CATORCE MISAS EN TU NOMBRE
Llegó otra vez ese amargo día.
Una fecha en el calendario
que deseo rasgar cada año
para hacerla desaparecer
para siempre de mi vida.
Aquel veintiséis de octubre
la muerte te ganó.
Te llevó con ella,
dejándome completamente
afligida, desamparada, abandonada,
… completamente sola.
Un vacío agonizante robó
de mi cuerpo la alegría de vivir.
Desperté a la mañana siguiente
de aquel día y no sentí nada.
Ni mi latido, ni mi respiración,
ni las ganas inmensas de verte
para saber que estabas vivo
(un sentimiento extraño,
como estar muerta en vida).
¡Todo podría haber
sido un mal sueño!
Una pesadilla que al despertar,
con la frente empapada,
una recuerda aliviada al abrir los ojos.
Pero pasaron los días.
Sin darme cuenta
el primer aniversario
de tu fallecimiento, llegó.
Una misa por tu alma.
Y otra, y otra, y otra más.
Este año fueron catorce
y las lágrimas al pronunciar
tu nombre escuecen más
que sal en herida abierta.
Cada mañana despierto deseando
que todo sea un mal sueño.
Cada noche me voy
a la cama con un solo deseo…
¡Ojalá hoy pueda verlo
un instante en mis sueños!
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