lunes, 4 de noviembre de 2013

SIMPLEMENTE ADIÓS (escrito)


 

Me faltaron las fuerzas. Eso fue simplemente lo que pasó. Abrazarte dejó de ser lo mismo al igual que muchas tantas cosas que me callé hasta aquel mismo instante en que la verdad, era tan enorme, que ocupa la más inmensa de las habitaciones de un hogar.

 

Hubo tantos avisos. Ninguno fue escuchado por ti. Siempre estabas tan ocupado que dejaste para lo último lo que tenía que ser lo primero. Así llegó el fin. No hubo tercera personas,… ojalá ese fuera el motivo. Sería tan fácil decirte a la cara que amaba a otro, que yacía con otro, que era otro el que llenaba mis horas, mis noches, mis días. ¡No existió! Te amaba demasiado.

 

Ya sé que muchos me decían que me engañabas. ¡Que más da con quien! Ninguna huella de uñas en tu carne, ninguna mancha jamás de carmín en tus camisas, ningún chupetón escondido con palabras tras un golpe certero. Volvías a casa y tu olor era sólo tuyo. ¡No quería nada más! Pese a que llegarás pasada las doce, cerca de la una de la madrugada, a las tres pasadas de la mañana.

 

Trabajo, trabajo y más trabajo,… esa fue tu peor amante. Te comprometiste con todos y con todo lo que tuviera que ver con un viaje, con una factura, con un informe, con algo que compusiera la estadística que tenías que presentar cada mes. ‘¡Yo soy así!’ me decías. ‘¡Siempre he sido así!’  te engañabas a ti mismo con esas palabras. Cuando te conocí había algo más que esa maldita y estúpida empresa, que esas comidas con compañeros de trabajo que se eternizaban hasta que los datos eran favorables para ti sobre la mesa. Cada proyecto nuevo te alejaba más y más de mi lado y encima, tú, estabas contento. Yo no podía dejar en el futuro, en las veces que me quedé esperando cuando llegaba una fecha que yo recordaba y para ti era sólo un lunes o un martes o un miércoles más en tu calendario laboral. ‘¡Yo soy así!’  me repetías. ‘¡Siempre he sido así!’  apuntillabas así tu falta de delicadeza para lo que yo sentía.

 

Hoy ya no pude más. Me cansé de no ser nunca parte de un balance, parte de una prueba a la que pusieras tu empeño y tus ganas por que saliera a la perfección. Me cansé de no ser roca, ni mármol, ni losa. Me cansé de buscar siempre una respuesta a un cariño tan mal pagado como el mío por ti. Me cansé de esperarte. Me cansé de cansarme amor.

 

No hay nada más que decir. Son las cuatro y ya te fuiste y eso que en la cama caíste a las diez y pocos minutos de la noche. Yo me voy y lo hago para siempre. Espero que tanto esfuerzo, que tanta virtuosidad por la labor acometida te caliente la cama y las ganas cuando estas aprendan a prender de nuevo como cuando tenías dieciocho y no podías pasar ni un minuto sin poder tocar a una mujer, a mi.

 

Te molesta la vida y te pierdes en el sinfín de papeles amontonados en tu mesa. ¡Disfruta de la elección elegida! Yo te amo pero no puedo ser un papel pendiente o detenerme a esperarte eternamente cuando tu máxima sigue siendo ‘¡Yo soy así! ¡Siempre he sido así!’.

 

Yo quiero vivir y sentirme viva. No se donde encontraré esa vida pero está claro que aquí, a tu lado, no será jamás.

 

Te amo demasiado pero he decidió empezar a amarme yo un poco más.

