martes, 9 de junio de 2015

PARA UNA VALIENTE NIÑA




Las personas estamos tan ensimismadas en nosotros mismos, en mirarnos nuestro propio ombligo, que pocas veces somos capaces, ni siquiera, de ver al que pasa por nuestro lado.

Es por este motivo que cuando un acto heroico pasa y deja tras de sí un recuerdo eterno, es cuando somos capaces de comprender que la vida es cuestión de minutos, de segundos y que mejor vivirla al cien por cien que estar excusando actitudes, despropósitos y olvidos, en una ajetreo cotidiano que sólo aporta, por así decirlo, algo con lo que tener una excusa para olvidar sin remordimientos.

¿Quién es la heroína de esta historia? Una pequeña de tan sólo seis años que murió salvando a su hermano de dieciocho meses.

Todo ocurrió en la casa familiar, en la localidad de Suuk-Chishma, en la república rusa de Baskortostán. Los padres trabajaban en el jardín y los niños jugaban en la cocina.
La pequeña Masha tropieza con un cable de un calentador eléctrico en el que había agua hirviendo. Lejos de pensar en su propia integridad, se lanzó para evitar que a su hermano le quemara el agua. Los padres se percataron con los gritos de la pequeña que contenía las lágrimas para que su hermano no se asustara más.

Los padres llamaron a una ambulancia que nunca fue. Cansados de esperar, y tras poner hielo en las heridas de la pequeña, fueron a un hospital, donde tras una hora de espera, le dijeron que sólo tenían cremas y apósitos para uno de sus dos hijos. Los padres corrieron hacia otro hospital para salvarla pero ya fue tarde. Las quemaduras de tercer grado en el sesenta por ciento de su cuerpecito, acabaron con su vida. Su hermano Dima, sigue ingresado pues recibió quemaduras en el cuarenta por ciento de su cuerpo pero se recupera favorablemente. 

Masha, una preciosa niña que se olvidó de su propio ser por salvar con tan solo seis a alguien que no podía protegerse por sí mismo, murió, no por ser altruista sino porque, por desgracia, nadie acudió, de los que sí PODÍAN Y DEBÍAN PROTEGERLA, en su ayuda. Ni una ambulancia, ni un servicio médico en condiciones. ¡Nadie! Esa es la peor moraleja para una historia que sin lugar a dudas debería haber tenido un mejor final.

MORALEJA: En el cuento de Peter Pan, cuando hablan de los Niños Perdidos, yo con mis treinta y siete años, ya no pienso en los niños que cayeron de los carritos y no reclamaron sus mamas como dice la historia infantil. Cuando yo pienso en el País de Nunca Jamás, en esos Niños que vuelan alto junto a un niño que jamás crecerá, junto a un hada de cabellos dorados, pienso en estos niños como Masha, como todos aquellos que mueren por culpa de estas negligencias absurdas que los adultos no somos capaces de gestionar. Una vacuna que no se pone y pone en peligro no sólo a un niño sino a infinidad de ellos por una cuestión francamente absurda. Unos adultos que no acuden a una llamada de auxilio por un estado grave de un menor. Las miradas a otro lado que hacen todos los que saben que la situación de los más pequeño, no sólo en España, sino en gran parte de Europa es nefasta hasta el grado peor que es el de no tener ni para comer. Los niños, los que tienen padres poderosamente portentosos y los que no, no dejan de ser pequeños que necesitan protección. Los héroes tendríamos que ser nosotros por luchar por sus derechos. ¿Hasta cuándo soportaremos ver las injusticias más infames contra los más pequeños?

Nadie debería llorar la muerte de un niño. ¡NADIE! Pues esa muerte no debería existir nunca. 

DULCES SUEÑOS MASHA. ¡BUEN VIAJE AL PAÍS DE NUNCA JAMÁS!

No hay comentarios:

Publicar un comentario