sábado, 13 de junio de 2015

LA CARTA QUE LLEGÓ TARDE, MUY TARDE




El arte epistolar, el de escribir cartas, es algo raro en este nuevo siglo. Coger un folio, un bolígrafo o pluma, y dejar impregnado en un papel un sentimiento, una súplica, una decisión, una petición, es algo ya que sólo se ve a nivel funcionarial en este país.

Sin embargo esta ha sido el modo en que la infanta Cristina le ha hecho saber a su hermano, que renunciaba al título de Duquesa de Palma.

En cuatro folios escritos por su puño y letra, la que fue nombrada duquesa en septiembre de 1997 tras su enlace con Iñaki Urdangarin, renuncia a su título, según ella, “evitando así cualquier polémica que por razón de ello pudiera plantearse en la Ciudad de Palma”.

En la carta escrita a Felipe VI, Cristina dice que no renunció antes pues las acusaciones por parte del Sindicato Manos Limpias eran infundadas.

¿Qué ha pasado realmente? ¿Ha renunciado o la han obligado a renunciar?

No es para nada ajeno a nosotros que la ascensión al título de Rey del príncipe Felipe fue un poco “raro”. Me refiero que en plena explosión del Caso Nóos donde incluso el nombre del propio Rey de España, don Juan Carlos I, estuvo “explícitamente” vinculado con algunos documentos de la trama en cuestión puso en entredicho no sólo a la corona, sino a toda la Casa Real.

Desde entonces, estigmatizado el nombre en un caso de corruptela en un país con una gran crisis económica, había que mover ficha con la única visión clara de que el pueblo, debía confiar de nuevo en la corona.

Don Juan Carlos, con su pose campechana, ya no convencía. Su mal actuar cuando el país se sumía en un caos a muchos niveles le fue cavando su propia “tumba” como regente. Su retiró campestre cuando se fue a Botswana a matar elefantes, fue el estoque que apuntillo la muerte del “toro”. Aquel acto le hizo perder todo ese infinito aprecio que suscitaban muchas personas del pueblo llano en él. Todos aquellos que tras la dictadura, vieron en el regente un cálido aire renovador lleno de libertad, diplomacia y cercanía, se sintieron engañados por un rey al que no le importaba, como pasaba en la edad media, que su pueblo pasara calamidades y hambruna.

La imputación de su yerno Iñaki en el Caso Nóos y su propia hija, la infanta Cristina, fue la entrega de las orejas y el rabo, a un pueblo que ya no confiaba en su rey, pues este le había demostrado cuando más les hacía falta tener un referente digno y leal, que no lo era.

Felipe, como Príncipe de Asturias, sucedió a su padre no sin el consecuente recelo que provocaba encumbrar al hijo de un “hombre indigno” al frente de un país que se cuestionaba en ese momento, si el estado laico no debería haberse convertido en un estado republicano.

Él, el nuevo rey, estaba obligado a alejarse lo más posible de aquello que su padre había permitido y de lo que se sentía más que orgulloso (de puertas para adentro, obviamente).

Las fiestas, las escapadas, las salidas de tono de su hija, de su yerno, de su nieto, sus cacerías y demás vilipendios, debían ser parte del pasado.

Antes de que se cumpliera un año de su regencia, Felipe VI debía demostrar al pueblo hasta donde era capaz de llegar por el bienestar de su país. Obligando a Cristina o tomando la decisión por su cuenta, el nuevo rey ha demostrado que la sangre no es más fuerte que su voluntad. El monarca, con esta determinación, coloca un pilar muy importante en su reinado capaz de soportar, de momento, algunas de las piedras de una monarquía arcaica que parecía no encajar en el nuevo siglo.

No obstante, es un parche como otro cualquiera. Al renunciar Cristina a su título de Duquesa de Palma sólo pierde algunos de sus derechos pero no todos pues no deja de ser, infanta de España. ¿Ha sido esta una decisión acertada? ¡No! Ha sido una decisión adecuada que hace que el nuevo Rey demuestre que contra las malas artes, los engaños, los robos con guante blanco, no hay título que proteja al infractor. Ahora bien, para ser verdaderamente coherentes con esta máxima, el honor de ser infanta de España también debería habérsele arrebatado. Sin embargo, no ha sido así.

