lunes, 25 de noviembre de 2013

CONFLICTOS EN EL PATIO DEL COLEGIO


 

* La multa por insultar a un policía se elevará hasta 30.000 euros. (Vejar o amenazar a miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado será una infracción administrativa "grave") Enlace web: http://www.lavanguardia.com/politica/20131119/54393607198/multa-insultar-policia-30-000-euros.html.

 

* Multas de 60 y 90 euros para cinco acusados de insultar a Wert en Santander (Enlace web: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/12/15/espana/1355577954.html).

 

* Multas de 600.000 euros por convocar una protesta en Twitter ante el Congreso (Enlace web: http://www.eldiario.es/politica/multa-convocar-protesta-Twitter-Congreso_0_198430170.html).

 

A veces hay que recordarles a los políticos donde estamos: España, vive una democracia. ¿Qué es la democracia? Democracia es una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la sociedad. En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales (Enlace web: http://es.wikipedia.org/wiki/Democracia).

 

España dejó de vivir en una dictadura en 1975 con la muerte de Francisco Franco. ¿A qué parece fácil de entender? Pues nada, ellos que parecen haber sido los más eruditos de la clase por la cuestión del estatus que ocupan ahora,… pues nada, que no lo entienden.

 

Y ahora viene el gran problemón: ¿Qué pasa cuando los niños (que todos lo hemos hecho cuando pequeños) insulten al papa de un policía en un patio? Se va ha armar al de Dios si la madre por cada insulto que diga el peque tenga que soltar 30.000 euros.

 

Quien no recuerda haber dicho: “¡Me cago en tu padre!”. Y al otro responder aún con mas irá: “¡Y yo en el tuyo que es más capullo!”. Es más, los niños que los dos padres sean policías se convalidaran los insultos a final de mes. Ya me imagino:

 

“Juanito, tu le has dicho a Pablito tres insultos de su papa por uno que ha dicho mi hijo, llámale a este señor cabrón un par de veces y así quedamos empate a insultos”. Imagínate que ese niño no quiere insultar ese día,… pues le toca castigo doble y es que los niños,… no les gusta que los presionen y le digan lo que tienen que hacer. Tampoco les gusta el insulto gratuito y en eso si son pequeños pero no tontos.

 

Lo peor será cuando un hijo de policía insulte a un hijo de político. ¡Madre mía! ¡Que follón! Por cada insulto del niños del político el pobre niños de policía podrá insultar al papa del otro 333,33 insultos que si ya es un problema decir un insulto entero imagínate si tienes que hacer unas treinta y tres décimas de insulto a un político. ¿Cómo se hace eso? A ver, voy a probar. Si yo le digo:

 

“Dile a tu padre que deje de violar a mi perro, que ya tiene a la perra de su mujer y a su hijo animal”.

Si sumamos las letras: 77 y hacemos un calculo tocan 51,56 (redondeamos a cincuenta y dos para no liarla más) letras para insultar. Así el insulto anterior quedaría:

 

“Dile a tu padre que deje de violar a mi perro, que ya tiene a la perr…” ¿Puede considerarse esto un insulto? Yo digo que no y entonces venga a acumular décimas hasta completar el insulto entero pues sino,… siempre salen decimales (es que los políticos, cuando piensa en reprimir al pueblo, siempre se olvidan de los más pequeños y sus trifulcas de colegio).

 

En fin, recordar lo siguiente: Insultar a un político: 90 euros. Insultar a un policía: 30.000 euros. Convocar una protesta en Twitter ante el congreso: 600.000 euros. Ver la cara de gilipollas (aún más) que se les queda a todos por pasarnos por el forro su LEYES DICTATORIALES,… ¡¡¡NO TIENE PRECIO!!!

 

MORALEJA: Anacarsis, (s. VII AC-s. VII AC) Filósofo escita, dijo: “Muchas veces las leyes son como las telarañas: los insectos pequeños quedan prendidos en ellas; los grandes la rompen”.

 

LA LUZ GUÍA (escrito)


 
Hay sombras, cada vez más, a mí alrededor. Por la ventana no entra la luz. Esta todo negro, fundido entre tinieblas. Son las siete y no clarea. ¡Hasta el sol se ha tomado el día libre!
 
