Había sido un
día de febrero verdaderamente atípico. Cuando salí del trabajo a las tres de la
tarde hacía veinticuatro grados. ¡Parecía primavera!
Conducía con las
ventanillas bajas cargando las pilas de mi cuerpo con aquellos rayos de sol tan
ocultos tras las nubes días atrás.
Cuando llegué a
casa, la energía que había sentido en todo mi cuerpo del astro rey, me hizo
estar un poco… nerviosa a nivel sexual. Hubiera deseado tener a alguien a mano
a quien llamar para aliviar el calor interno que tenía.
En aquel momento
sonó el teléfono:
-
¿Sí?
-
Hola,… ¿Sabes quien soy?
-
No. No tengo ni idea. ¿Quién eres?
-
¿En serio no reconoces mi voz?
-
La verdad es que no.
-
Bueno,… no querría molestarte.
-
Bueno, dime quien eres y ya te diré
yo si me molesta o no.
-
Soy lo que buscas.
-
¿A sí? ¿Qué busco?
-
Alguien ardiente que satisfacerte. –
cuando escuché aquello me quedé blanca, sin poder articular palabra.
-
¿Sorprendida?
-
Un poco – respondí temerosa.
-
¿Por qué?
-
No se como puedes saber eso.
-
¿Quieres que cuelgue? – juro que deseaba
decir SÍ pero aquella charla sin charla me estaba gustando mucho.
-
¿Quieres que cuelgue? – volvió a
decir de forma mas sensual que la anterior vez.
-
No.
-
¿Cómo vas vestida ahora?
-
Me estaba desnudando. Ahora llevo
una camisa blanca y voy descalza.
-
Quiero que vayas a tumbarte a un
lugar cómodo. ¿Llevas ropa interior?
-
Si, un sujetador negro y braguitas a
juego.
-
Quiero que te desabroches la camisa.
Quiero que te acaricies los pechos por encima del sujetador – desabroché uno a
uno lentamente los botones de mi blusa. Empecé a deslizar mis manos por encima
de mi sostén. - ¿Cómo están tus pechos?
-
Duros y mis pezones erectos.
-
Mmmmmmmmmmm. Que pronto ha
reaccionado tu cuerpo. ¡Me gusta! ¡Me gusta mucho sentirte así – respondió con
un susurro lascivo que erizo toda mi piel. – Ahora sácate los pechos por encima
del sostén sin quitártelo. Pon el manos libres y pellízcate dulcemente tus
pezones – no sé porque pero obedecí.
-
Mmmmmmmmmmmm – susurré de placer.
-
¿Te gusta?
-
Mucho.
-
¿Notas tu sexo humedecerse?
-
Es un río ya.
-
Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm – respondió
él. – Me encanta sentirte tan caliente. Puedo notar como quema tu cuerpo desde
aquí.
-
Sigue.
-
Desliza una de tus manos entre tus
piernas. Agarra tu sexo por encima de tu braguita. ¿Qué sientes?
-
Arde, necesita que lo sacien,
necesita ser aliviado de su calor.
-
Así me gusta. Desliza un par de tus
dedos hacia su interior. ¿Cómo está?
-
¡Húmedo! ¡Muy húmedo!
-
¿Te gustaría que estuviera allí
contigo?
-
Sí, me encantaría.
-
¿Quieres que sean mis dedos los que
entren en ti?
-
Sí, quiero que tus dedos entren en
mí.
-
Imagina mi mano, deslizándose entre
tus muslos. Me encanta el tacto de tu piel. Rozo tu braguita y tu cuerpo se
estremece por entero. Deseas que siga más allá de la tela. Mis dedos separan un
poco tu braguita y uno a uno entran en ti y salen. Quiero verte disfrutar poco
a poco de cada uno de ellos. ¿Te gusta?
-
Sí, sigue.
-
Entran dos a la vez y los muevo
dentro de tu sexo en círculos. Rozo tu interior y eso te gusta. Oigo tus
gemidos y siento como mi sexo empieza a ponerse muy duro. ¿Te gustan grandes y
duros?
-
¡Me encantan!
-
Ahora meto otro dedo más y sigo
moviéndome dentro de ti ahora dentro, ahora fuera,… eso te vuelve loca de
placer. Siento como gimes y me excito verte caliente, estimulada, cachonda. Dime
que no pare.
