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Muchas veces nos hemos imaginado lo débil que es un hilo, una
hebra larga y delgada de un material textil, que su acción fundamental de uso
es para coser. Sin embargo pocos son los que saben que no todos los hilos de
este mundo son de ese material con el que se fabrican un sinfín de telas para
múltiples usos. Hay hilos invisibles, casi imperceptibles, que desde la
distancia son ese punto de unión necesario para que dos personas sigan
luchando, ambas con una ilusión común: la de reencontrarse. Da igual que
personas tengan ese cabo asido por un costado (un padre y su hija, un hijo y su
madre, una abuela o su nieto, una nieta y su abuelo,…). Lo verdaderamente
importante es que ambos entiendan cual es ese momento justo para poder acercarse
y alejarse sin que en ningún momento ese débil trozo de unión nunca se rompa.
Es verdad que a veces cuesta mucho controlar un impulso que
nace en lo mas profundo de tu ser que te empuja, que te lleva a precipitarte a
coger un avión, un tren, un taxi y para poder acotar esa distancia un solo
instante. Sin embargo mantenerse con la mente centrada, con la cabeza fría,
cuesta muy mucho cuando el corazón no para de gritarte desde la distancia…
“Regresa a mí”.
Mas la espera pasará y esa ilusión llegará, da igual si
tarde o temprano, pero ese hilo, esa hebra que nos separa en una intensidad de
mil kilómetros o más, se acortará para poder recibir el abrazo consolador o
para darlo. Entonces todo habrá valido la pena, todo lo que tuvimos que pasar
para volver a estar juntos una vez más.
MORALEJA:
En la mitología griega, las Moiras eran las personificaciones del destino. Eran
tres hilanderas que hilaban el destino de los hombres. Se las representaba
comúnmente como a tres mujeres hieráticas, de aspecto severo y vestidas con
túnicas: Cloto, portando una rueca; Láquesis, con una vara, una pluma o un
globo del mundo; y Átropos, con unas tijeras o una balanza. Cuando la vida
terrenal de los griegos llegaba a su fin, el hilo que les unía a la vida era
cortado para dar paso al otro mundo.
Cuesta imaginar que algo
imperceptible para el ojo humano, algo que va más allá de las creencias más
puras e inocentes, sea entendido por aquellos que nunca amaron pero de veras. Y
no me refiero a un amor de pareja sino en algo tan fuerte, tan bello y tan
inexplicable como cierto.
Un hilo aparentemente no es nada.
Una simple hebra y poco más. Mas no voy a dejar que ese hilo se rompa jamás, no
hasta que pueda darte el abrazo más grande del universo y pueda verte para
decirte: “Ya estoy de nuevo aquí, a tu lado”. ¡Te extraño! No me faltes nunca.
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