Ayer, cuando aún quedaba un poco de luz, tuve una esperanza renovada. Encontraba mi sendero, una estrella, una brizna que salía de alguna candela prendida muy lejos, que con su poca luz, daba un poco de sentido a mi camino. Respiré hondo. ¡Me sentía feliz! Por fin una ilusión tras mucho tiempo y llegó así, como si nada, con los últimos rayos del crepúsculo. Pero el manto llegó demasiado rápido, sin apenas poder saborear la poca alegría que se contuvo en aquel momento.
 
Primero sentí frío. Me arropé con una manta. Segundo me sentí vacía. Un vaso que no estaba lleno de nada. Eso me incomodó. El paso amargo entre la desesperación y el caer a un lugar completamente inhóspito en medio de un bosque sombrío. Tercero fue la caída larga, profunda, dolorosa. Sentí un dolor recorrerme por todo el cuerpo hasta apoderarse de cada molécula de mi ser. No podía moverme.
 
Tumbada en el suelo vi pasar mi vida. ¡Aquello fue lo peor! No haber vivido había sido algo completamente llevado por todo lo que me rodeaba. El trabajo no me permitía grandes cosas. Ese trabajo, mal pagado, mal ambientando, mal acondicionado pero vital para poder sobrevivir. Sin pareja, sin amigos, sin nada. ¿Compensa algo el haber vivido a medias? En aquel momento el dolor me corrompió por entero. No podía oír nada. Quería gritar y la voz no me salía. Sola, tumbada viendo escaparse mi vida, mi escasa vida, sin poder hacer nada.
 
Me empezaba a faltar el aire. El fin estaba próximo. Podía oler a la muerte en mi espalda.
 
Abrí los ojos. ¡Todavía era de noche! Esperé sentada al lado de la ventana, un albor, un rayo pequeño que me volviera dar la esperanza de la noche anterior. ¡No había nada! ¡El sol estaba de huelga!
 
No podía marcharme sin ver algo de luz. ¡Lo necesitaba! En mi trabajo no había ventanas. En mi trabajo no había sueños. En mi trabajo no había nada. Sólo horas marchitas, gente que pasa y ni sabe mi nombre, llamadas de teléfono vanas, gritos y más gritos de personas con una vida supeditada a la mía.
 
¡Dame una luz cielo! Necesito ver algo de calor, de fuego, de llama arder antes de irme de aquí. Hoy ni el cielo escucha mi suplica.
 
Cojo las llaves, salgo de casa. Fuera hace frío, mucho frío. El sol no ha salido. No saldrá. Hoy lo negro lo impregna todo por entero y la única guía es la de teléfonos.
 
¡El sol se tomo vacaciones! La incertidumbre negra reina sobre mi cabeza. El fin llegó ante mis ojos. No veo nada, está muy oscuro, pero lo siento. ¡ES EL FIN!

sábado, 23 de noviembre de 2013

GUERRA DE PALABRAS AFILADAS

 

La mentira es muy dura de llevar. La mentira corroe. La mentira corrompe. La mentira pudre. La mentira asfixia. La mentira se nota hasta en la mirada. La mentira de persigue. ¡No puedes contar siempre la misma versión! La falsedad lo impregna todo. Lo que ayer era por la mañana, ahora lo relatas por la tarde y, sin querer, dices que fue una noche cuando todos dormían. ‘¿Es posible?’  Pregunta uno que no se lo cree incrédulo de lo que escucha por tercera vez y sin una transcripción coherente de lo que pasó (además es alguien muy cercano, alguien que ha estado ahí siempre, alguien que conoce a las dos partes). La pregunta te acorrala. No tienes salida. La espalda contra la pared. Delante de todos aquellos a los que engañaste y entre tu y ellos,… una mentira siempre mal elaborada.

 

Consigues, sin saber como, un momento de despiste con un escudo de palabras mal enfiladas. ¿Seguro que estás preparada para una guerra dialéctica? Para eso hace falta coraje, fuerza, honor, verdad y por desgracia no conoces ninguno de esos vocablos que para empuñar una “espada”, aunque sólo sea en sentido figurado, contra una contrincante que ni quiere luchar y no va a perder pues lleva engarzada en cada poro de su piel, el honor, el coraje, la fuerza y, lo más importante, la verdad.