 

¡Se feliz entre tus proyectos! El mío empieza hoy y no es junto a ti.

domingo, 3 de noviembre de 2013

LA SOBERBIA SE ESCRIBE CON NOMBRE DE MUJER (poema)


 
LA SOBERBIA SE ESCRIBE
CON NOMBRE DE MUJER
 
Cuando la humildad
cerró la puerta de tu vida,
se me reflejó tu YO
en primera persona
con una negritud
que jamás hubiera imaginado.
Aquella por la que ayer
hubiera dando algo más
que un simple gesto
mordía la mano,
arrugaba el gesto
y dejaba al descubierto,
el ennegrecido ser
que habitaba dentro de si.
‘¡La vida es así!’ fue tu máxima.
‘¡No me importas!’ fue tu
respuesta mas certera.
‘¡Me da igual lo que sientas!’ fue la saeta
que atravesó de par en par mi pecho.
Tus amistades refinadas,
aquellas que según tu
te daban cache y alcurnia,
pasaron por encima
de las personas humildes,
sencillas y serenas
que estuvimos a tu lado
cuando nadie más estaba.
¡Ahora no! Ya no me necesitas.
Te codeas de nuevo
con esa jet set barrio bajera
que estará a tu lado justo
el suspiro que dure
tu instantánea y pobre estela.
 
Yo no volveré a estar nunca más.
No es un cabreo, para nada.
La falta total
de realidades
en tu mundo,
que ni existen
ni puedes entender
(hace falta tener corazón
para ser así de diestro),
me alejan para siempre de aquí.
Mientras, empobrécete de dinero,
adora a falsos ídolos que buscan
sólo tu fama momentánea
que dura muy poco.
 
‘¡Se feliz y déjame en paz!’
esa es mi máxima
y no la voy a cambiar.
 

¿LAS MUJERES TENEMOS QUE FRENAR PARA QUE LOS HOMBRES ADELANTEN?


 

* Las mujeres tienen menos accidentes de tráfico que los hombres (Enlace web: http://cincodias.com/cincodias/2010/06/02/economia/1275458193_850215.html).

 

Una mujer conduce por una carretera de montaña con muchas curvas. Un hombre, enjuto y con un coche blanco, conduce tras de ella. En las curvas su coche se va para el centro de la carretera que es de dos carriles muy poco anchos y sin arcén apenas (ella siente que el conductor o va borracho o francamente conduce muy mal). Ella sigue a su ritmo, a cincuenta por las curvas y a sesenta o setenta cuando hay una recta. El trayecto de la carretera no es largo. Ella lo suele hacer, a esta velocidad, cada día en unos quince minutos. Llega una recta y el hombre adelanta haciendo un gesto grosero como si estuviera enfadado. Ella se extraña. Le señala los ojos como diciendo: ‘¿Es qué no me has visto?’ Resulta que el hombre, con esos espasmódicos gestos de tirarse en mitad de dos carriles con un coche menos potente que el de ella, lo que quería era hacer era adelantarla. No puso el intermitente. Su coche no iba comiéndole en culo al suyo (quiere decir que no tenía potencia ni para seguir el ritmo de ella y de su coche. Sin embargo, la chica, tenía que ejercer de vidente y adivinar que aquel hombre con un torpe conducir trataba de adelantarla. ¿Cómo? Eso esta claro,… ¡¡¡LEYENDO EL PENSAMIENTO!!!

 

Pese a todo la gran pregunta que a mí me nace en mi interior es esta: ¿Por qué las mujeres tenemos que frenar para que los hombres nos adelanten?