-
No pares por favor. No pares.
-
Mmmmmmmmmmmm. Me gusta escucharte
suplicante deseando más. Mi cuarto dedo se adentra dentro de ti con fuerza,
deslizándose dentro, más adentro y sintiendo como tu sexo se contrae y coges mi
mano con tu vagina.
No puedo dejar
de gemir y deseo que siga, que no pare, que continúe dándome placer.
-
¿Quieres correrte para mí? – me dice
y en aquel momento un primer orgasmo bestial recorre mi cuerpo por entero.
-
Mmmmmmmmmmmmmmmm. ¡Te deseo! Quiero
que te sigas corriendo para mí. Mis dedos siguen dentro de ti, moviéndose
desesperadamente buscando tu placer, saciando tus ganas. ¿Me deseas?
-
Te deseo.
-
¿Dímelo de nuevo?
-
¡TE DESEO! No pares. No pares,… no,
mmmmmmmmm.
-
¿Dime que quieres que te haga?
-
Quiero sentir tu polla dentro de mí.
-
Mmmmmmmmmmmmm. Saco mis dedos y bajo
mi boxer. Mi sexo está tremendamente duro, tremendamente grande. Te lo meto
poco a poco. Mmmmmm, tu sexo está chorreante y el mío se va adentrando sin
problemas. ¿Te gusta?
-
¡Mucho! No pares. Sigue.
-
Mmmmmmmmmmmmmmmmmmm. Está toda
dentro de ti. ¿La sientes?
-
Si, la siento, me encanta,
mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm.
-
Así me gusta, mmmmm. Empiezo a
moverme lentamente. Quiero oirte gemir. No dejes de gemir para mí.
-
Si, no pares,… más. Quiero más.
-
Así me gusta. Acelero mi ritmo. ¿Te
gusta?
-
Me encanta tu polla. No dejes de
moverte. La quiero toda dentro de mí.
-
Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm. Así me gusta.
Acelero más el ritmo. Mis embestidas son cada vez más fuertes y más fuertes.
Quiero oírte correr. Córrete para mí. Córrete para mí. Córrete para mí.
-
Sí, … sí… sí,… sí …. Sí … sí… sí,
así. – encadené un orgasmo tras otro tras otro.
-
Mmmmmmmmmmmm. Tu coño está tan
húmedo que no puedo controlar ya mis brutales acometidas. ¿Las notas? ¿Notas
como te embisto?
-
Si,… no pares no, … no pares,… no
pares, … no pares.
-
Córrete para mí, quiero oírte
correrte.
-
Sí,…. Sí…. Sí….. Sí…. Sí …. Sí, sí,
sí, sí, sí, sí…. ¡Diooooooooossssssssss! – mi sexo encadenaba un orgasmo tras
otro tras otro.
-
No pares, sigue corriéndote para mí.
¡Quiero oírte! Dame más…
-
Si, no pares,… dame más. ¡Dame más!
-
Cielo, no puedo contenerme más.
¿Quieres que me corra?
-
Si,… córrete dentro de mí – cuando
acabé la frase escuche un grito de placer inmenso que salía del móvil. Seguí y
me corrí dos o tres veces más escuchando su grito.
Quedamos los dos
extasiados.
-
¡Eres una máquina sexual! ¡Vaya
pedazo de hembra! – me dijo la voz masculina del otro lado del teléfono. – Ya
tienes mi teléfono. Si quieres más aquí me tendrás para ti.
-
¡Gracias! – respondí y colgué.
Había sido todo
una locura y ni siquiera sabía quien había sido. Eso lo hacía todo más
excitante, morboso y prohibido. Ya tenía ganas de volver a llamarle cuando de
golpe volvió a sonar el teléfono.
-
¿Lista para el segundo asalto?
-
Sí – dije sonriendo sorprendida de
nuevo de que hubiera sido capaz de volver a leerme la mente.
Pasamos toda la
tarde dándonos placer y los días siguientes. Es increíble que siempre sepa
cuando le deseo. Sólo me gustaría saber si disfruto tanto así sin él al cien
por cien, como será el día que nos conozcamos y tengamos un cuerpo a cuerpo de
verdad. ¡Mmmmmm! Prefiero no imaginarlo.