 

Sabedora como eres de tu mentira, sales a la arena del circo romano. ¡Mal asunto! Gritas improperios directos contra mi persona (pobre de espíritu es aquel que utiliza los malos vocablos para diezmar las fuerzas del otro). Yo lanzo el escudo al suelo, tiro la espada, me quito la coraza. ¡No me asustas! ¡No quiero herirte! ¡No quiero ni verte!

 

Me acerco a ti lentamente y te digo simplemente: ‘¡Di la verdad!’ Eso te confunde. No estabas preparada para que yo no quisiera luchar, para que vaya desarmada. Estabas preparada para que te insultara como tú lo has hecho conmigo. Estas preparada para soportar gritos de mi boca. No sale nada de eso. Sólo tres palabras en medio susurro: ‘¡Di la verdad!’ Quisieras asestarme una puñalada con tu espada pero todos miran y no puedes herir a alguien desarmado, no porque sientas que es algo malo sino porque ellos te juzgaran. El cuerpo a cuerpo es lo más adecuado. Pero no tienes fuerza, no tienes valor, no tienes nada a parte de una triste y mugrienta espada que se ríe de ti, un sórdido escudo de papel maché que no te protegerá para siempre. Mis palabras son sencillas y el viento las conduce para que lleguen claras a tus oídos: ‘¡Di la verdad!’

 

Te desmoronas. Caes de rodillas sobre la arena. Confiesas a voz en grito todo lo malo que has dicho sobre mí. El público enmudece. ¡No puede creerlo! Todos aquellos a los que no debía yo ninguna explicación porque no conozco, me miran con ganas de conocerme. Luego te miran con miradas reprobadoras. ‘¿Cómo pudiste hacerlo?’  Te dice alguien que creía en ti. Yo me doy media vuelta y me alejo. Una victoria así no merece la pena. Luchaba con ventaja porque no tenía nada que ocultar. ¡No había hecho nada malo! Eso estaba más que claro. Siento abucheos a lo lejos. Intento alejarme rápido pese a que se que no son contra mi sino contra ti y tus mentiras.

 

La guerra acabó con una única batalla, con una victoria amarga pero esclarecedora. No ha habido víctimas por suerte. Una vez más los únicos muertos son los valores humanos. ¡Lástima de convivir con personas no evolucionadas!

 

MORALEJA: Friedrich Nietzsche, filosofo alemán (1844-1900), dijo: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti.”

 

viernes, 22 de noviembre de 2013

“ENTRE TODOS”,… METEMOS LA PATA


 
Errar es innato en el ser humano. Estamos a veces tan convencidos de lo que alguien nos contó, o escuchamos de rebote, que no nos paramos a veces ni un segundo a comprobar que es cierto y que es no.
 
Vaya por delante que yo soy la primera que odia que la televisión utilice a personas para subir en audiencia con su pena, con su dolor o con su necesidad. Ahora bien, el hecho es bien cierto de que LOS ASISTENTES SOCIALES no ayudan al que más lo necesita sino al que ellos creen que es el que más lo necesita. Yo si me he parado a comprobarlo, yo si me he tomado el tiempo de ir con personas a estos centros y ver lo que les dicen a la propia cara como si PEDIR PORQUE NO TIENES Y PASAS NECESIDAD no fuera suficiente.
 
Desde si tiene familia pídaselo a ellos, a si su pareja trabaja, aunque cobre seiscientos euros, ya tiene ingresos para poder vivir y la que MENOS me ha gustado de todas las que he oído: compréndalo pero otros están peor que tú (porque no tratan a nadie ni de usted aunque pinte canas y se lo haya ganado por antigüedad).
 
Es cierto que la penuria que están pasando muchas familias es una plaga que el gobierno actual en vez de solventar empeora. Pero también es cierto que ya es suficientemente humillante para salir ante todo un país y parte de Latinoamérica para que un niñato o una niñata venga a dar ahora lecciones de grandeza por ser simplemente, uno más que ni siquiera puede ayudar sin pedir antes más datos para hacer la declaración de la renta.
 
Quien quiere ayudar, ayuda. Quien quiere fastidiar, fastidia. Quien quiere llamar la atención en la tele, llama para decir que va ayudar a esa persona y lo único que le da son lecciones de moralina barata que ni sirven para calentar un hogar, ni para dar de comer a los tuyos, ni financiar un proyecto para poder ayudar a un hijo enfermo.
 
