jueves, 21 de mayo de 2015

LOS ÁNGELES DE LA MUERTE





Una no llega a ese punto sola. Por desgracia en esa caída son muchas las manos que la empujaron irremediablemente hacia ese punto.

La familia suele tener mucha parte de culpa. No podemos elegir a nuestros padres y pese a que tenemos que agradecerles infinidad de cosas, también hay un cajón repleto de recuerdos muy amargos donde una correa firmemente asida por ambas manos amorosamente estaba siempre presente para corregir actos de rebeldía propia de la edad.

Tampoco faltaron un sin fin de compañeros de clase que veinticinco años después, por desgracia, siguen con esas tonterías tan incomprensibles dada su edad más que adulta.

Es increíble saber cuánto poder de “hundimiento” hay a nuestro alrededor. No soportamos, y debo incluirme también en este espacio aunque realmente no lo sienta así, ver que alguien prospera, que tira adelante. Somos tremendamente egoístas, tanto que sólo somos felices si hemos podido, durante el largo día, herir a alguien, hacerle infeliz, convertirle en un desdichado.

Mas nunca, en ese machacar al prójimo nos damos cuenta cuantas personas incurrieron contra él a lo largo del día, a lo largo del mes, a lo largo del trimestre, a lo largo de un año. Luego, cuando alguien por fin decide acabar con ese malestar perpetuo y levantarse la tapa de los sesos sin más ni más, sólo somos capaces de esbozar una simple estúpida frase: “Era una persona normal, sencilla, no hablaba mucho”.

El recuerdo dura lo que dura la noticia en los medios (cinco minutos escaso de una estadística macabra que no debería ni existir).

Sin embargo y pese a todo, al minuto siguiente tras la noticia, sin perder ni un solo segundo, buscamos un nuevo objeto al que demoler una y mil veces con nuestras malogradas experiencias para hacer que su vida sea lo más corta posible en este mundo.

¡El ser humano es el salvador de la especie! Dinamita la virtud de los silenciosos, de los diferentes, de los conformistas para enviarlos pronto al otro barrio. Sin lugar a duda, nos hemos convertido en Ángeles de la Muerte y lo peor de todo es que estamos orgullosos de serlo. “¡Maldita humanidad!”

MORALEJA: Antonio Machado decía: “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.

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