Mucho es lo que aún se ha de escribir sobre esta familia real, la saliente y la entrante. Sólo deseo que mientras estén ahí, sepan dar gracias por todo lo que poseen, por todo lo que tienen de más. Sólo espero, de corazón, que sepan mostrarse más humildes, más humanos, más cercanos de lo que aparentan con aquellos que los “sustentan” en sus cargos.

Desde los altares no se ven los llantos, ni las penas, ni el dolor, ni la angustia, ni las desventuras, ni el hambre de la clase trabajadora. No es suficiente acercarse al pueblo cuando viste de luto. Hace falta más que posar en un momento trágico. Hace falta mucho más. Eso es lo que diferenciaría de verdad, a un rey de otro. No una decisión que su padre ya debería haber tomado por el bien de su pueblo.

MORALEJA: Alguien dijo una vez: “A veces tratamos de conseguir algo y fracasamos, entonces vemos al mundo muy grande y que no somos nada; pero si conseguimos lograr lo que anhelamos, el mundo nos parece pequeño y nos sentimos los reyes del mundo”.

viernes, 12 de junio de 2015

EL BLOQUEO (relato)




Sufrir un bloqueo mental es lo peor que puede sufrir alguien. Verse en mitad de todo sin saber qué camino escoger. Por si fuera poco, después de escribir mi primera novela y que hubiera tenido una acogida medianamente aceptable, estaba obligada a escribir una, como mínimo, igual de buena que la anterior. Sin embargo, esa presión me había abocado sin lugar a dudas, a una situación que me angustiaba cada día más.

Iba a la biblioteca de la universidad esperando que los grandes de la literatura me inspiraran. Llevaba un mes, dos, tres sin ver ningún resultado.

Cuando el cuarto mes empezaba a marcar en mi calendario de decepciones, intentando alcanzar unos libros de un estante elevado, me caí al suelo haciendo un estruendoso golpe y recibiendo varios golpes de libros en mi cabeza. 

Mientras la mayoría me chistaba por el ruido ocasionado, solo uno me tendió una mano para ayudarme. Era un hombre de unos cincuenta y pocos. Era alto, moreno, con unos ojos color miel deliciosos y un cuerpo proporcionadamente perfecto para tener aquella edad.

-      ¡Buen golpe!
-      Y eso que no has visto cuando en serio si deseo caerme de verdad – le dije mientras me ayudaba a levantarme.
-      Pues parecía una caída de lo más profesional. Además, ese toque de los golpes en la cabeza con ejemplares de psicología, intentando emular que el razonamiento pasivo no evita los dolores de cabeza, creo que te ha hecho ganar puntos.
-      Sí, pero de sutura – reímos los dos a la vez mientras comprobaba que no me salía sangre de la cabeza.
-      Me llamo Juan.
-      Natalia.
-      Un placer.

Hubo un silencio mientras nos dábamos cordialmente la mano.

-      ¿Qué buscabas ahí arriba?
-      Inspiración.
-      ¿Tan arriba? No. Creo que no te han informado de la distribución de la biblioteca como díos manda. La inspiración, este mes, la tenemos en el sótano, junto a los champús de efecto brillante.

Nos reímos. Yo por lo patética que era su respuesta y él, sin lugar a dudas, porque se creía que era lo más elocuente que había dicho en su vida.

-      Va, ahora en serio. ¿Qué buscabas?
-      Inspiración.
-      ¿Eres escritora?
-      Trato de serlo.
-      ¿He leído algo tuyo?
-      Bueno, sólo he escrito una novela y … tenía un blog hace mucho tiempo, cuando cumplí los treinta.
-      ¿Mucho tiempo? ¿Cuántos tienes ahora?
-      Voy a cumplir los treinta y ocho.
-      Oh sí, francamente hace mucho tiempo.
-      Sí, ya soy una vieja.

Se echo a reír.

-      Entonces yo tengo un pie en la tumba.
-      ¿A sí? ¡Pues no lo parece! – le respondí un poco ruborizada pues le había echado un vistazo de la cabeza a los pies de forma muy poco… nada correcta.
-      ¡Gracias! – contestó con una sonrisa picara que confirmaba que si se había percatado de mi repaso - ¿Cuántos me echas?
-      ¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé?
-      De años, me refiero – se notaba que yo no había pensado en eso sino en algo… mas lascivo. Enrojecí de la cabeza a los pies y hubo un silencio muy largo.
-      Tengo cincuenta y cuatro – el silencio siguió entre nosotros.