Me gusta las personas que dan sin pedir nada a cambio pero los que sólo dan enseñanzas de tercera,… para mí pueden guardarse sus palabras en lo más profundo del orgullo y callarse para siempre.
 
El trabajo social se define según la Federación Internacional de Trabajadores Sociales y la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social (IASSW) como la profesión "que promueve el cambio social, la resolución de problemas en las relaciones humanas, y el fortalecimiento y la liberación del pueblo, para incrementar el bienestar. Mediante la utilización de teorías sobre comportamiento humano y los sistemas sociales, el trabajo social interviene en los puntos en los que las personas interactúan con su entorno. Los principios de los Derechos Humanos y la Justicia Social son fundamentales para el Trabajo Social" (enlace web: http://es.wikipedia.org/wiki/Trabajo_social). Si las personas que acuden a un programa de televisión resuelven sus problemas de esa manera NINGÚN TRABAJADOR SOCIAL es nadie para, encima, humillarles más ante las cámaras y en directo.
 
 
MORALEJA: Paulo Coelho dijo “Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea”. Dejar de actuar como niños aquellos que dais palabras muertas, consejos vacíos y lecciones sin moraleja. Empezar a ser adultos y respetar al SER HUMANO por encima de todo. (¡Habéis estudiado! Así que ya sabéis de que hablo).

LA ORDEN DE LAS TIJERAS OXIDADAS (escrito)



No puedo decir que fue fácil constituirnos. Todas habíamos sido vejadas por el mismo hombre que otra vez se encontraba en libertad gracias a este pésimo sistema judicial que tenemos en nuestro país.

 

Aún recuerdo cuando el juez nos llamó para informarnos de que al día siguiente sería liberado. Nada de arrepentimiento por su parte, nada de mejora del comportamiento, nada de interacción con los programas internos de prisión. Pese a todo eso, liberado, como si fuera una bomba de relojería, un animal cautivo liberado con más ansias de seguir haciendo más y más daño a las mujeres.

 

El juez nos dijo, sin mucha sensibilidad, que nuestro agresor sería puesto en libertad al día siguiente y,… ¿Sabéis que protección nos facilitaba? Tratamiento psicológico (si, un tanto irrisorio pero sin pizca de gracia para nosotras, las violadas, las victimas, la mujeres marcadas por el abuso).

 

Salimos de allí de nuevo sintiendo en nuestras propias carnes, lo que había sucedido. Desamparadas, asustadas, ultrajadas por la justicia.

 

Volvimos a casa y permanecimos un mes encerradas. Alguien se puso en contacto conmigo. Sólo una promesa tras la línea telefónica: nunca más volverás a sentirte estremecida. Esa promesa me hizo alzarme de la cama e ir al lugar que me habían citado.

 

Allí estábamos todas, todas las marcadas por aquel violador. Sólo una mujer diferente que nos alentaba a combatir el fuego con fuego. Nada grave pero si ilegal: llevar unas tijeras oxidadas en el bolso. Nos enseñó como usarlas en caso de ataque tanto frontal como posterior. No enseñó a dar media vuelta a las tijeras una vez clavadas para que la herida infligida no se cerrara. Los justicieros, los que imparten justicia, nos daban ayuda psicológica como solución a soltar a un monstruo capaz de volver a hacer todo lo que nos había hecho a nosotras. Y ella, una mujer que también había pasado mucho miedo en el pasado también por culpa de un violador, nos daba un arma, un arma blanca, que cualquiera podría llevar en el bolso sin ser acusada, a simple vista, de que fuera un objeto que se utilizara para defenderse.

 

La orden estaba creada. No éramos putas. No éramos vírgenes ni monjas. Éramos mujeres, mujeres estigmatizadas por el mismo individuo al que otra vez de le daba rienda suelta para poder campar a sus anchas por donde él quisiera y volver a atormentar mujeres.

