sábado, 22 de agosto de 2015

LAS TRES DE LA MAÑANA Y TODO SERENO





Ahora son las tres de la mañana. No tengo sueño. La tele no me llama la atención. Acabé el segundo libro de esta semana hace apenas diez minutos (empezaré otro mañana. ¡Me apasiona leer!).

El sueño no me viene y decido salir a la terraza de mi piso. Fuera la brisa de la noche es escasa, casi inexistente. Miro a izquierda y derecha desde una considerable altura. Nadie ha aparcado en los alrededores. Paro la oreja a ver si escucho algo en la inmensidad de la noche. ¡No oigo nada! Ni siquiera el crick-crick de los grillos, ni el sonido del coche que pasa, ni el llanto de un niño. Es una sensación a fin del mundo algo extraña. Eso sí… con una paz increíble en el ambiente.

Los semáforos cambian aun a su antojo. Rojo, verde y ámbar. Sin lugar a dudas, si esto fuera el fin la intermitencia vial haría mucho que se hubiera apagado.

La noche no es muy oscura, pero no hay luna. Sin embargo, en esta abandonada ciudad como tantas otras por estas fechas, las estrellas brillan más que otras veces. Parece que supieran que es aquí donde más las mirarán estos días en que todos se escapan, aunque solo sea unas horas, a disfrutar de un tiempo de libertad.

A mí me quedan pocos días ya para dejar de mirar el reloj. Los deshojo de mi calendario esperando llegar por fin al final.

Sin embargo, en estos momentos que el silencio es tan dulce, que el olor es hasta agradable, en que no hay vecinos, ni acelerones, ni nada que enturbie este bello momento, no desearía estar en otra parte. Me da igual el frescor tan agradable de la montaña, o la brisa del mar infinito, o el pueblo encalado, o la paz del que se aleja de la rutina. Ahora, en este mismo instante, siento una paz tan dulce, que no desearía estar en otro lugar.

Son las tres y cuarto. Deseo dejarme llevar por la noche y tumbarme, aunque alguien me viera en esta tesitura, todo lo larga que soy en mi terraza. Dejaré el ordenador y me dicaré sólo a inspirar y expirar, a contagiarme de esta solitaria noche en la ciudad.

Mañana, cuando suene el despertador, quizás los primeros rayos del sol me encuentren en pijama en el lugar más insólito de la casa para dormir. Sin embargo, si ellos me guardan el secreto, nadie más sabrá de mi locura de esta noche.

Si la vida son momentos, instantes como este de plenitud absoluta, que el sol no me despierte mañana, el ruido de los coches, ni la gente, ni nada. Deseo permanecer soñando despierta con las tres largas de la mañana, con este fin de mundo fingido, con la paz, con las estrellas, con esta oscuridad suprema que me hace sentir tan dulcemente pequeña.

¡Dulces sueños viajeros de la noche! Yo sigo un rato más con mi madrugada ausente.

MORALEJA: By me: “Cuando no puedes ver nada, cuando todo nade entre la oscuridad y las sobras, cuando nada de que te rodea tiene una forma definida, incluso cuando es imposible distinguir incluso un amigo de un asesino, incluso entonces, tu instinto de dará esa lucidez inconsciente para guiarte hasta donde desees llegar”.

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