adelantamos. Era un sitio no marcado. Había que llamar a un timbre. Entrabas. Estaba todo muy oscuro. Una barra grande en la que pedir bebidas y lo de dentro,… todo una incógnita. Pedí un agua y él una coca cola. Nos dieron unas llaves. ‘¿Para que son?’ pregunté. ‘Para la taquilla de la ropa’ respondió una chica muy amable. Nos preguntó si habíamos estado antes allí y ambos le dijimos que no. Nos tomábamos la bebida lentamente, esperando a los otros dos. A los diez minutos entraron. Fue todo un alivio verles allí con nosotros. Ellos también tomaron y les dieron una llave. Luego Carlos nos dirigió para las taquillas y allí, nos desnudamos uno a otro. Yo y Alba nos desnudamos la una a la otra, rozando la piel poco a poco y mirándonos frente a frente. Los chicos estaba allí, comiéndonos con los ojos y nos encantaba estar siendo observadas por ellos dos. Luego nos dimos la vuelta y Alba empezó a besar a Carlos mientras le quitaba la ropa y yo besé a Mark hasta dejarle completamente desnudo. Dejamos la ropa y, dirigidos por Carlos, bajamos unas escaleras que conducían a unas “habitaciones” con una cortina como puerta, y una “cama” en forma de media luna. Allí nos metimos los cuatro y nos dejamos llevar por nuestros deseos. Mark empezó a besarme. Carlos besaba a Alba. La espalda de Alba y la mía estaban unidas, rozándonos, piel con pie. Fue excitante, morbosamente ardiente. Jamás había hecho ninguna locura. Aquella situación era toda una gran locura ilógica pero valía la pena vivirla. Las manos de Mark me tocaban, las de Alba y las de Carlos. Yo también me alternaba tocándolos a los tres. Me excitaba mucho sentirme tan deseada. ¡Era una delicia! Carlos se tumbó y Alba empezó a devorar su sexo. Yo me puse a cuatro patas para besar su boca y Mark me introdujo su berga dura dentro de mi húmedo sexo. Mmmmmmmmmmmmmmmmmmm, sólo recordarlo me humedezco toda. Fue algo excitante besar los labios de uno, tocar el cuerpo de otra, sentirse penetrada por otro. Carlos alejó la boca de Alba de su sexo y la acercó a la mía. Nos besamos mientras Mark seguía follándome y Carlos conducía las caderas de Alba encima de su sexo erecto. Fue increíble. Tocarle los pechos, sentir como se ponían aún más erectos sus pezones con mis manos. Y ella, tocaba como una diosa y me volvía loca. Carlos acercó entonces la boca a mis pezones y empezó a lamerlos. ¡Creí morir de placer! Mark se acercó más a mí y me pidió que me pusiera encima suyo mientras Alba se ponía a cuatro patas para ser penetrada por Carlos como yo lo había sido antes. Gemíamos los cuatro locos de placer, deseados, tremendamente calientes. Yo quería sentirme penetrada por dos hombres y se lo hice saber. Jamás habían penetrado mi trasero y cuando Mark se adentró primero sentí un pequeño dolor que se convirtió, a los pocos segundos, en un placer indescriptible. Carlos se acoplaba a mi sexo y ambos me penetraban a la vez. ¡Fue algo inconfesablemente placentero! Alba esta allí, sin dejar de acariciarse, viendo la escena y proporcionándose placer ella sola mientras llegaba su hora de ser penetrada por ambos. Verla masturbarse mientras ambos me penetraban a la vez me puso más húmeda si cabe. Volví a besar su boca y ellos entendieron que ella también necesitaba notar el inmenso goce que sentía con ellos dos, dándome bien fuerte, firmes, proporcionarme orgasmos que encadenaba uno, tras otros, tras otro de puro delirio. Poco a poco, se alejaron de mí y entraron en ella. Ella, agradecida por el gesto, deslizó sus dedos en mi clítoris mientras yo me derretía entre un orgasmo y otro. ¡Fue una gozada! Jamás había tenido la sensación de sentirme completamente satisfecha. Aún no habíamos acabado la noche y ya estaba plena durante toda mi vida.

 

La noche se alargó mucho para los cuatro que permanecimos en aquel local horas, horas bien plenas de caricias vedadas, de besos prohibidos, de orgasmo contenidos, de deseos encerrados. Dimos rienda suelta a nuestros apetitos voraces de bestias en celo y salimos satisfechos los cuatro por completo.

 

Fue algo que jamás olvidaré. Fue algo que si estuvo mal, fue las cosas más buena que he tenido en toda mi vida. Si fue inmoral o no, puedo aseguraros que me sentí completamente plena, como dama, como mujer, como amante, como hembra.

 

No los olvidaré nunca y creo que ellos tampoco a mi. Con eso me quedo: una habitación para cuatro, con sus caricias, con sus besos, con su forma de tocarnos los cuatro, con sus gemidos, con los míos, con sus orgasmos, con la furia de los míos y sobretodo, con su discreción y su silencio, con su no juzgar a nadie. ¡Eso fue lo mejor de todo para mí!

No hay comentarios:

Publicar un comentario