 

Habían pasado sólo dos meses que le habían puesto en libertad. Yo volvía a casa del trabajo. Era la primera vez en sesenta días que iba sola por la calle. De golpe un olor familiar. El cuchillo en el cuello por segunda vez. ¡No! ¡No puede ser! ¡Otra vez no! Llevaba las tijeras en la manga de la chaqueta (siempre las llevaba allí por precaución desde la reunión). Grité NO, un no fuerte y ensordecedor. Al mismo tiempo saqué las tijeras, las hinqué fuerte bajo su cintura y dí media vuelta. Mi grito alertó a los vecinos. Ellos avisaron a la policía. Yo seguí allí, frente aquel hombre que se retorcía de dolor en el suelo entre un charco de sangre. Cuando llegaron estaba en estado de shock aún. Sólo podía alcanzar a decir: ‘¡Identifíquenle! ¡Identifíquenle! ¡Identifíquenle!’ Cogieron su cartera y metieron su nombre en un pequeño ordenador que llevaban a bordo. Al introducir el nombre salió sus antecedentes. Vieron el cuchillo que había caído a un metro escaso de distancia. Me preguntaron: ‘¿Necesita algo? ¿Podemos hacer algo por ti?’  Sólo alcancé a decir. ‘¡No llamen a una ambulancia!’

 

Ellos habían querido que me tomara la justicia por mi mano. Lo había hecho. El final había llegado por fin.

jueves, 21 de noviembre de 2013

ERRORES GRAMATICALES GRAVES



* Gamberrada: Acción dañina, molesta o escandalosa para otras personas (Enlace web: http://www.wordreference.com/definicion/gamberrada).

 

* Primer delito: Por el primer delito cometido, si la pena de cárcel es inferior a dos años, no vas a prisión.

 

* Muerte: La muerte es un proceso terminal que consiste en la extinción del proceso homeostático de un ser vivo y, por ende, concluye con el fin de la vida. El proceso de fallecimiento -aunque está totalmente definido en algunas de sus fases desde un punto de vista neurofisiológico, bioquímico y médico-, aún no es del todo comprendido en su conjunto desde el punto de vista termodinámico y neurológico y existen discrepancias científicas al respecto. Adicionalmente no se ha definido científicamente en qué parte del proceso está el umbral en que se pasa de la vida a la muerte. (Enlace web: http://es.wikipedia.org/wiki/Muerte).

 

Cuesta pensar que una muerte en España se paga muy barato. Cuando aún estamos consternados con la liberación del violador del ascensor por la derogada Doctrina Parot sin cumplir su pena que ascendía a mucho mas de los 21 años escaso que ha cumplido en la cárcel sin mostrar en ningún momento arrepentimiento, nuevas resoluciones judiciales ponen en entredicho la justicia en nuestro país. Cuando unos padres matan a su hijo y se van a casa como si no hubiera pasado nada eso no es justicia. Cuando un abogado para defender a su cliente alega que fue una gamberrada cuando la persona que incluye a los seis delitos ya es mayor de edad es que hemos perdido el norte. Cuando un primer delito, si la pena de cárcel es inferior a dos años no vas a prisión estamos hablando de que puedes hacer cosas muy serias e irte a tu casa tan campante.

 

En un país donde los ricos ROBAN por robar pues no se entiende que un duque, o una princesa, o el hijo de una infanta necesiten ese exceso de capital como si no tuvieran suficiente con lo que ya obtienen sólo por ser quienes son, las vida, la humildad y la franqueza dejan de tener valor y peor aún, sentido humano compresible para los que tenemos corazón.

 

Caso abiertos que no se cierra, juicio que llegan diez, once o doce años tarde sin que la pena sea justa, es que hay que hondar en el problema y arrancar la parte enquistada del sistema para poder renacer de la tierra con las lecciones aprendidas.

 

¡Se acabó los errores! Si no son gramaticales y graves, el resto no tiene cabida para una sociedad cansada de ver que no se hace nada por solventar a un problema que está afectando no sólo a hombres y mujeres sino a niños.

 
MORALEJA: Menandro de Atenas dijo: “El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo.”

martes, 19 de noviembre de 2013

EL PROFESOR DE MATEMÁTICAS (relato)


 

Cuando conocí a Marc tengo que reconocer que lo consideré un maestro un tanto pardillo, demasiado prepotente y sin sabiduría, que se gana con los años de trabajo, en la enseñanza.

 

El primer año que entró en nuestro instituto, para mas INRI, nos tocó como profesor de matemáticas y verdaderamente parecía un pardillo de primera. Intentaba marcar su territorio y siempre contestaba bordemente, de forma incorrecta, como dejando a entender que no se dejaba amilanar por ningún alumno fuera menor o mayor su conocimiento en la materia.

