jueves, 19 de febrero de 2015

AQUELLA PRIMERA VEZ (relato)




Quienes trabajamos en oficina sabemos que a veces, entre llamadas, entre e-mails, entre papeles, entre correo ordinario que viene y va, las personas interactuamos a otros niveles no profesionales con la gente de nuestro entorno. Eso es lo que no pasó a Luís y a mí. No nos conocíamos más que por la voz pero eso no impidió que nos llegáramos a conocer más que las personas con las que compartía mi día a día. Ambos sabíamos muchas cosas del otro, incluso cosas que no cuentas ni siquiera a tu pareja, que necesitas compartir con alguien ajeno para saber si eso es lo normal, lo correcto, lo frecuente, o simplemente, como desahogo con alguien no hormonal (las mujeres tendemos a dramatizarlo todo y una visión llena de testosterona es concisa, sencilla y muy necesaria a veces).

La primavera se acercaba. Esos días con más horas de sol, el calor de las horas de medio día, nos invitaba ya a prescindir de algo de ropas y sobretodo, notábamos como nuestra sangre corría con más vigor por todo nuestro cuerpo.

Un día, no sé como, empezamos a hablar de sexo. Es algo complicado saber quien de los dos empezó primero pero había una necesidad de ambos de desahogarnos a muchos niveles. Uno de los dos llevaba más de tres meses sin contacto carnal. Otro más de seis meses. Nos reímos, bromeamos y colgamos.

Al día siguiente un e-mail vespertino del correo me hizo soñar con algo jamás imaginado.
Luís me invitaba en un e-mail muy especifico a imaginarnos a ambos en un lugar alejado, piel contra piel, dejándonos llevar sin más ni más. Mientras lo leía podía escuchar su voz susurrante en mis oídos. Aquella sensación hizo que mi cuerpo empezara a sentirse predispuesto de manera casi inmediata. ¿Eran la falta de sexo? ¿O el echo de transgredir las normas por primera vez la que me motivaba a decir sí, a dar ese paso?

Los días pasaron y los e-mails, iban y venían cada vez más cargados de imágenes verbales, de necesidad no saciada, de hambre carnal no satisfecha. Me mente estaba extenuada de deseo.

Hubo un día en que surgió una fecha así por que sí. En dos semanas nos veríamos por primera vez pero no para tomar café. Nosotros necesitábamos más y sabíamos que era.

Habíamos hablado durante mucho tiempo de lo mucho que ambos nos merecíamos un masaje. “¿Por qué contratamos un masaje tántrico para dos?”. Yo desconocía lo que era y en cierta manera me gustaba que así fuera. Me dejaría guiar por él. Eso sí, teníamos que elegir a un hombre o a una mujer para darnos el masaje. Él me envió los folletos del lugar que había elegido para que yo eligiera. Yo le dije que no, que deseaba que él eligiera. “¿Hombre o mujer?” me preguntó. “Lo que tú desees”. Al día siguiente me envió la foto de la seleccionada. Era una chica preciosa menuda, delicada, preciosa, con la piel muy blanca, el pelo rubio como un rayo de sol y los ojos azules. Parecía un precioso ángel todo hay que decirlo. En aquel momento casi me entró el temor en el cuerpo. Yo era más bien alta, de piel tersa y tostada, con curvas, castaña con ojos marrones. Sin lugar a duda era todo el contrario de aquella chica. Pero eso él no lo sabía. No nos habíamos visto nunca.

Con aquel temor en mi cuerpo, me fui a casa. Llegué a mi habitación y me desnudé poco a poco delante del espejo con cierto temor. Recorrí la silueta de mi cuerpo con mi mirada una y otra vez. Tuve un momento un tanto lésbico conmigo misma reflejada. Mis manos acariciaron mi cuerpo de la cabeza a los pies. Me imaginé que Luís observaba silenciosamente entre las sombras y empecé a pellizcarme los pezones, a lamerme los dedos para deslizarlos por ellos, a dejar que mi mano jugueteara con mi entrepierna. Tuve un orgasmo bestial sin dejar de mirarme una y otra vez en el espejo. Al acabar extenuada en el suelo, los miedos se habían esfumado.

Llegó el día. Nos veríamos en un bar cerca del lugar de masaje. Allí me esperaba él. No sabía como era pero lo reconocí entre el resto de los hombres.

Nos saludamos de forma muy comedida, con un par de besos en las mejillas y poco más. Me senté frente a él. Antes de poder decirle nada, llegó la camarera y me pedí un cortado aunque deseaba tomarme una tila. Estaba muy nerviosa.

Se hizo un silencio incómodo. La chica volvió con el café. Había música de fondo y ese mismo instante empezó a sonar Una Propuesta Indecente de Romeo Santos. La letra era todo lo que anhelábamos decir y escuchar del otro. Se veía que él también conocía la letra y de forma intercalada, fuimos hablándonos en bajito con la letra de la canción que sin lugar a dudas estaba hecha para nosotros, para ese día, para ese instante.

“Que bien te ves, te adelanto no me importa quien sea él”.
“Dígame usted, si ha hecho algo travieso alguna vez”.
“Una aventura es más divertida si huele a peligro”.
“Si te invito a una copa y me acerco a tu boca…”
“…si te robo un besito haré que lo hagas conmigo”.
“Que diría si esta noche, te seduzco en mi coche,…
… que se empañen los vidrios y la regla es que goces”.
“Si te falto el respeto y luego culpo al alcohol…
…si levanto tu falda me darías el derecho a sentir tu desnudez”.

