Hay momentos en
la vida que hay que probar cosas nuevas. Mi momento llegó hace sólo un par de
semanas cuando, cansada del ambiente laboral, cansada de casa, de hijos (o si,
los hijos son una bendición pero huir de ellos también no es nada malo. Una
necesita su espacio y eso no significa que sea una mala madre sino una persona
que necesita sentirse viva y no ser la madre o el padre de), me metí en un chat
a ver que encontraba. El primer día fue un descubrimiento que lindaba entre lo raro
y lo cutre. Cuando decidí cerrar apareció una chica que me privó. Su nick era
UNO MÁS UNO. Primero pensé que estaba loca. Pero luego, cuando empezamos a
hablar, me cayó muy bien. Poder hablar con alguien que no te conoce y renegar
de todos y de todos era liberador. El tiempo se pasó volando y quedamos en
contactarnos al día siguiente.
Llegué temprano
del trabajo y me conecté. Ella no había llegado aún. Me pinchó en cuanto entró
y tuvimos otra hora larga de charla fluida. Cuando le dije que me iba a desconectar
me preguntó que era lo más escandaloso que había hecho. Tardé un rato en
responder pues repasando mi vida, no había nada escandaloso que contar. Me
había casado muy joven por amor con mi primer novio. Habíamos tenido el primer
hijo a los cuatro años de casados y dos años más tarde al segundo. Siempre
había sido hija, novia, esposa, madre de alguien y ahora,… me daba cuenta de
que en cierta manera me había perdido una parte muy importante de la vida. Esa
respuesta no le sorprendió y me dijo que quería comentarme algo pero que ya lo
haría mañana, con más tranquilidad, cuando habláramos. Le dije que me parecía
bien y me desconecte un tanto intrigada.
El día pasó muy
lento y cuando entré, ya era tarde. Ella me esperaba. Me saludó y me dijo que
no me asustara por lo que iba a escribirme y que se no me atraía la idea,… que
lo dejaríamos correr. Le gustaba, y tengo que reconocer que a mi también, la
amistad tan buena que habíamos hecho y lo bien que encajábamos. Que dijera lo
que dijera, que no me lo tomara a mal. Que sólo era una propuesta que podría
rechazar y que no pasaba nada. Me tenía super intrigada. Me dijo que había
conocido (bueno, que había entablado conversación con un privado) con un hombre
de 43 años que su nick era DOS POR DOS. Ellos, su amigo cibernético como yo de
ella, habían entablado también buen rollo de charla y querían ir más allá
haciendo una cena de cuatro para conocerse de modo real. Lo primero que pensé
es en cerrar y no volver a conectarme en la vida. No sé que me hizo quedarme.
Primero le dije que me parecía una locura. Luego, ella me dijo que lo olvidara.
Lo intenté pera la curiosidad había anidado en mi. Pasó un rato que la charla
no fluía entre ambas y le pregunté que en que consistía en eso de cenar. Ella
soltó una risotada y me dijo que eso: cenar, una cena de amigos que no se
conocen pero sólo una cena en un restaurante que nos guste a los cuatro (tenía
miedo de que fuera una clave para,… no sé que). Le respondí que si no le
parecía un tanto raro y ella me dijo que sí, que raro era, que no lo había
hecho nunca, pero que mas raro era las cenas de empresa en que acabas comiendo
con personas que ni te caen bien y que tienes que aguantar por narices. Eso me
hizo reír mucho pues tenía toda la razón del mundo. Al final le dije que si
pero que primero nos viéramos nosotras dos y que luego quedáramos en el lugar
de la cena con ellos. Así quedamos.
Quedamos un
jueves, en plan informal. Ella, Alba, y yo nos vimos a las siete y media. Fue
como si ya nos conociéramos y esos nos gustó. Tomamos algo, charlamos y nos
hizo gracia esa forma tan peculiar de hablar sin vernos. Con ellos habíamos
quedado a las nueve y media. Ella conducía y llegamos a un restaurante hindú
muy acogedor. Ellos nos esperaban dentro. Estábamos en un reservado para cuatro
y la mesa estaba en el suelo con cojines alrededor para sentarse. ¡Fue muy
raro! Pero muy agradable. Se presentaron y se les notaba que también estaban un
poco asustados por todo lo que estaba pasando (‘¡Y eso que sólo era una cena!’