 

Recuerdo una vez que en un problema de matemáticas a mí me daba diferente que el libro. El me dijo que si era tan lista que saliera a la pizarra. Yo le dije que no me hacía falta salir a la pizarra para demostrar que el libro erraba en el cálculo. Era más un problema de lógica le respondí. Me dijo que si iba a saber yo más que el libro o que un maestro. Eso me molesto mucho. El problema era algo así:

 

Si Pedro con cinco colillas de cigarro hace un cigarro nuevo. ¿Cuántos cigarros podrá fumar con 25 colillas? Supongo que todos estáis pensando que cinco pero yo dije seis. Si Pedro hace con cada cinco colillas un cigarro y se fuma cinco cigarros, tendrá cinco colillas más y podrá hacer otro cigarro más que hará un total de seis cigarros para fumar. ¿Si o no? Era algo así, parecido, pero con otros datos más académicos.

 

Cuando le dí me respuesta se quedó un rato pensando y luego no dijo nada. Al acabar la clase me llamó a su mesa y fui. Me dijo que no podía ir de lista en su clase. ¿Lista? ¿No se trata de cultivar la mente e ir más allá? Le dije que yo lo comentaría con otro profe de mates porque estaba claro que a él,… le faltaban tablas (tengo que reconocer que yo también era un poco borde pero era joven y él no. ¡Yo si que podía ir de prepotente! Tenía 16 años. Él no, tenía una carrera y diez años más que yo).

 

Pasó su periodo con nosotros (seis meses pues íbamos por créditos) sin pena ni gloria. Ya no lo tuve más de maestro pero seguía dando clases en el centro y a las fiestas que los alumnos montábamos en plan recogida de dinero para fin de curso, venía y lo veíamos.

 

Recuerdo que en una de esas fiestas él, Marc, me hizo sentir muy incómoda. Yo ya había cumplido los 18, había acabado la selectividad y estaba celebrando con mis compañeras de clase, el fin de una época muy dura de concentración. Él era uno de los docentes que había asistido a la fiesta. Aquella noche yo estaba que partía con la pana, con un mono ajustado negro con cremallera en el escote en plan BUSCO A JACKS pero con una delantera de una cien. Lo pillé varias veces mirándome fijo, con su copa en la mano, sólo, recostado en una de las mesas de la discoteca. ¡Me estaba poniendo nerviosa! Intenté no hacerle caso. Me dí la vuelta y seguí bailando con él a mis espaldas. No sé como, se movió para ponerse otra vez frente a mi, mirándome más fijamente que antes. ¡No me lo podía creer! ¿Qué quería? Volví a darme la vuelta para tenerlo a mis espaldas por segunda vez. Cuando yo creía que se había rendido apareció, como una visión, frente a mí, con su copa, mirando y mordiéndose el labio. Le dije a las chicas que me iba, que cogía el próximo bus para volver al pueblo y así lo hice. Ya eran las diez y pico de la noche así que,… me fue bien irme y llegar bien a casa.

 

Un año después me lo encontré en un concierto en su pueblo. No recuerdo si era M Clan o OBK los que tocaban pero el tío estaba súper animado. Había conseguido un autógrafo de los del grupo y vino animado primero a saludarnos a mi amiga y a mi con dos besos y luego, a enseñarnos el autógrafo. Se quedó cerca de nosotras y me hablaba como si hubiéramos estudiado juntos en vez de ser maestro y alumna hacía ya tres años atrás. Mi amiga se puso mala, como si le hubiera sentado mal la cena y él se ofreció a llevarnos a casa. ¡Fue muy amable! La dejamos a ella en su casa y luego me llevó a la mía. Me pidió que volviera al concierto con él y le dije que mejor no. Le dí dos besos en las mejillas de despedida y me bajé de su Renault blanco. Tengo que reconocer que subí a mi casa corriendo y me asomé por mi ventana para ve que hacía. No se fue. Se bajó del coche y estuvo pensando un par de veces si llamar o no llamar a la puerta. Se decía a si mismo: ‘¡Joer! No seas tonto. ¡Échale huevos!’ Eso me gustó, me hizo sentirme bella pero… no bajé. ¡Fui tonta! Lo sé. Pero,… a veces los miedos nos retienen en vez de dejarnos disfrutar del momento.