Nos reíamos y la tensión se disipó en aire. ¡Fue increíble! Luego salimos a una distancia prudente, el uno del otro, y nos fuimos al centro de masaje.

Nos recibió una chica que nos informó del funcionamiento. Nos dijo que nos podíamos duchar. Se me hacía raro vernos por primera vez sin ropa en la ducha y le dije que pese a que estuviéramos desnudos dentro ambos, que él me fuera recorriendo y descubriendo a medida que lo hacía las manos de la chica y que yo haría lo mismo. Le gustó la idea. Nos duchamos y salimos los dos sólo con un albornoz encima.

Llamamos y vino la chica a buscarnos. Nos llevó a una habitación decorada con motivos orientales, con budas, con música hindú,... muy agradable. Nos sirvieron cava y esperamos.

Al poco tiempo llegó la chica que Luís había elegido. Llevaba una bata corta que dejaba ver sus piernas. Se presentó y nos dijo que nos podíamos quitar ya los albornoces. Estábamos los dos desnudos frente a ella. Se quitó la bata y dejó al descubierto sus encantos. Lo único que llevaba ella era un minúsculo tanga blanco. Nos propuso darnos un abrazo, un abrazo tántrico lo llamó, los tres a la vez. Se me hacía raro sentir los pechos de otra mujer contra los mío, el torso de Luís contra el mío.

Me cogió de la mano y me llevó a la camilla. Me tumbé bocabajo mientras ella se mojaba las manos con aceite templado. Sentí como sus manos se posaban dulcemente en mis pies. Me sentía tremendamente nerviosa. Giré la cabeza y vi como él estaba sentado en una hamaca mirando mis pies tal y como habíamos dicho, descubriendo mi cuerpo poco a poco a través de las manos de ella. Sus manos fueron subiendo por mis muslos lentamente. Podía sentir la dulzura de sus manos, el ardor de los ojos de Luís traspasarme de deseo. Notaba como se inflamaba sus ansias de poseernos a las dos. ¡Me encantó verlo tan ansioso! Se notaba que estaba disfrutando, pero mucho de la experiencia y sólo era el inicio.

La chica le llamó para que viniera a formar parte del masaje con ella. Oí como le explicaba como hacerlo. Empecé a notar un masaje a cuatro manos, una dulces, menudas y tiernas. Otras más grandes, fuertes, vigorosas deslizarse por mi cuerpo desnudo. Subieron por las piernas y alcanzaron mi trasero. Era la primera vez que me tocaban dos personas a la vez y llegaban a una parte de mi cuerpo jamás había sido tratado con tanta entrega. Mi cuerpo se empezó a estremecer de delicia. Las manos de él siguieron subiendo por mi espalda, por mi cuello, por mis hombros hasta mis manos. Las de ella empezaron a acariciar mis muslos por dentro, deslizándose y llegando a alcanzar la parte exterior de mi sexo. Aquello me gustó mucho. Cuando fue introduciendo sus dedos aceitosos dentro de mí y los hizo salir y entrar una y otra vez, dedicándose por entero a mi zona vaginal, empecé a gemir sutilmente de placer. Podía sentir las manos de Luís masajearme las manos mientras sus ojos quemaban viendo como ella me deleitaba con sus preciosos dedos.

Me dio la vuelta y dejó mi cuerpo por entero a su disposición. Mientras Luís masajeaba magistralmente mis pechos, ella iba directamente a darme placer en mayúsculas. Masajeo mi clítoris hasta hacerme llegar a un orgasmo. Metió sus dedos en mi sexo, en mi ano logrando que alcanzara un orgasmo tras otro tras otro y mientras podía sentir como el  sexo de Luís alcanzaba unas dimensiones jamás imaginadas rozando mi brazo sin querer. Me encanta sentirlo tan duro, tan increíblemente deseoso, esperando su turno.

Yo me sentí muy relajada cuando le tocó a él. Le recorrió cada rincón. Con mi mirada, hice lo mismo que él con mi cuerpo, recorrer cada centímetro de su piel mientras la chica le masajeaba con dulzura. Llegó a su sexo y empezó a masturbarle. Le dijo que cuando estuviera a punto del orgasmo que le avisara. Yo no sabía porque, y esperé a ver que sucedía.

Luís le avisó de que estaba a punto de derramarse y frenó en seco. Se fue y nos dijo que nos podíamos quedar allí todo tiempo que nos hiciera falta. Nos quedamos los dos sólos, con toda la energía sexual fluyendo por todo el ambiente. Me asusté. No pensé que habría un momento en que estaríamos a solas los dos. Se acercó mí, con el sexo tremendamente duro. Quise arrodillarme para hacerle llegar donde la otra la chica le había dejado a medias pero él no me dejó. Me recostó contra la camilla y de pie, pude sentir como su enorme verga me embestía de forma sublime. Era como si tuviera dos pues su fortaleza al penetrarme me hacía gozar por delante y por detrás casi a la vez, con un simple cambio sublime para satisfacer todas nuestras ansias. Encadenaba un orgasmo, tras otro mientras veía como el trataba una y otra vez de contener el suyo. Cuando no pudo contenerlo más, vi como su cara se trasformaba en un goce sublime. Quedamos los dos exhaustos semitumbados en la camilla.

Fue una experiencia vital más necesitada que buscada. No justifico mis actos, nunca lo haré, pero si sentirse pleno es la consecuencia la acción fue la acertada.




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