 

Primero pensé que como el coche de esta chica era alto, potente y grande, el hombre sintió en su coche pequeño y su cuerpo a juego como un desafío de tamaños (ya sabemos que a nosotras no nos importa el tamaño pero a ellos, eso les trae por la calle de la amargura. Ahora bien, si pensamos en la regla de la L (hombres altos cola pequeña y hombres pequeños cola grande),… ¿Qué importara que el coche de ella fuera mas potente que el de él? Sigamos…

 

Luego pensé que quizás fuera una falta de resistencia, que justo aquella mañana, que el hombre tenía a su disposición a su mujer de turno dispuesta a todo, el abría sufrido como una especie de encasquillamiento por abuso del manubrio con la mano de maniobras. ¡Vamos! Un gatillazo en toda regla y es que se ya se sabe: la edad no perdona amigo y eso no tiene que ver con el tamaño ni con la potencia sino con el desgaste de frotar el plátano en exceso sin dejar que este se sacie, de vez en cuando, en otra boca o en otro cuerpo. ¡¡¡MALAS COSTUMBRES ADQUIRIDAS!!! Comúnmente dichas obviamente. Sigamos…

 

Luego pensé que el hombre, simplemente, tenía un horrible mal día y que el hecho de sobrepasar a una mujer con un coche más potente con un coche MUY INFERIOR AL DE ELLA le reportaría esa cosilla que le faltaba en su vida, esa pieza que no le dejaba ni respirar, ni vivir, ni formar parte del conjunto de seres humanos que habitan en el planeta llamado tierra. ¡Pobre hombre! El buscando un motivo minúsculo para vivir y ella sin saberlo. Pero claro, repito, que la mujer,… no era vidente. Sigamos…

 

Por último, y ligeramente mas fugaz en mi mente, apareció la idea de que alguien, sea hombre o mujer, casi siempre, necesita sobrepasar, estar por encima. Ese complejo de ser más que nadie sí que me asustó. ¡Nadie es más que otro! Ni por hombre, ni por mujer, ni por coche más potente, ni por más poder adquisitivo, ni por religión, ni por nada. La muerte no hace distinciones a la hora de acabar con uno. Hay que aprender esto rápido porque a veces, cuando las ganas de quedar por encima ponen en peligro una vida, es mejor simplemente no quedar y dejar todo tal y como está aunque duela y sea molesto para más de uno.

 

Las personas siguen corriendo mirando sus relojes, sin darse cuenta que el vivir se le escapa entre los dedos mientras ellos sólo buscan un lugar donde ser superiores a alguien por un instante absurdo que nada cambia.

 

 

MORALEJA: Manuel Primo Iglesias dijo: “La pobreza material es más insostenible cuando además hay pobreza en el saber y en el espíritu” . Da igual las veces que tú hayas estado a su lado, o apoyado, o dado un abrazo. Las personas que no poseen sabiduría te harán daño porque no conocen nada más que su propio beneficio y su propio YO. ¡Viva la amistad! ¡Abajo el falso afecto!

viernes, 1 de noviembre de 2013

MINADO POR LA MINA (poema)


 
MINADO POR LA MINA

 

Nadie siente el dolor. ¡Nadie!

Pues nadie queda tras la muerte.

Bajar hasta lo más profundo,

confundirse entre polvo,

oscuridad, soledad vacío.

Ser enterrado en vida pasa

más de una vez por tu cabeza.

No te entienden y es lógico.

Donde tú trabajas no hay

ventanas para que entre el sol.

Todos protestan,

se quejan del momento,

del día a día,

de esta puta crisis

que está acabando

con todo lo poco

que quedaba de bello

en este diminuto mundo

llamado país circunstancial.

Mientras algunos corren

demostrando su poca humanidad

que habita en su interior,

tu lloras lágrimas demasiado negras

(no es por el luto, que existe,

pues el día de hoy no fue bueno

y mas de un amigo cayó trabajando.

Los matices que rodean

tu universo son negros

y olvidas de que color

es el llanto, la luz de día,

el olor a rocío de la mañana).

 

Nadie siente el dolor. ¡Nadie!

Pues nadie queda tras la muerte.

Da igual cuantas manos se levanten,

cuantos acuerdos firmados queden,

cuantas promesas incumplidas se firme

durante un día, una semana, un mes, un año.

 

Nadie siente el dolor. ¡Nadie!

Pues nadie queda tras la muerte.

 

¡TE RETO! (poema)


 
¡TE RETO!

