sábado, 30 de noviembre de 2013

EXISTIR AL FINAL (poema)


EXISTIR AL FINAL

 

Hubo un día que el tocarte

se convirtió en algo bello,

tremendamente placentero,

parte de un ritual sin

el que no podía vivir.

Cada roce, cada gesto,

cada paso hacia delante

era gratamente correspondido.

¡Me gustaba nuestra vida!

 

Los minutos era pocos,

escasos, compartidos, intensos,

como cuando uno mira a la muerte

a la cara y sabe que pronto

caerá en la oscuridad eterna.

¡Vivíamos al límite!

El precipicio era nuestro

punto de encuentro,

donde los cuerpos chocaban

justo al borde y se

derramaban uno con el otro.

 

El equilibrio era vital

para no caer,

para no perderse en el filo,

la cordura para dejarse

precipitar al insólito vacío.

 

Los días pasaban.

Sentía el mono

apoderarse poco

a poco de mi cuerpo.

No estabas.

No te veía.

No podía meterme

un chute de ti

en mi cuerpo.

¡LO NECESITABA!

 

Encerrada se me escapaba

todo lo que no era sueño,

no para mí.

Aquella mañana,

me levanté curada,

miré por la ventana

y allí estabas tú.

No me tendiste una mano.

No me llamaste a tu lado.

El fulgor de tus ojos

me llevó, de nuevo, al coma.

¡Me enganché de nuevo!

Ya no importaba nada más.

Volvía a haber filo,

precipicio, cuerpo a cuerpo.

Si no existía al final

no me importaba.

¡Era inmenso sentirte

correr dentro de mi!

 

Morir no era nada

y nada más me importaba.

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