Martes, 16 de febrero de 2016
No, no es una exageración ni mucho menos. Hay días que se
van complicando de tal manera el día que cien metros lisos, que normalmente los
harías en diez segundos o menos (si eres profesional, claro está), se convierte
en un suplicio en que la hora de la comida, es TODO UN REMASO DE PAZ incluso
con comida recalentada y demás.
¿Que no puede ser así? ¡Os cuento! Te levantas, vas al
médico pues tienes que tramitar algún documento médico de tu padre, de tu
madre, de tu esposa pues ella no puede. Al tener jornada partida y trabajar
fuera, sino lo haces a primera hora, no podrás hacerlo en todo el día. Llegas
al centro médico y como no… ¡No hay donde aparcar! Te preguntas como puede ser
si hace apenas cinco minutos que ha abierto en centro sanitario, haya ya una
cola que parece infinita. Te toca esperar tu turno para que te den un papel,
para que te atiendan en un mostrador u otro (si, después de muchas cabalas,
hacer dos colas es mejor que una desorganizada. Eso si, como la evolución va
hacia delante, un nuevo avance serán tres colas,… ¡Patético!).
Te atiende, por suerte un hombre que más o menos sabe de
que va. Tras veinticinco minutos de espera en la cola, de nuevo a la carretera.
Si hay mucho tráfico normalmente a primera hora, imaginad si vas con media hora
de retraso. Es como si todos los conductores lo supieran y también los
semáforos incluso los guardias de circulación que a esa hora todos te paran a
ti para dejar pasar a los estudiantes.
No sé como llegas a la empresa con sólo cinco minutos de
retraso (y eso que siempre llego con diez minutos de antelación pues no me
gusta que me llamen la atención por algo que está en mi mano evitar). Y como
Murphy es un cabrón que aparece cuando menos te lo esperas, el responsable de
la empresa, el que paga los sueldos y nunca te ha visto llegar antes desde hace
ya más de diez años, hoy te pilla en recepción y te echa un vistazo de aquellos
que uno entiende muy bien: “¡Te he visto! Y sé que llegas tarde”.
Así que el día no empieza con buen pie. Además, como
estamos en plena campaña de gripe, falta LA MITAD de la plantilla. En Comercial
la mitad. En Administración sólo uno pero otro, como comercial necesita ayuda,
se va con ellos. En Almacén faltan como diez. En Productos dos más. Y claro,
eso no tiene que verse de cara a la galería y por lo tanto, vas atendiendo las
llamadas como buenamente puedes. Mas es obvio que alguno tiene que esperar. Sin
embargo como no está acostumbrado a ello, se enfada, grita, te falta el respeto
y al final, te dice lo que necesita. Te dan ganas de mandarlo a la mierda y sin
embargo, te pones a hacerlo con rapidez pues entra otra llamada y otra y otra y
otra.
Para colmo, hay una chiquita nueva a la que no han enseñado
bien (porque no hay tiempo, porque no hay gente, porque algunas no tienen ni
PUÑETERA IDEA del trabajo que desempeñan desde hace quince años). La chiquita,
a la que le han dado cuatro nociones básicas (muy básicas, pero que muy, muy
básicas pues algunas y algunos no da para más) te empieza a remitir un sinfín
de e-mails que son, sin lugar a dudas, para su propio departamento.
Pacientemente devuelves uno, dos, tres… treinta y cinco. Pero después de una
hora y media te da por llamar a la persona que tendría que haberle enseñado un
poquito mejor y le dices: “¡Por favor! Pierde diez minutos con ella pues no
puedo estar toda la mañana devolviéndoos los e-mails”. A lo que la avispada del
otro lado responde… “Ya le he dicho que me pregunte lo que no sepa”. Respiras,
te tomas unos segundo para no decirle lo que pasa en aquellos momentos por tu
mente. “Ya pero la chica, te habrá preguntado y no le has respondido porque
hablabas por el teléfono y me está pasando TODO lo que es para vuestro
departamento. Te pido que le dediques diez minutos”. Tampoco lo ha entendido a
la segunda, pues ella es así, y te responde un “¡Vale!” que tú sabes muy bien
lo que significa: “Por uno oído me entra y por otro me sale”.
Así que en un despacho de cuatro personas, hay una, tú.
Estás cogiendo el teléfono, atendiendo el zetafax, respondiendo a los e-mails y
devolviendo los erróneos que siguen llegando, soportando de todo y más por un
puesto de trabajo que te gustaba hasta que comprendiste que nadie es
imprescindible cuando murió un compañero por cáncer y a la mañana siguiente, ya
había otro en su puesto.
Llega la hora de comer, pero tú no has acabado. Te tomas
treinta minutos para cerrar temas por no dejar las cosas a medias. ¡Eso jamás
te ha gustado! Mas cuando vas a calentarte la comida, tras poner la copia de
seguridad que siempre te toca a ti poner a mediodía a la que tienes que dedicar
un tiempo para poner sobretodo cerrando ordenadores que OTROS siempre se dejan
abiertos, no te encuentras con nadie. El jefe JAMÁS ve esos momentos en los que
has invertido 45 o 55 minutos a favor de la empresa de más y sin remuneración
extra ninguna. Sólo estará cuando llegues tarde, aunque sólo sea un minuto,
para lanzarte esa mirada absurda que te hace sentir hasta culpable.
En fin… todos hacemos cien metros en cinco horas, pues pese
a los baches, los gatos que se cruzan simbólicamente en tu camino, las rocas,
las espinas, las serpientes y demás, el ser humano es capaz de todo por
alcanzar su meta, aunque muchas veces te dé ganas de darte media vuelta y
mandarlo todo al carajo.
MORALEJA: Alfred Victor de Vigny (1797-1863),
escritor francés, dijo: “Las personas fuertes crean sus acontecimientos; las
débiles sufren lo que les impone el destino”.
Está muy claro. En España el reloj de entrada y salida del trabajo sólo se usa en ciertos almacenes y fábricas, debería estar en todas las oficinas, eso "delata" al que llega antes, al que se va después y al que siempre se toca los huevos. Además, un buen CRM, y un plan de "productividad" hace que se mida ésta (en muchas empresas americanas pagan plus por productividad y despiden por baja productividad, en Japón y China, sin un trabajador detecta que no produce lo suficiente, se despide a sí mismo, sin que nadie se lo diga... Pero claro, "Spain is Different" y lo curioso es que lo diga un Andaluz como yo, tachados de vagos y fiesteros, pero mas de uno de esas regiones que se dan de currantes natos no dan un palo al agua y aún les queda el carácter latino (latino de latín-roma) de tener padrinos en todas partes y acceder a puestos para los que no valen por "recomendación"
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