Trabajaba en una
empresa de administrativa el departamento de publicidad que tenía sede en
Barcelona y la central estaba en Madrid. La situación era cada vez peor por
culpa de la crisis y necesitábamos que la feria de Madrid fuera todo un éxito.
Nos reunieron a la división de Barcelona de publicidad con la de Madrid.
Nos fuimos a
Madrid el primero lunes de octubre. Los compañeros estaban muy alterados pues
se creían que sería como una competición para decidir si era mejor el
departamento de publicidad de Madrid o el de Barcelona. Nadie colabora entre si
ni siquiera del propio departamento. Se convirtió en una lucha individual por
ser el mejor.
El miércoles de
esa misma semana la tensión se podía respirar en el ambiente. Tuve la mala
suerte de tropezar sin querer y derramar las botellas que llevaba para la
reunión de la presentación de las propuestas para el stand. Se derramó toda el
agua por los bocetos dejándolos casi inservibles. Empezaron a gritar sin
sentido todos contra mí. ¡No era para tanto! Me dije para mi misma pero,… los
gritos siguieron hasta desmoralizarme por entero. Me fui al baño para poder
llorar a solas. Cerré la puerta de uno de los baños y me desfogué llorando.
-
Hola,… ¿Estás bien?
Una voz
masculina sonaba a través de la puerta.
-
No mucho. No es una buena semana.
-
Oye,… ¿Por qué no sales y me lo
explicas? Anda,… no me gusta escuchar a una mujer llorar. – me dijo la voz de
un hombre desde el otro lado.
-
No nos conocemos y… no sé si podría
salir ahora que tengo los ojos rojos y la nariz como un tomate. – le respondí
amablemente.
-
Bueno, me llamo Jaime y si te sirve
de consuelo, hablaremos de espalda hasta que te serenes y así no veré tu
rostro. ¿Qué te parece?
La ocurrencia
tan rara me hizo reír y salí. El ya estaba de espaldas y yo también me puse de
espaldas a él. El se acercó contra la mía hasta que estuvimos una contra otra.
-
Me llamo Laura y vengo de la
división de Barcelona del departamento de publicidad.
-
¿Por qué llorabas Laura? ¿Qué ha
pasado para encerrarte? – me dijo él con tono preocupado.
-
Se me cayeron las botellas de agua
sobre los bocetos del stand y se pusieron a gritarme todos como energúmenos.
Quieren ganar a sus compañeros y no se dan cuenta de que todos estamos aquí por
lo mismo – mis ojos se volvían a humedecer.
-
Una chica tan guapa no debería
llorar por eso…
-
Ya.
-
¿Cansada?
-
Mucho,… y tremendamente nerviosa.
Esto no puede ser normal. Tanta rivalidad, tanta… tontería.
-
¿Puedo agarrarte la mano? – lo dijo
mientras acercaba su mano a la mía. Le cogí la mano yo y sentí una descarga
sensual increíble. Él lo noto.
-
¿Quieres que nos tapemos los ojos? –
dijo él.
-
Porque no. – Se quitó la corbata y
tapó sus ojos con ella. A mi me quitó el pañuelo que tenía al cuello y tapó los
míos al tacto.
Cuando teníamos
los ojos vendados ambos, sentí como cerraba el pestillo general del baño. Y
luego sus labios empezaron a besar los mío. ¡Necesitaba desfogar mi cuerpo!
Empecé a devolverle el beso y apresuradamente, empecé entre las oscuridades de
mis ojos, deslizar mis manos por dentro de su camisa.
Alcancé sus
pezones con mi boca y los succioné y mordisqueé con mucho placer. Me encantó
oírle gemir de placer. Mis manos se deslizaron hasta su pantalón y le quité el
cinturón. Baje su bragueta y saque su sexo enorme. Quería saborearlo pero el me
dio la vuelta y me levantó la falda. Sentí como sus manos me despojaban de la
blusa y abría mi sujetador para deslizar sus dedos por mis pezones. Yo gemía de
placer. Ladeo mi braguita con una mano mientras con la otra seguía acariciando
mis pechos. Sentí su pene adentrarse en mi sexo y con cada embestida me volvía
loca. Perdí la noción del tiempo y de donde estaba y me dejé llevar por el
deseo, por el placer, por la liberación de sentirme poseída por entero. Poco a
poco fue deslizando sus dedos por mi trasero mientras yo me seguía corriendo
una y otra vez. Noté como se adentraba muy poco a poco en mi ano y, aunque
jamás lo había probado, me encantaba sentir sus dedos dentro de mi culo. No
paraba y con suavidad seguía adentrando uno y otro de sus dedos. Su mano se
dedicó a deslizarse por mi clítoris. Yo creía que iba a morir entre jadeos
incontenibles y placer extremo cuando me penetró el culo con su pene. ¡Fue
genial! No me dolía y además estaba proporcionándome un placer jamás
disfrutado.
-
No pares, no pares, no pares,…
Le gritaba
mientras no sabía por donde sentía ya los orgasmos que me venían y me hacían
perder poco a poco, el sentido. Su sexo estaba durísimo y yo no podía aguantar
más. Sentí como se derrumba dentro de mí y perdí la consciencia de placer.
Cuando recobré
el conocimiento estaba en un despacho encima de un pequeño sofá.
-
¿Estás bien Laura? – me dijo la voz
de Jaime que venía hacia a mi con un paño mojado en agua.
-
¿Ha sido todo un sueño? – dije medio
trastornada.
-
Para nada. Pero ahora,… descansa.
Cuando te encuentres bien nos iremos a comer para que repongas fuerzas.
-
No puedo, tendría que estar
trabajando,…
-
Hoy no, le he pedido fiesta a tu
responsable. Le dije que te encontré desmayada en el suelo del baño y te ha
dado fiesta. Puedes quedarte conmigo o irte al hotel, lo que desees.
-
Me quedo contigo.
Al cabo de un
rato salimos a comer y luego, cara a cara, volvimos a disfrutar de nuestros
cuerpos una vez más. ¡Fue genial! Ya estoy esperando que llegue la noche que
hemos quedado para cenar y si todo va bien, para seguir disfrutando
intensamente del placer.