 

Te reto a desvestirme

la boca de besos.

Te reto a que me desnudes

las manos de dedos.

Te reto a desvirgar mi silencio,

a medir sin mesura el sinfín

de mis curvas sin remedio.

Te reto a negarme ser tuya.

Te reto a que entres

en mí sin meterte dentro.

Te reto en el verbo indefinido,

en el sustantivo pluscuamperfecto,

en el adjetivo complementado

directamente por el indirecto.

 

Te reto a que aceptes mi reto.

Te reto a que me retes,

a que me lleves al límite,

a que me pidas que lo traspase

y lo rebase mas allá del infinito.

¿Te atreves? … ¡Te reto!

jueves, 31 de octubre de 2013

SE ME OLVIDÓ TU DÍA (escrito)


 

Creí que algo así no se olvida jamás (cuando el corazón se rompe de manera tan dura para siempre, la mella parece que durara toda vida. Mas no es así. Después de trece duros años me olvidé de ese día, de ti, de tu forma tan repentina de decir adiós).

 

Nunca creí que este día llegara y no por faltar a algo prometido, o por creer que con mi falta de memoria o la falta de memoria de mi corazón incompleto, pudiera estar escribiendo esto. Pero no,… no es así. ¡Llegó el día! Y me siento muy mal por ello.

 

Cuando mi madre me tuvo que recordar el cumpleaños del abuelo me dije,… ‘¡No! ¡No puede ser!’  A mi no se me pasa ninguna fecha. Llamé al abuelo, a tu padre, lo felicité por su ochenta y nueve años. Al colgar te recordé y me vino a la cabeza ese fatídico veintiséis de octubre de dos mil. ¡Había tanto planeado por aquella fecha! Tres bodas, una justo al mes siguiente, dos muy lejos de tu casa y tu, por no faltar a ninguna de ellas y poder cumplir con todas tus sobrinas, te pasaste todo el año trabajando durante dos años (ahora me pregunto si eso fue lo que al final te superó,… el no tener tiempo ni para ti por querer tener tiempo para todos los tuyos).

 

¡No lo merecíamos! ¡Yo hoy no me lo merezco! Tengo un sabor agridulce en la boca. Mis manos tiemblan y siento un vació inmenso por dentro. ¡Pensaba que te recordaría siempre!

 

Para mi no te has ido y no es algo que diga ahora por quedar bien. Aquí, en mi casa, en casa de mi madre, no ocultamos tus fotos y siempre estamos hablando de ti. Es un recuerdo constante de alguien que significó tanto que ni con su marcha pudimos arrancar de nuestras vidas. Incluso mi niño, ni precioso sobrino que ni siquiera pudo conocerte, habla de ti en presente como si estuvieras aquí en este momento (de pequeño no paraba de mirar al cielo y reírse. ¡Yo se que ese eras tú! Haciéndole cucamonas a nuestro pequeño cachorrito y protegiéndolo desde el más allá).

 

Las lágrimas se precipitan ahora en mis ojos culpables por olvidarme de tu día. La presión en el pecho aumenta y no hay consuelo para mi despiste.

 

Querría decirte tantas cosas, excusarme de forma que fuera más creíble pero sólo se hablar con la verdad. ¡Me olvidé! No de ti tío que me quería como a su hija, segundo padre, sino de esa fecha en que mi corazón dejó de estar completo pues un pedazo enorme se fue para siempre.

 

 

Te quiero tito y te tengo tan presente, que el día de tu muerte, me ha gustado olvidarlo a medias.

 

Tuya, tu sobrina,

 

 

DENEB

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA NOTA (relato)


 
El camarero se acercó con una nota con el café:
 
Habitación 587. No me gusta ir con rodeos.
Tienes un gran paquete y yo estoy cachonda.
Tú decides. Yo ya voy a subir y ya estoy mojada.
 
