El tiempo es muy relativo.
Para amar a veces sólo con un instante es suficiente para acabar completamente
presa del amor más bello y profundo jamás imaginado.
Por desgracia, para odiar, hace
falta también ese mismo instante para caer en un mundo donde sólo la muerte de
esa persona, puede hacerte sentir mejor, aunque eso signifique asesinar a un
semejante.
Los trece años siempre ha
sido una edad complicada para nosotros tanto si estamos pasando como si la vivimos
desde fuera. Los cambios de nuestro cuerpo, la pubertad, esa “Edad del Pavo”. Aunque
los cambios físicos son los más visibles, los cambios en la personalidad son
todavía más fuertes y los que más sorprenden a los padres, ya que el niño dócil
y amable de hace unos años ha dado paso a un joven con un carácter más difícil
y distante. Los principales cambios que se producen en la personalidad de los
chicos y chicas que se encuentran en la “edad del pavo” son los bruscos cambios
de humor, que la familia pierde importancia y el grupo de amigos se convierte
en el eje principal de sus relaciones sociales, que empiezan a interesarse por
el sexo y a mantener relaciones sexuales, que se muestran rebeldes con los
adultos pero son fieles a las costumbres y creencias de su grupo de amigos, que
comienzan a plantearse cuestiones como la religión o diversos conceptos
abstractos que antes no habían tenido en cuenta y que, en algunas ocasiones,
pierden interés por los estudios.
Sin embargo, nadie se
plantea que su hijo de trece años, se presente en su instituto con una
ballesta, con un puñal y acabé con su maldita “lista negra personal” de enemigos
por la vía rápida.
Hoy en el instituto Joan
Fuster, ubicado en la plaza Ferran Reyes, en el barrio de La Sagrera de
Barcelona, un alumno de segundo de ESO ha herido a cuatro personas, dos alumnos
y dos profesores, y ha matado a un profesor.
El profesor asesinado era
natural de Lleida y hacía una sustitución en el centro desde hacía diez días
tal y como ya había hecho muchas otras veces en otros centros de la capital
catalana por su función de interino. Era un apasionado de la historia. Hoy, al
acudir al auxilio de una profesora agredida en la clase de al lado, ha
encontrado la muerte. Por intentar salvar una vida, por proteger a los alumnos
que con sus gritos daban la voz de alarma, un niño de trece años, un
adolescente que cursaba sus estudios en ese centro, le disparó con una ballesta
y luego le asestó una puñalada. ¡Ahí acabó su vida!
Lo más alarmante, como si
la noticia en si no lo fuera, es que el menor, al no tener catorce años, no ha
podido ni ser detenido. Ha sido confinado en un centro psiquiátrico como si de
un loco se tratara y no de un hombre-niño muy cuerdo que ya había expresado más
de una vez su malestar con su entorno y con su propia vida. ¿Cómo puede
tratarse a un asesino como si fuera un perturbado sólo por una edad? ¿Qué no sabía
lo que hacía? ¡No me lo creo! Alguien con la sangre fría como para tomar una
decisión así, premeditada sin lugar a dudas, ha dejado de ser un “niño” para
convertirse en un “verdugo” muy consciente de sus actos.
Como si la vida no fuera
complicada con terroristas, perturbados sexuales escapados de las cárceles
legalmente, locos psicópatas a los que este atenuante en si les proporcionará una
reducción de condena, ahora tenemos con cargar el lastre de que hasta los que
parecen niños, visten como niños, hablan como niños, actúen voluntariamente
contra “enemigos” que simplemente lo son por marcarles unas pautas mínimas de
civismo, educación y comportamiento.
¡Nadie merece morir! Menos
que nadie, alguien que sin pensar en su propia vida, actuó como cualquier
persona con corazón al oír chillidos de temor en la puerta de al lado. ¡NO ES
JUSTO!
MORALEJA: Jaume
Perich, (1941-1995) humorista español, dijo: “La gente joven está convencida de que posee la
verdad. Desgraciadamente, cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es
verdad”.
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