Conseguí decir yo para arrancar las risas de lo cuatro). Se llamaban Carlos y
Mark. Eran dos hombres normales como Alba y yo éramos dos mujeres normales. Los
cuatro estábamos casados. Los cuatros teníamos hijos. Los cuatro necesitábamos
tomar aire fresco, simplemente conociendo a gente, fuera del grupo rutinario y
habitual de amistades. ¡Nadie juzgaba! ¡Nadie iba a por nada! Eso fue lo que
nos relajó a los cuatro. Empezó a llegar la comida que casi toda se comía con
las manos (fue divertido no parecer una marrana chupándote los dedos a placer).
La velada fue perfecta y, con las infusiones que tomamos después y demás, el
restaurante nos pidió que nos fuéramos que tenían que cerrar. Era la una de la
mañana y ni nos habíamos dado cuenta de la hora. Mark propuso ir a tomar algo y
todos accedimos. Sin saberlo nos metimos en un club de intercambio de parejas
(sigo dudando de si Mark lo sabía o no). Nos sentamos en una mesa los cuatro y
seguimos charlando. Vimos como las parejas entraban, se acomodaban y ligaban.
Alguna se acercó a nosotros y eso nos subió la moral a los cuatro. ¡¡¡Todos lo
necesitábamos!!! Sentirnos atractivos, deseados, cortejados. Salimos de allí
cerca de las cuatro de la mañana y nos despedimos hasta otro día. Todos nos
habíamos quedado con ganas de más, con ganas de ir un poquito más lejos y todos
nos pusimos en contacto con un e-mail a cuatro para hacérnoslo saber todo por
igual. ¡Era genial! Sentir lo mismo, estar pasando por lo mismo y haber llegado
a ese punto donde ir un poquito más lejos era casi necesario.
Quedamos,
después de e-mails a cuatro a diarios, en ir a cenar otro jueves. Esta vez nos
dejaron decidir a nosotras y también reservamos en un lugar donde podíamos
estar solos los cuatro lejos de miradas indiscretas. Era un griego y estuvo muy
bien de nuevo la charla. Pero luego llegó ese poquito más. Como si fuéramos
colegiales jugando al juego de la botella en versión vaso de tubo, empezamos a
besarnos entre nosotros por turnos. ¡Fue excitante! Hacía mucho tiempo que no
había besado a nadie que no fuera mi marido. Aquella sensación fue
indescriptible. Otros labios, otra boca, otra lengua,… todo era ardiente y
nuevo. ¡Me encantaba!
Después de los
besos la caricias sutiles por encima de la mesa fueron llegando sin más y de
forma intercalada. No había parejas en la mesa sino que éramos cuatro para
cuatro. Entre ellos las caricias eran inexistentes (cosas de hombres), pero
ella y yo si que nos dedicamos algunas (cosas de chicas). El ambiente se fue
caldeando pero aquel no era lugar para dejarse llevar. Carlos sugirió ir a un
club liberal para parejas. Los cuatro accedimos. La única pega es que
tendríamos que entrar de dos en dos. Pusimos nuestros nombres, el de Alba y el
mío, en dos papeles. Los mezclamos bien mezclados en un vaso de agua vacío.
Carlos le salió el de Alba y entrarían segundos. Mark y yo entraríamos
primeros. Eso me puso nerviosa. Nos dirigimos en un solo coche al lugar
indicado por Carlos. Él conducía y delante estaba Alba con él tocándose ahora
el muslo, ahora el cuello. Detrás Mark y yo, sintiéndonos las manos,
buscándonos la piel. Todo aquello era muy excitante. Aparcó y nosotros nos
adelantamos. Era un sitio no marcado. Había que llamar a un timbre. Entrabas.
Estaba todo muy oscuro. Una barra grande en la que pedir bebidas y lo de dentro,…
todo una incógnita. Pedí un agua y él una coca cola. Nos dieron unas llaves.
