lunes, 23 de septiembre de 2013

EN LA OSCURIDAD DE TU HABITACIÓN (poema)


 

EN LA OSCURIDAD


DE TU HABITACIÓN


 

¡En la oscuridad de tu

habitación he empezado a ser yo!

¡Estando contigo a solas

he empezado a sentirme mujer, hembra,

manantial infinito de ilimitados

enredos y desenredos de dos almas

jugando, irremediablemente,

a algo parecido al amor!

 

¡En la oscuridad de tu

habitación te he retado y he ganado!

¡En el mismo instante que dejé

mi máscara en la repisa de noche,

me dejé llevar más allá del bien,

más allá del mal, más allá del infinito!

¡Un viaje sin retorno del que no

quiero escapar cabalgando

sobre los cuatro jinetes del Apocalipsis,

 pero siempre junto a ti!

 

¡En la oscuridad de tu

habitación he dejado mi inocencia

 sin dejar de ser niña!

¡Esa prolongación de ti que roza

lo sobrehumano me llevó al lado oculto

de la luna, para dejarme a solas,

un instante, con mi soledad!

¡Más me sentí tan vulnerable

en tu ausencia que tomé impulso,

salté desde donde me dejaste

y vine a caer entre tus brazos!

 

 

 

 

 

AGUJAS PARADAS (poema)


 
AGUJAS PARADAS
 
La lana no se teje sola.
Quieta, inmóvil, paralizada,
como si la muerte se hubiera
apoderado de cada hebra.
Yace a solas en la cesta
olvidada de mimbre.
 
Tus dedos,
aquellos que un día
buscaban pasar el hilo
por la aguja, ya no
están entre nosotros.
 
Se paralizó el ovillar.
Se acabó la pasada,
el punto, el inicio y el cierre.
 
Mil cuellos afónicos,
mil manos heladas,
mil pies silenciados
por un escarchar muy fino y agudo.
¡Todos muertos a tus pies!
Ya no hay madeja caliente
como tus besos dulces,
ni amor tan tierno
como el de tus arrullos,
ni nada que pueda
volver a ser tan cálido,
como volver a estrecharte
con un abrazo una sola vez más.

sábado, 21 de septiembre de 2013

MADRUGADA (poema)


 
MADRUGADA

 

La lascivia lluvia ocultaba tu nombre.

Cada gota reprimida contra el cristal

inexorablemente te apartaba de mí

como hombre, te acercaba como bestia.

 

¡No era una parte aparte de ti!

Luchaba contra tus principios

cuando la seda de mi blusa te rozó

ligeramente tu instinto

(animal pues ya no conocías otro).

 

¡Desaparecieron los nombres!

Desapareció la honestidad,

el decoro, algo parecido

a las buenas maneras.

Con cada golpe certero,

mi voluntad se arrodillaba

ante la tuya dejando

sólo de mi las ganas

consumidas lentamente rápidas.

 

El abuso perdió su sentido,

la sumisión también,

la posesión cobró otra nueva

definición que jamás

podría ser explicada.

 

‘¡La noche crea extraños

compañeros de cama!’  Decían.

La madrugada crea excepcionales

cómplices de perversiones actuales

(esa era nuestra verdad).

 

Dejamos las lecturas de libros

para aquellos que temían ser humanos,

que les asustaba vivir.

Mas allá de las palabras,

mas allá de la sutilidad,

mas allá de la forma estábamos nosotros

libres, satisfechos,… inmensamente vivos.

EL CORAJE DE UNA MUJER (poema)


 
EL CORAJE DE UNA MUJER

 

En la plenitud de su vida

vio truncado, por el azar, su futuro.

Pero no se vino abajo

jamás sino que luchó

(es más sigue luchando

sin miedo a nada ni a nadie).

 

¡Una mujer, un duelo,

un reto que sobrevivir!

 

Armada siempre

con esa melena al viento,

con esa mirada que con

solo un guiño hacía

temblar las piernas de cualquiera

que se cruzara en su camino,

con aquella sonrisa de mujer sofisticada

e increíblemente elegante,

bella, dulce, tierna.

 

De nada servían 

las armas de doble filo

porqué su coraje podía

con cualquiera de ellas.

 

¡Ella iba siempre un paso por delante!

 

Su valentía no se medía

por los miedos que afrontaba

sino por aquellos que superaba

día tras días que,

sin ella decirlo,

que le costaban lágrimas de sangre,

pero que nadie al menos

supo porqué el rímel hace

maravillas y ante los demás

las risas eran la mejor medicina.

