Cuesta creer que en un mundo moderno un monosílabo siga sin ser entendido y que a veces, más de las que a una le gustaría admitir, hay que recurrir a la bordería para que quede claro que NO es simplemente NO.
¿A
qué viene esto? ¡Muy sencillo! Hace unos días, hablando con una amiga me
comentó algo que me llamó la atención de forma un tanto dura. Resulta que
trabajaba haciendo una sustitución maternal y estaba a punto de acabarse
(cuestión de una semana en 2007). Fue a tres entrevista y a en la tercera, tuvo
la suerte de ser cogida. Era un contrato de tres meses que se prorrogaría al
año. Eso, después de dos contratos de seis meses supliendo a mamis, le subió mucho la moral.
Los
días que le quedaban en la antigua empresa, empezó a arreglar todo para no
dejar nada pendiente. De los talones y pagarés que había preparado para
proveedores, había dos que no habían venido a buscarlos. Su último día, después
de dos llamadas anteriores, volvió a llamar para que pasaran a recogerlos. Una
de las empresas le cogió el teléfono un chico muy simpático. Le dijo que en 10
minutos pasaría por la empresa. ¡Así fue! Recogió el talón y después de una
charla muy corta, no sabe como, le pidió el teléfono para seguir en contacto.
Mi amiga se echó a reír pues es una mujer normal y corriente y no le había
pasado eso nunca. Pensó, según ella, que era una broma o una apuesta o algo
raro. Le dijo que no podía dárselo y puso alguna excusa (no me ha dicho
cuales). El insistió y como no veía que fuera nada malo, al final le dio su
móvil.
Pasaron
las semanas y la llamó para tomar algo. Quedaron y hablaron poco durante un
medio día frente a un bocata cada uno y un par de coca colas. A él le gustaba
un escritor que también le gustaba a ella (Gabriel García Márquez) y eso disipó
la charla. Le dijo de quedar otro día y ella respondió que no. Durante la
comida no le había dado muy buena vibración y con una vez que quedaran,… ya era
suficiente.
Pasaron
los años y cuando ella se pone el whatsapp en el móvil, recibe uno de un número
desconocido que le decía: “¡Hola vecina!
¿Qué tal? ¿Cómo va todo?” Ella sabía
muy bien que no era un vecino pues su número, se lo daba a pocas personas y
sólo lo tenía la vecina de enfrente por si ocurría algo imprevisto. Se quedó a
cuadros y como era lógico preguntó quien era. Le respondió que era él, aquel
hombre del talón. Primero le chocó que después de cinco años siguiera guardando
su teléfono. Luego le respondió de forma simpática. Él le envió un video divertido
de dos móviles haciendo el amor. Ella se rió. Le envió uno de un chiste un poco
verde. Él se rió. Le envió un video de otro chiste subido de tono. Ella se rió.
Le envió una canción de broma que le habían pasado. Él la llamó. Ella no cogió
el teléfono pues se asustó. Le envió un mensaje y le dijo: “¿Por qué me llamas?”. El respondió: “¡No te hagas la dura que tu ya sabes lo que yo busco y se que tu lo
deseas igual!”. Ella se estremeció aterrorizada. ¿En qué mundo unos
mensajes cinco años después sencillos y llenos de risas podían ser
interpretados tan mal por una mente masculina? Ella tomó aire y le expresó: “¿Qué crees que quiero?”. Él le
respondió: “¡Que hagamos lo mismo que los
móviles! Nadie se va a enterar. Soy discreto”. Ese fue un golpe bajo y nada
acertado. Si un hombre con el que sólo se había compartido en los cinco últimos
años un silencio, del que no se guardaba ni el teléfono, al que se enviaron
unos mensajes de whatsapp podía pensar que busca sexo,… es que no era una broma
pesada sino que esa persona tenía una psicopatía y de muy mal gusto. Intentó
controlar sus nervios, sus malos recuerdos y le respondió que borrara para
siempre su móvil. Él respondió que “Ok!”
Cuando
me lo contaba estaba conmovida y paralizada por el pánico. No paraba de preguntarme
que en que mundo algo tan sencillo podía verse como una insinuación de algo que
no fuera la risa. Intenté hacerle entender que esa persona, ese hombre en
concreto, no estaba bien sino que seguro que tenía un problema mental o que era
adicto al sexo. Ella empezó a decirme que dejaría de hablar con los hombres. Le
dije que no fuera tan radical. Ella me respondió que si algo tan sencillo se
tomó de esa manera. ¿Qué otras cosas dichas con doble sentido no fueron tomaron
por otros hombres como una insinuación indirecta del deseo sexual? Yo me reí y
me miró raro. Le conté lo que me pasó a mí una vez para que escuchara y
juzgara. Cuando yo trabajaba en una empresa, había un chico que siempre estaba
con la tontería del escote, que si esto, que si aquello. Era algo gracioso y
nada molesto. ¡Mis pechos no iban a emigrar de mi cuerpo! Eran pechos y la
vista que proporcionaba el escote era preciosa. La crisis hizo que mi despido
fuera uno de los primeros de la empresa por ser de las últimas personas en
entrar. Él, mi compañero, vino un día a verme y en la calle empezamos a hablar
de la vida. Fue una charla muy amena. Cuando le acompañé a su coche en una
calle donde no había tráfico, ni gente, ni nada, me pidió si podía darme un
beso. Yo me reí y le respondí,… Uno no,… dos y en la cara. Él me miró fijamente
y me dijo que no,… que quería besarme la
boca. Sonreí y sin hacerle daño porque era una gran persona, le dije que yo
no podía besar en la boca a nadie que no fuera mi pareja. ¡Así de sencillo! Me
dio un par de besos, un gran abrazo y se fue. Le dije a mi amiga que si yo
había sido más directa que ella y que me había pasado lo que yo consideraba una
anécdota, es lo que tenía que hacer ella con lo de ese individuo. Sonrió. La
sonreí. Se calmó bastante y volvió a salir al mundo como siempre, con una
sonrisa en la boca y una palabra amable para todos. ¡Así era ella!
MORALEJA: Cuesta creer, y lo vuelvo a repetir por tercera
vez, cuesta mucho creer, que un mundo desarrollado como es el nuestro, un
hombre siga teniendo los instintos primarios y lo que es peor, la educación de
un hombre de las cavernas. Ya no existe ni mazo, ni arrastrar a la hembra por
los pelos para poseerla forzada en lo mas oscuro de una cueva. Ahora existen
los móviles, los hombres desequilibrados o, simplemente, sexualmente
insatisfechos. ¡El sexo no es malo! No lo convirtamos todo en algo misógino y
posesivo. Todos tenemos derecho de disfrutar de nuestro cuerpo y del de otro.
Eso si,… ¡¡¡SIEMPRE CON EL CONSENTIMIENTO MUTUO DE AMBAS PARTES!!! ¡Basta ya de
forzar! NO es simplemente NO. ¡Así de FÁCIL!
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