 

Pasaron diecisiete años más cuando lo volví a ver. Era la fiesta del veinticinco  aniversario del Instituto. Allí asistimos varios alumnos de varias promociones. Esta vez yo fui la primera que lo vio él. Iba con un pantalón tejano de color negro y un jersey de color verde oliva. Encima una chaqueta tres cuartos que le quedaba francamente bien. Estaba como más hombre. Supongo que pensé eso por las canas que pintaban ya su pelo, o por su porte, o porque estaba francamente arrebatador. ¡Me sentí pequeña! Yo llevaba una camisa azul celeste con unos pantalones de vestir negros. Mis botines y mi bolso iban a conjunto. Mi chaqueta era corta, imitación de piel negra. Llevaba unos cinco minutos mirándole cuando un antiguo compañero de curso, me tocó en el hombro y al ponerme a hablar con él, le perdí de vista. Fui a buscar una copa de cava pues era día de celebración. Al acercarme a la mesa tropecé y estuve a punto de caer. Cuando alcé la mirada mi desafortunado traspiés él estaba delante de mí, con una copa de cava en cada mano.

 

        No te puedo dejar sola,… ¿Verdad? – me dijo con una preciosa sonrisa adornado su rostro.

        Creo que no profesor. Tengo la vena torpe desde que estudiaba aquí y con el tiempo no se me ha curado – también le sonreí después de mi respuesta.

 

Nos quedamos mirándonos un rato sin decir nada. Finalmente me acercó la copa de cava. Bebí un sorbo y seguí mirándolo. Un profesor vino en su busca y tuvo que dejarme sola. Antes de irme me susurró al oído:

 

        No te vayas muy lejos, no quiero perderte de vista.

 

Al alejar su boca de mi oído, me miró y guiñándome un ojo se alejó. Eso me hizo estremecer de la cabeza a los pies. ¿Qué me estaba pasando? ¡Era Marc! Sólo eso. Marc, el maestro de matemáticas. ¡Era Marc! Sólo eso. Un hombre de cuarenta años tremendamente seductor. Aquel tiempo habían creado a su alrededor algo que era como un imán del que costaba separarse.

 

No me quedé allí. Temí que todo aquello estuviera sólo en mi mente. Me aparté y estaba a punto de cruzar la puerta para irme cuando él, gritó mi nombre.

 

        ¿Te vas ya? ¿Sin despedirte?

        No quería irme pero pensé que tardarías más y esta fiesta,… se ha vuelto un tanto aburrida – dije para evitar dar más explicaciones sobre el tema.

        ¿Quieres que hablemos un rato a solas? Tengo muchas ganas y me hacía ilusión que recordáramos viejos tiempos.

        Me apetecería mucho pero aquí hay mucha gente para que nos dejen tranquilos a ti y a mí – respondí.

        Conozco un sitio donde no nos molestarán.

 

Cogió mi mano, fuimos al fondo del pasillo que había a la derecha de secretaría, subimos por las escaleras de atrás y fuimos al piso de arriba. Sacó una llave de su bolsillo y abrió una sala para nosotros que tenía cortinas y los cristales de la puerta ahumados. ¡Era la sala de profesores!

 

        ¿Estás loco? ¿Y si nos pillan? – le grité susurrantemente.

        Si no encendemos la luz, nadie sabrá que estamos aquí. – murmuró él – ¿Te asusta la oscuridad?

        ¡Para nada! – sentencié yo en voz baja.

 

La luz que venía de fuera del patio y que se colaba por las cortinas, dejaba ver la estancia entre tinieblas silenciosas. Una maquina de café, una pequeña nevera, una gran mesa central con sillas a su alrededor, un par de estanterías llenas de libros,…

 

Nos sentamos encima de la mesa uno frente al otro y empezamos hablar de todo: estudios, trabajos, amigos, amigas, deseos, sueños, ilusiones. Fue como reencontrarse con un viejo amigo que era afable y cortés por igual. Fue a la nevera y sacó un par de latas de Coca cola. Me dijo, sonriendo: ‘Aquí no tenemos alcohol’ y me hizo gracia no se porque su respuesta.

 

Me sentía muy bien con él cuando me dijo después de un sorbo de refresco:

 

        ¿Por qué no volviste conmigo al concierto? – yo me quedé sin palabras.

        De eso hace mucho.

        Por eso te lo pregunto. Me gustaría saber porque no volviste.

        Había ido con mi amiga y no podía volver contigo a tu pueblo. Te hubiera causado molestias ahora para arriba, ahora para abajo. – alegué. El meditó mi respuesta.