Hasta ahora si te atreves.
 
Acabé el café de un sorbo quemándome el paladar. ¡Que importaba! ¿Cuántas veces una mujer ardiente, fuera como fuera, se mojaba sin saber primero cuanto tienes en la cuenta del banco? No me lo pensé y ansioso me fui hacia los ascensores. Empecé a pensar en las mujeres que había en el comedor del hotel aquel día pero tengo que reconocer que estaba bastante concentrado tomando notas de la importante reunión de aquella mañana. Estaba tan absorto que no me fije en nadie. ¡Patético! Una mujer comiéndome con la mirada y yo sin darme de cuenta. ¡Mierda de trabajo!
 
Llegué a la puerta de la habitación que estaba entreabierta. Entré en un cuarto que estaba totalmente a oscuras. Cerré la puerta y una mujer a la que no había visto, me empotró contra la puerta y empezó a besarme apasionadamente. Agarró mis manos contra la puerta mientras su lengua jugaba con la mía a un duelo en el que quería salir victoriosa ella. Me dijo que no me moviera y soltó mis manos. Obedecí. No estaba acostumbrado a obedecer pero me dejé llevar. Me quitó la americana de golpe, violentamente. Arrancó mi camisa. Iba fuerte y se notaba. Su perfume era embriagador y tenía grandes pechos pues, pese a que todo estaba a oscuras, al besarme los note en mis pectorales y excitándome mucho.
 
Desabrocho mi cinturón y mi pantalón. Los bajó junto a los boxer. Mi sexo estaba completamente erecto. Todo seguía a oscuras. Me quitó lo que faltaba de forma violenta. Suponía que ahora estábamos ambos en igualdad de condiciones ambos. Empezó a morderme los pezones mientras su mano se deslizaba por mi sexo de forma relajada (su boca y su mano tenían diferente ritmo. La boca arrasaba y succionaba apasionadamente y su mano iba lenta, dulcemente y deliciosamente).
 
Toda aquella situación me había excitado mucho. Ella contenía mi eyaculación y eso que yo no podía parar de gemir. ¡Que locura! ¡Que inmenso placer! ¡Que delicia de boca! ¡Que deleite de mano!
 
No se cuanto tiempo estuvo así, conteniendo mi derrame una y otra vez. Creía que no podría aguantar y ella,… lo conseguía. No se como fue el momento en que ella aceleró muy poco o sólo un poco y grité al llegar al orgasmo mas bestial de toda mi vida. Las piernas me temblaban. No podía casi ni mantenerme de pie. Seguía con la espalda en la puerta pero tenía la sensación de que me iba a caer mientras unos escalofríos de placer me recorrían de cabeza a los pies una y otra y otra vez de forma intensa. Ella seguía acariciando mi sexo pese al derrame. ¡ME ENCANTABA QUE NO PARARA!
 
Un susurro cruzó la habitación que decía: ahora te toca a ti.
 
La tumbé en el suelo y con mi verga aún erecta pese a la corrida, se la metí tan dentro y tan fuerte que al segundo empujón, de lo húmeda que estaba, se corrió de gusto. Pero no paré, seguí ahí, dándole placer, empujando y viendo como aquella mujer sin rostro, se volvía a correr con mi sexo una y otra y otra vez. Gemía. Me excitaba. Me estaba poniendo más y más cachondo. No podía parar y cada vez la metía con más fuerza. ¡Dios! ¡Era genial! No se cuanto tiempo pude disfrutar del deleite de un sexo tan resistente, tan ardiente, tan cachondo, tan agradecido. Estuvimos horas y fue intenso. Cuando llegué al segundo orgasmo ella se había derramado infinidad de veces. ¡Que placer de hembra! Nos quedamos extasiados los dos en el suelo. A la mañana siguiente sólo estaba yo, desnudo en la habitación y una nota encima de mí pecho:
 
¡Gracias por follarme tan bien!