‘¿Para que son?’ pregunté. ‘Para la taquilla de la ropa’ respondió una chica
muy amable. Nos preguntó si habíamos estado antes allí y ambos le dijimos que
no. Nos tomábamos la bebida lentamente, esperando a los otros dos. A los diez
minutos entraron. Fue todo un alivio verles allí con nosotros. Ellos también
tomaron y les dieron una llave. Luego Carlos nos dirigió para las taquillas y
allí, nos desnudamos uno a otro. Yo y Alba nos desnudamos la una a la otra,
rozando la piel poco a poco y mirándonos frente a frente. Los chicos estaba
allí, comiéndonos con los ojos y nos encantaba estar siendo observadas por
ellos dos. Luego nos dimos la vuelta y Alba empezó a besar a Carlos mientras le
quitaba la ropa y yo besé a Mark hasta dejarle completamente desnudo. Dejamos
la ropa y, dirigidos por Carlos, bajamos unas escaleras que conducían a unas
“habitaciones” con una cortina como puerta, y una “cama” en forma de media
luna. Allí nos metimos los cuatro y nos dejamos llevar por nuestros deseos.
Mark empezó a besarme. Carlos besaba a Alba. La espalda de Alba y la mía
estaban unidas, rozándonos, piel con pie. Fue excitante, morbosamente ardiente.
Jamás había hecho ninguna locura. Aquella situación era toda una gran locura
ilógica pero valía la pena vivirla. Las manos de Mark me tocaban, las de Alba y
las de Carlos. Yo también me alternaba tocándolos a los tres. Me excitaba mucho
sentirme tan deseada. ¡Era una delicia! Carlos se tumbó y Alba empezó a devorar
su sexo. Yo me puse a cuatro patas para besar su boca y Mark me introdujo su
berga dura dentro de mi húmedo sexo. Mmmmmmmmmmmmmmmmmmm, sólo recordarlo me
humedezco toda. Fue algo excitante besar los labios de uno, tocar el cuerpo de
otra, sentirse penetrada por otro. Carlos alejó la boca de Alba de su sexo y la
acercó a la mía. Nos besamos mientras Mark seguía follándome y Carlos conducía
las caderas de Alba encima de su sexo erecto. Fue increíble. Tocarle los
pechos, sentir como se ponían aún más erectos sus pezones con mis manos. Y
ella, tocaba como una diosa y me volvía loca. Carlos acercó entonces la boca a
mis pezones y empezó a lamerlos. ¡Creí morir de placer! Mark se acercó más a mí
y me pidió que me pusiera encima suyo mientras Alba se ponía a cuatro patas
para ser penetrada por Carlos como yo lo había sido antes. Gemíamos los cuatro
locos de placer, deseados, tremendamente calientes. Yo quería sentirme
penetrada por dos hombres y se lo hice saber. Jamás habían penetrado mi trasero
y cuando Mark se adentró primero sentí un pequeño dolor que se convirtió, a los
pocos segundos, en un placer indescriptible. Carlos se acoplaba a mi sexo y
ambos me penetraban a la vez. ¡Fue algo inconfesablemente placentero! Alba esta
allí, sin dejar de acariciarse, viendo la escena y proporcionándose placer ella
sola mientras llegaba su hora de ser penetrada por ambos. Verla masturbarse
mientras ambos me penetraban a la vez me puso más húmeda si cabe. Volví a besar
su boca y ellos entendieron que ella también necesitaba notar el inmenso goce
que sentía con ellos dos, dándome bien fuerte, firmes, proporcionarme orgasmos
que encadenaba uno, tras otros, tras otro de puro delirio. Poco a poco, se
alejaron de mí y entraron en ella. Ella, agradecida por el gesto, deslizó sus
dedos en mi clítoris mientras yo me derretía entre un orgasmo y otro. ¡Fue una
gozada! Jamás había tenido la sensación de sentirme completamente satisfecha.
Aún no habíamos acabado la noche y ya estaba plena durante toda mi vida.
La noche se alargó
mucho para los cuatro que permanecimos en aquel local horas, horas bien plenas
de caricias vedadas, de besos prohibidos, de orgasmo contenidos, de deseos
encerrados. Dimos rienda suelta a nuestros apetitos voraces de bestias en celo
y salimos satisfechos los cuatro por completo.
Fue algo que
jamás olvidaré. Fue algo que si estuvo mal, fue las cosas más buena que he
tenido en toda mi vida. Si fue inmoral o no, puedo aseguraros que me sentí
completamente plena, como dama, como mujer, como amante, como hembra.
No los olvidaré
nunca y creo que ellos tampoco a mi. Con eso me quedo: una habitación para
cuatro, con sus caricias, con sus besos, con su forma de tocarnos los cuatro,
con sus gemidos, con los míos, con sus orgasmos, con la furia de los míos y sobretodo,
con su discreción y su silencio, con su no juzgar a nadie. ¡Eso fue lo mejor de
todo para mí!