 

¿Qué haría cuando se quedaba a solas?

A nadie le importaba porqué

más allá de lo que ella mostraba

quedaban las luchas cada vez más

largas y duras, pero siempre ganadas.

 

 

 

 

jueves, 19 de septiembre de 2013

APRENDÍ A VERTE (poema)



APRENDÍ A VERTE
 
Aprendí a verte
desde el vacío de mi mirada
ausente, por el tiempo
que un día llegó de lejos.
Busco la carne como
el perro hambriento;
la leche como el gato
muerto de sed.
 
Desgarro con mis dientes
la pieza que mal servida
ante mi, ser mordida, devorada
hasta los huesos, espera.
 
¡Miedo no me da!
Del último al primer
bocado se que lo desea,
(que otra cosa esperar no pudiera)
pues no hay mas que hambre en mis labios
y su deseo de ser comido por mi boca.
 
¡Existe siempre un final! 
Incluso para las fragmentos de un puzzle,
que sin estar completo,
hoy no dejo de tener sentido.
 
(Consagrada para siempre
a esa fiel mente
que a leerme aprendió
y que este poema me exigió).
 


 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

DESNUDATE PARA MI (poema)


 

 

DESNUDATE PARA MI


 

¡No voy a tocar ni

un ápice de tu anatomía!

Sólo me quedare

aquí contemplando

como un necio mas

que se deleita de

lo absurdo que es

amar sin tocarse.

 

No rozare tus labios

 ni tu los míos,

más nos fundiremos

en el mayor beso

que jamás existió en este mundo

o en otros de esta galaxia

tuya y mía en este momento.

 

No habrá amor,

ni cariño, ni roce,...

Solo tu piel, mi piel,

este instante,...

 

 

martes, 17 de septiembre de 2013

AQUEL VESTIDO VERANIEGO (relato)


 

Era el fin del verano y los de la empresa, con la vuelta de las vacaciones, decidieron que fuéramos todos de cena. El día elegido, unos compañeros de Madrid, Valencia, Sevilla y Málaga estaban por la oficina y los invitamos a acompañarnos. Al final, entre unas cosas y otras, éramos cincuenta personas: treinta y cinco hombres y quince mujeres (una de ellas yo).

 

Me compré un precioso vestido veraniego para la ocasión de un precioso amarillo pálido, con unos tirantes muy estrechos (se podía llevar sin sujetador y yo había decido no llevar), no muy largo (me quedaba cuatro dedos por encima de las rodillas), con unas pequeñas florecillas rosadas que lucían como dulces detalles distribuidos de forma sorprendente. ¡Era perfecto para una noche febril! La última noche de un mes de agosto muy caliente.

 

Me vino a buscarme Alex, un compañero de Madrid con el que hablaba mucho por teléfono cuando surgían problemas contables en la empresa. ¡Era un hacha! Y encima increíblemente simpático (pese a ser un contable de cuarenta y cinco años). Después fuimos a recoger a Marco, Cristina y a Angelo. Llegamos al restaurante que tenía un ambiente demasiado sobrio para gente joven como nosotros pues todos, más o menos, exceptuando Alex, teníamos entre treinta y treinta y cinco años. La cena fue genial: revuelto de ajetes, espárragos y gambas de primero. De segundo medallones de ternera en salsa de ostras para unos y para otros, cazoleta de rape al horno con almejas. El postre era una delicia: brownie de chocolate con nata y fresas. El vino tinto, blanco y el cava se brindaron junto a cada plato y después de una hora y media larga, todos salimos en busca de un lugar más festivo donde poder bailar y pasárnoslo muy bien.

 

Alguien sugirió una discoteca con varios ambientes en la ciudad. Unos deseaban volver a casa (muy pocos) y otros no. Nos dividimos en varios coches para no tener que coger tantos. Alex vino conmigo pero al montarnos en el coche de Nacho, tuve que sentarme sobre sus piernas como si fuera una niña. Me daba un poco de vergüenza pero a él,… no le importó. Estuvo bromeando todo el camino de que si pesaba mucho, que si se le habían muerto las piernas por mi culpa,… Yo no podía dejar de reírme al igual que el resto de los que íbamos en el coche.