El tuvo que romper de nuevo el silencio.

-      ¿Puedo ayudarte con lo de buscar tu inspiración?
-      No sé. ¿Cómo se desbloquea algo por lo que no sabes porque se bloqueó?
-      ¿De cuanto meses estamos hablando?
-      Digamos… cuatro ya.
-      Pufff. Es complicado. ¿Cuándo fue la última vez?
-      ¿De queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé?
-      Desde cuando escribiste emocionada – respondió con otra sonrisita picara.

Hubo un silencio muy largo otra vez.

-      Ya veo lo que pasa.
-      Pues sería interesante que me dijeras que es para poder superarlo.
-      No es tan fácil. ¿Me dejas probar una técnica experimental?
-      ¿Me ayudará?
-      Creo que sí.

Sin apenas darme cuenta, había llegado la hora del cierre de la biblioteca. Él me cogió por la cintura con una mano y me acercó a su cuerpo. Con la otra me tapó la boca y me dijo susurrante: “No digas nada”. Nos metimos en un hueco entre una librería y otra, y permanecimos así hasta que ya no quedó nadie.

¡Me excitaba sentirme presa! Con la boca tapada, con la mano aprisionando mi cuerpo contra el suyo.

Por fin me quitó la mano de la boca y me besó lentamente. Podía sentir como sus labios tomaban el control de todos mis sentidos. Su lengua era una delicia que se deslizaba con maestría dentro de mi boca. Estaba a su merced sin saberlo. Deseaba entregarme a él por entero.

Desabrochó mi camisa con una mano, sin quitarme la otra de mi espalda que seguía aprisionándome contra el suyo. Se lanzó a mis pechos como un náufrago en mitad del desierto a un oasis. Jamás nadie me había saboreado de aquella manera. Desabroche su camisa pero no me dejó que le lamiera. Él mandaba y pensaba dejarle hacer todo lo que deseara.

Se arrodilló ante mí. Levantó mi falda. Besó mi sexo por encima de mis braguitas. Enloquecí de placer. Me las quitó y con su boca, empezó a darme tremendo besos de placer en mi sexo, con unos mordisquitos que me hacía gritar de ganas de más. Su lengua se adentró dentro de mí. ¡Que goce!

Alzó la mirada. Sus ojos se clavaron en los míos. Le supliqué que me hiciera suya. Se levantó y bajó su bragueta. Su sexo salió impetuoso. ¡Era tremendo! Me volteó y me penetró. Cuando sentí su verga dura casi pierdo la cabeza. Ni recordaba cuando había sido la última vez que alguien me había follado por última vez. Podía sentir como me envestía lentamente. ¡QUE PLACER! Gemía y poseía con una fuerza jamás imaginada. Notaba como intentaba controlar no derramarse. Aquello me excitó mucho, muchísimos. Sentirlo duro, constante, con esa virilidad pulsantemente firmemente ardiente entregada por entero a mí, me hacía volverme más entregada, más sucia, más dispuesta a todo. ¡Podía hacerme lo que quisiera!

Estaba a punto de correrme. Se lo grité y en el aquel momento, frenó en seco, justo al límite. Dejó pasar un rato y luego, volvió a penetrarme como antes, más deliciosamente lenta. Me precipitaba otra vez al orgasmo y se lo hice saber. Volvió a parar. Lejos de frústrame aquello, que el tuviera el control, me encantaba. Lo hizo una y otra vez. Yo podía callarme pero me gustaba que él decidiera cuando debía disfrutar hasta el éxtasis supremo. No sé cuanto tiempo pasó, ni cuentas veces frenó una y otra vez. Hasta que después, sin previo aviso, me dejó llegar al final mientras él también se derramaba con mucho vigor dentro de mí. Gritamos a la vez como si fuéramos animales salvajes en pleno desenfreno carnal.

Caímos contra la moqueta extenuados.

-      Ya verás como ahora, todo fluye en tu mente.

