LA HISTORIA CONTADA
I
Cuando todo empezó,
fue hermosamente bello.
Dos extraños unidos
por un destino común,
caminando uno al lado del otro,
sin esperar mucho,
sin desear nada, divirtiéndose
siendo ellos mismos.
Avanzaba el camino.
Las confidencias a media voz,
las charlas a altas hora de la mañana,
los sábados donde el trabajo
se confundía con vivir la vida,
con disfrutar del momento.
Poco a poco todo
se fue confundiendo.
¿Quién era ella?
¿Quién era él?
¿Dónde les
llevaban las miradas?
¿Dónde aquellos
roces
perdidos a plena luz del día?
Algo empezaba a arder
en una inmensa candela
de sentimientos encontrados.
El cariño no era
amor.
El abrazo no era deseo.
La caricia no era lujuria.
La mano no llegaba al borde
ni se precipitaba nunca al vacío.
Empezamos a llenar
los huecos de nuestra vida.
Tu formabas parte de mí.
Yo era un extensión de tu ser.
Creábamos un único individuo
divisible la mayor parte del día.
La existencia empezaba
a tener sentido para nosotros.
Sólo sobraban dos entes
en una ecuación que jamás
sería perfecta sin ellos,
que no tenía sentido
sino era a su lado.
II
El verbo soñar se quedó
pequeño para nosotros.
Necesitábamos conjugar unidos,
fusionando nuestras palabras,
jugando a la poseía,
luchando por ese querer sin querer.
El presente de indicativo
era irreprochablemente irreal.
El futuro imperfecto
no nos importaba.
El pretérito pluscuamperfecto
de nuestro ser,… nos confundía.
Se nos atragantaron
errar, satisfacer, elegir
a la hora de aglutinar
los más adecuadamente
posible nuestro mundo a cuatro.
Quisimos aislar
nuestras
ideologías estigmatizadas para poder vivir
la vida subversiva del ayer.
Mas no hay mundo donde
el verbo desear
se pueda acallar
después de prender la flama
que la hace estallar más allá del
abismo incoherente de la pasión.
III
Llegó el instante de luchar
por la coherencia.
Te mostré que sumar
sólo significaba restar.
La carencia de eso todo,
la amarga tramitación de esta
ecuación dispar de sentimientos,
tenía que acabar eliminando
a dos factores muy
importantes.
Yo era de letras.
No podía eliminar mi factor
ni deseaba que tu lo hicieras con el tuyo.
¿Dividir? No era práctico.
¿Multiplicar? Estábamos locos
sólo con pensar en ello.
La matemática emocional
no era nuestro fuerte.
La matemática distribucional
nos asustaba en lo más hondo.
La matemática distorsional
nos avergonzaba de forma visceral.
Ni vectores, ni iguales,
ni barras invertidas, ni aquellas
que parecían cruces,
ni los asteriscos conversos
era el subterfugio de nuestras vidas,…
Moríamos por un expediente lógico
que nuestra razón
ilógica
no nos permitía entender.
IV
“Delirare”.
Tus labios, los míos,…
ya no hubo sensatez.
Desviados para siempre
de los surco rectos del amanecer.
Tus manos segaban mi silueta
desdibujada entre los lienzos.
No había boca, ni pezón, ni humedad oculta.
Rubor enfermizo me contagió
hasta volverse
fuego
acuoso en mi paño blanco.
Tus gemidos acallados
hicieron tambalear mi cordura.
No puedo evitarte amante
oscuro que vienes a mí.
Ángel del deseo,
deja de revolotear por mi cuerpo
y atiende a enmudecer mis ganas.
V
Busque tu sombra
noche tras noche.
Alcé mi sediento
apetito de hembra
hasta convertirlo
en ardor sombrío.
Me caí en tu pecho.
Me disipé en tus labios.
Fui dejándome arrastrar
hasta los infiernos.
Me fui perdiendo
poco a poco
en lo mas profundo de tu pecho.
VI
En una mañana que el alba
no nos despertó en la misma cama,
algo oscuro empezó a nacer dentro de ti.
¡Odie en lo que te habías convertido!
El día en que la bandera de los celos
fue tu estandarte en tu buque pirata,
mi furia salvaje empezó
a crecer muy dentro de mi.
Quería aborrecerte por convertirme
en tu esclava de noche,
una persona sin vida,
sin presente,
sin pasado,
sin futuro.
Buscabas en mí lo que no podías darme
obligándome a
aceptar mentiras
con tal de saciar tu sed
de niño raramente consentido.
VII
Se rompió.
¡Ya no quedaba nada!
Vagamos a la deriva
durante meses, tu al timón,
yo en el calabozo más
profundo de tu océano de miedos.
Necesitaba salvarme,
necesitaba coger aire,
apretar mi corazón contra
el cielo que no podía ver,
despertar a la realidad
ásperamente atesorada.
VIII
Con heridas gravemente
hondas escapé, diciéndome
a mí misma que podría
sobrevivir a tu ausencia.
Hoy que la sangre baña de nuevo
el suelo que compartíamos a solas,
no dejo de gritar tu nombre.
Busco tu barco sin alma
en un mar de lágrimas
que dejaste tras de ti.
No hay bandera,
ni capitán que gobierne el navío,
ni algo parecido al amor,
ni algo semejante a los celos.
Un mundo sin ti,
una historia contada,
un universo de oscuridad.
Dejar el pasado hace daño.
Hallarse el presente me lastima.
Pensar en el futuro punza mi ser.
Vivir sin ti,… dolerá para siempre.