 

Aterrizamos en la zona a eso de las doce y media. Aparcamos el coche, nos dimos un buen paseo de diez minutos largo y cuando llegamos a la discoteca,… ¡¡¡Cerrada!!! A todos nos dio un ataque de risa. Volvimos a los coches y buscamos cualquier lugar que estuviera abierto para tomar algo. Me tuve que subir de nuevo a las piernas de Alex pero esta vez quise ponerme sin apenas rozarle para no hacerle daño. Me dijo que no fuera tonta y que me sentara sin miedo. Puso la mano en mi espalda y me ayudó a sentarme bien sobre él. El vestido voló un poco con el aire que entró por la ventanilla cuando me aposenté de nuevo y fue mi trasero el que acabó encima de él con la única protección de mi cullote blanco. Esperé que él no se diera cuenta pero si que lo hizo y sin querer, sentí su erección involuntaria. Sentir su sexo me excitó y mis pezones se pusieron muy erectos. Él se dio cuenta. Deslizó sus dedos por mi brazo izquierdo que era el que estaba más oculto a los ojos de los demás ocupantes del coche y mi piel se erizó de placer. Era algo verdaderamente excitante estar dedicándose caricias sin que nadie se estuviera dando cuenta. ¿Y si fuéramos más lejos? ¿Se darían cuenta? Aquella idea sobrevoló un instante en mi mente hasta que de forma estratégica, bajé la bragueta de su pantalón y él, que vio por donde iban los tiros, liberó su virilidad creciente de su boxer. Alex ladeo mi culotte y introdujo con mucho cuidado su pene en mi sexo. Fue francamente morboso sentir que nadie se estaba dando cuenta de que me estaba follando delante de sus propios ojos. Nos movíamos poco pero cada bache, cada curva, cada frenado nos proporcionaba un placer extremo tanto a él como a mí.

 

Llegamos a donde habíamos cenado y fingí un pequeño mareo para me que dejaran a solas con Alex en el coche. El medio engaño salió bien y cuando salieron todos del coche, Alex se abalanzó como un animal salvaje sobre mí follándome como un macho salvaje en periodo de apareamiento poseído por entero por todas las feromonas de una hembra dispuesta a todo y preparada. Con cada embestida me resarcía de las que no puedo asestarme cuando todos estaban dentro del coche con nosotros. Gemíamos como dos bestias feroces que deseaban más, y más, y más el uno del otro. Los cristales se empañaron y aquello atrajo varios curiosos a mirar por la ventana. Pudimos ver entre vahos como se masturbaban pegados a los cristales del coche viéndonos follar como posesos. ¡Aquello me excitaba! Aquello me mojaba más y deseaba tener a aquellos dos hombres devorándome los pechos mientras Alex seguía follándome. Alex se sentó en medio del asiento de atrás y me quitó el vestido y el culotte por fin. El se quitó los pantalones y me hizo montarle como una amazona. Sin darme cuenta, había bajado las ventillas traseras del coche y aquellos dos hombres que antes estaban detrás del cristal, estaban allí, mordiéndome los pechos, masturbándose a placer y dándome un deleite máximo indescriptible. Deseaba que no pararan. Deseaba que siguieran. Deseaba más y más. La mano de uno de ellos llego a mi trasero. Me lo agarraba con fuerza mientras seguía comiendo el pecho. De golpe y porrazo metió los dedos en mi trasero mientras el otro, me acariciaba el clítoris volviéndome enloquecida de goce. El miembro de Alex seguía duro como una piedra embistiéndome cada vez con más fuerza. Sentí como los tres llegaban uno a uno extasiados de placer a desbordarse de deseo, dos sobre mis pechos y Alex,… dentro de mí.

 

Fue una noche muy caliente, muy morbosa, increíblemente extasiante. Volví a casa con Alex en su coche ya recuperada del todo y eso que los tres se lo curraron mucho el hacerme disfrutar a placer. Antes de subir, él como si me hubiera leído el pensamiento, me arrinconó en el portal de mi piso y contra la pared, me penetró por detrás proporcionándome verdaderos espasmos de placer que recorrieron mi cuerpo de la cabeza a los pies. ¡Creí morir de éxtasis! Un nirvana infinito de gemidos me llevaba a disfrutar cada vez más de aquel momento inesperadamente e indescriptiblemente fogoso que volvía a vivir. Alex se derramó por mi culo y me empotró contra la pared casi sin sentido. ¡Fue genial! Jamás había disfrutado tanto del sexo como aquel día. Sólo deseo poder disfrutar más muy pronto tanto si Alex está como si no.