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Los días de lluvia son mágicos para mí. Sin lugar a dudas a
muchas personas les evoca melancolía, tristeza, soledad, frío,… Yo tengo que
ser un bicho raro pues a mí la lluvia me evoca muchas sensaciones, pero ninguna
de carácter entristecido y nostálgico.
Sin embargo sí que tengo que reconocer que las canciones de
amor de manos de Alejandro Fernández, de Diego Martín, del gran Luís Miguel
cobran más fuerza con esas tímidas lágrimas celestiales estrellándose irremediablemente
de manera silenciosa contra los cristales de las casas. Es un abrazo entrañable
melodioso, que te aprieta con cada estrofa un poco más contra su pecho. No sólo
te acaba reconfortando el cuerpo, la mente y tu ser a completo, sino que nos
resguarda hasta el respirar acompasadamente lento que nos hace sentir en el
paraíso de los sentidos.
Mas esos días de lluvia que eres capaz hasta de mirar más
lejos de tu horizonte frontal, ves como las palomas están encaramadas a los
cables que van de punta a punta de las grandes calles o avenidas, e inmóviles
permanece ahí, como encerradas en sí mismas, esperando que amaine el temporal.
Pero lo mejor de estos días es que mientras el resto
maldice cada gota que se precipita contra el suelo, sobretodo si ha habido uno
o dos o tres días de sol seguidos y ya habían sacado toda la ropa de verano del
armario, es que la calidez de un abrazo se valora mucho más. Ese que se da sin
más, con toda la pureza de un alma.
Los días que el astro sol culmina los cielos, sin lugar a
dudas un abrazo es como algo lógico (al menos para las personas como yo que dan
tanto valor a esa clase de actos con tanta valentía por bandera). Mas en un día
de lluvia que muchas personas casi suplican que le abraces, cuando por fin
regalas uno, se valora tanto, que hasta te sabe mal tanto agradecimiento.
¿Por qué los días de lluvia son especiales? Pues muy
simple: la madre naturaleza se manifiesta en todo su esplendor decorando con
pequeñas gotas árboles, setos, geranios, tiestos, incluso farolas incluso
apagadas.
Los días de lluvia son mágicos, aunque muchos jamás serán
capaces de verlos así.
MORALEJA: Edmond Gouncourt dijo: “No perdáis vuestro
tiempo ni en llorar el pasado ni en llorar el porvenir. Vivid vuestras horas,
vuestros minutos. Las alegrías son como flores que la lluvia mancha y el viento
deshoja”.
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