        ¿Sólo fue ese el motivo? – dijo él. Asentí con la cabeza.

        Estuve a punto de llamar a tu puerta aquella noche.

        ¿Para decirme qué? – respondí yo. Guardó silencio.

        ¿Qué pasó aquella noche Marc?

        Tuve miedo.

        Yo también. – le confesé yo. Su rostro se iluminó.

        ¿De qué tenías miedo Ana? – me susurro muy bajito, como si fuera un suspiro que aliviaba su alma. Mi boca enmudeció.

 

Bajé la mirada y el me cogió de la barbilla y me hizo que le mirara a los ojos.

 

        Yo ya no tengo miedo.

 

Acercó su boca lentamente a mi boca. Me beso. Creí perder la consciencia sólo un segundo que me pareció eternamente dulce. ¡Fue mágico! Al abrir los ojos tras su beso el seguía muy cerca de mi boca, a unos centímetros escaso de ella. Entre susurros me dijo:

 

        ¿Tienes miedo ahora Ana? – mi boca se estrelló contra la suya en señal de que jamás había estado tan segura y poco temerosa de nada en mi vida.

 

Marc me abrazó tras mi beso con fuerza contra su pecho. Entre suspiros me decía: ‘Cuanto anhelaba este momento’.

 

Nos besamos una y otra vez. Como si los años que habíamos pasado temiendo el NO el uno del otro, no hubieran existido. Marc desabrochó mi camisa y yo le quité su jersey. Su piel con mi piel me provocaba pequeñas estampidas de placer que recorrían todo mi cuerpo.

 

‘Te deseo Marc. ¡Te deseo!’ se escapaba de mis labios entre pequeños gemidos lentos y acompasados de goce. Marc beso mi cuello y siguió hasta mi sujetador. Sacó mis pechos y empezó a lamerlos. Yo clamaba deliciosamente de delicia. Su boca era un manantial infinito de encanto en mi cuerpo. Quise devolverle tanto deseo reprimido por los años y me aboqué sobre su pecho para regalarle un sinfín indefinido de mimos. Mis dedos jugueteaban con sus pezones y mi boca se alternaba con ellos. ¡Le deseaba! Quería escucharle disfrutar de mí, de mis manos, de mi cuerpo, de todo mi ser por entero.

 

Se desnudó para mí. Luego me despojó del resto de mis ropas. Me tumbó delicadamente encima de la mesa mientras se colocaba frente a mí. Sentí su sexo atravesar mi sexo. Creí morir de placer. Su pene erecto se movía delicadamente con empujones muy suaves, increíblemente lentos y apasionadamente plácidos.

 

Nuestros gemidos se unían en uno sólo que cada vez era más fuerte. Aceleró su ritmo pélvico y me derramé por primera vez. Paró y me besó en la boca. Acercó después sus labios a mi oído y me susurró: ‘Quiero dejarte bien satisfecha. Tenía muchas ganas de ti’ eso provocó mi segundo orgasmo de placer. Quería sentirle más adentro y me ladeé un poco para ponerme sobre él. Eso casi le proporcionó su primer orgasmo pero se retuvo. Le gustaba verme encima, moviéndome adelante y hacía atrás, mientras sus manos jugaban con mis pechos. Cuando cambié con mi cintura a los movimientos rotatorios sentí como cada vez le costaba más y más contener su eyaculación. Yo no podía contener mis orgasmos que llegaban uno tras otro tras otro. Se incorporó un poco conmigo encima y dejó que me moviera muy lentamente. Cuando se derramó dentro de mí por su cuerpo recorrió un orgasmo intensamente bestial. No paré pese a que sentí su ambrosía recorrer mis entrañas. Eso le hizo no parar de estremecerse una vez tras otra a todo su cuerpo con pequeñas replicas de goce retino y desfogado. Sin salir de dentro de mí me besó los labios. Parecía que deseara borrar mi boca con la suya. ‘Te deseo Ana. ¡Te deseo!’.

 

Ese fue nuestro inicio y tengo que reconocer que tras ese primer encuentro ha habido muchos, muchísimos más y cada vez más lascivos, más intensos, más salvajes. ¡Así se trasmuta el goce contenido! ¡Así se hacen realidad las fantasías! ¡Así se eliminan, para siempre, los miedos!