Dio en el clavo. Al día siguiente empecé a escribir y la novela, fue mi obra prima. El bloqueo se había acabado y había sido de forma fascinantemente orgásmica.

jueves, 11 de junio de 2015

TERRASSA: NO FUE UNA “MANIOBRA IMPRUDENTE”





Hay que ver como tienen los medios esa visión tan “imparcial” si es la palabra correcta, de llamar a las cosas. Hace unos días, a través del facebook de un conocido, me sorprendió una noticia que compartía una persona de Terrassa por, según él, el asesinato de su mujer. No me digáis por qué pero aquello me hizo poner los pelos de punta. ¿Asesinato? Y sobre todo por las palabras de venganza con las que finalizaba su protesta junto a la foto de una chica de apenas veintinueve años de edad.

Con esa escasa información, me puse a buscar por la red intentando averiguar que había tras ese dolor tan intenso que se trasmitía en dichas palabras.

El suceso es el siguiente: una mujer es embestida por un coche que venía por el otro carril de la Avenida del Vallés haciendo una carrera por una de las arterias más importantes de Terrassa con otro coche.

Luego, los titulares, son más sutiles con lo que parece más una acción temeraria que una maniobra imprudente.

La Vanguardia lo titula así:

“Una "maniobra imprudente" posible causa del accidente mortal en Terrassa”.

¿Maniobra imprudente? ¿Cómo no poner un intermitente? ¿Como saltarse un ceda el paso? ¿Cómo no parar en un semáforo en rojo? ¡No! Según lo que dicen unos y otros a través de los comentarios no fue algo que pasa… pues mira, porque no estaba mirando. No fue exactamente esto. A las nueve de la noche, dos coches que circulaban a gran velocidad. Uno, se saltó una pequeña medianera que hay entre los carriles de subida y de bajada de dicha Avenida del Vallés de Terrassa, y chocó frontalmente con el coche de Cristina, causándole la muerte en el acto. Los dos coches iban haciendo una carrera y fue al intentar “picarse” aún más con un toque entre ellos, que el otro se salió de su carril (como se ve que ya ha pasado varias veces en ese tramo). Cristina deja dos niñas pequeñas de ocho y seis años de edad.

Por ahí hay dos personas que no siguieron la ley, cosa que está tan de moda en este país. Pero no acaba la cosa ahí, los medios también, quizás por el riesgo del morbo, por ser políticamente correctos, incluso con su mala información está, por lo que parece, haciendo daño a la propia familia. ¡Vergonzoso!

Desde aquí, y como persona humana con corazón, cabeza y sentimientos, sólo hacer una petición: el sufrimiento no es algo que uno pegue en su muro de facebook para quedar bien. Cuando alguien utiliza las redes sociales, sin lugar a dudas es por la impotencia, por la rabia que da perder, a tan corta edad, a un ser muy querido no por una imprudencia sino por una INFRACCIÓN MUY GRAVE que se ha cobrado una nueva vida.

¿Cuántas personas tienen que morir para que cierto tipo de personajes, porque a personas no llegan, paguen por lo que alardean de haber hecho?

Los controles en las carreteras están bien, pero seguimientos de puntos negros que son conocidos por todos durante los fines de semana, también. No sirve con poner un radar aquí o allá. Una multa de velocidad, hasta a algunos les resulta hasta cómica pues poseen suficiente dinero para hacer frente al pago no una sino hasta infinidad de veces. ¡No existe multa ni dinero en este mundo para hacer frente a la perdida de una vida humana! ¿Hasta cuando esa MANO ANCHA con determinado tipo de individuos? Espero que hasta aquí y no más allá, no sólo por Cristina sino por todas aquellas personas que conducimos y nos vemos muchas veces desamparados frente algunos comportamientos más que detestables por distintos personajillos al volante.

¡Conducir es una responsabilidad! Y para hacer carreras, ya hay circuitos cerrados. Basta ya con esta impunidad gratuita. El asesinato es un delito muy grave y nadie debería quedar exento de pagar por su delito.

MORALEJA: No sé si alguien dijo esta frase antes, pero hoy la digo yo como mía propia: “¡Que nadie me diga cómo debo sentirme! Está claro, que nadie mejor que yo sé el dolor que soporta mi corazón”.