jueves, 7 de noviembre de 2013

BATALLA GANADA (escrito)


 

JUEZ: Les informo que esto no es un juicio. Es sólo un careo y lo que yo sentencie tras escucharle a ambos no se podrá apelar bajo ningún concepto. ¿Les ha quedado claro a ambos?

 

ELLA  Y ÉL (Ambos a la vez): ¡Si señoría!

 

JUEZ: Como se suele decir,… las damas primero.

 

ELLA: Si señoría. Hace cosa de un mes me encontré al dueño del coche que aparca tras el coche de mi marido en el parking y le informé de los golpes repetidos que se habían ido causando en la parte trasera de este llegando a estar corroyéndose ya el metal del coche. Primero, y pese a estar su hijo mayor presente, actuó de forma indecorosa casi gritando de que no podía ser. Tras observar con la luz de su móvil los daños ocasionados y viendo que si podía ser así, a lo del parte amistoso que yo le propuse dijo que si. Pasaron dos semanas y, al no verle en el parking y encontrarme a su hijo, le recordé que le dijera a su padre que estaba esperando el parte que me había dicho que haría. El chico, su hijo, muy cortés me dijo que se lo recordaría. Dos semanas mas tarde de haber visto a su hijo, vuelvo a encontrármelo en el parking y le digo que aún su padre no me ha pasado el parte. Me dice, casi avergonzado, que eso es cosa de sus padres. Le pido el teléfono de él, me lo facilita sin ningún problema pero cuando le llamo al señor ya me recibe tras la línea telefónica con una actitud de gritos y desafió (cosa que no me agradó lo mas mínimo). Siendo ambos vecinos, le rogué encontrarnos en el parking y así lo hicimos. Tras varios movimientos de coche y después de intentar demostrar sin resultado que los golpes no eran causados por su parte, le enseñamos su retrovisor que justo tenía la pintura de nuestro coche incrustada y eso que decía que no podía ser. Después de decirle que no pasaba nada, que nosotros sabíamos que como se habían hecho esos golpes y que si no quería hacer el parte amistoso, hablaríamos con nuestra compañía para una denuncia dijo que si haría el parte pero no lo hizo. Y por eso estamos aquí.

 

JUEZ: ¿Cuál es su versión de los hechos?

 

ÉL: Ese coche no lo cojo yo sino mi mujer. No ha podido comparecer porque ha sido operada.

 

JUEZ: ¿Entonces ha delegado su responsabilidad de comparecencia y esclarecimiento en usted sea cual sea el resultado de la misma pese a que usted no estuviera durante los hechos acaecidos?

 

 

Él: Si señoría.

 

JUEZ: Perfecto. Siga por favor.

 

ÉL: He estado mirando su coche y el mío en todas las posiciones de las que podría ser capaz de ser aparcado y en ninguna de ellas coincide con los golpes que se refiere a espejo retrovisor del lado derecho de mi coche. Tenemos mucho cuidado cuando hay poco espacio y siempre salimos o entramos antes de poder rozar, no sólo su coche, sino cualquier vehículo. Lo que yo no quiero es que me tomen por tonto y por eso no quiero hacer el parte.

 

JUEZ: ¿Entonces porque le dijo que lo haría después de ver la primera vez que si podrían ser posibles esos golpes?

 

ÉL: Pues porque era tarde y yo lo único que deseaba es llegar a mi casa y no que me estuvieran increpando en el parking.

 

JUEZ: Entonces, sino entiendo mal, la primera vez dijo que si por decir algo. ¿Es verdad?

 

ÉL: Si señoría.

 

JUEZ: Pero luego, la segunda vez con mas datos y que fue idea suya la de verse en el parking para demostrar que los daños no se podían haber efectuando JAMÁS DE LOS JAMASES con su coche,… ¿Por qué accedió de nuevo?

 

ÉL: ¿Perdón?

 

JUEZ: Acaba de decir que si no hizo el parte era porque no querían que le tomaran por tonto pero entiendo que fuera la segunda vez que había comprobado ya con tiempo, de que los daños si que podían haber sido culpa de una mala apertura de la puerta en un espacio escaso para entrar en el vehículo en cuestión.

 

ÉL: No, lo que yo he dicho es que la primera vez dije que no porque no querían que me tomaran por tonto.

 

JUEZ: ¿Y entonces porque dijo que Sí haría el parte la segunda? ¿Para demostrar que lo era? Digo lo de tonto, claro está.

 

ÉL: No, es que yo,… Es mi mujer la que conduce.

 

JUEZ: Si, una mujer, su esposa, que no da la cara cuando se sabe que cualquier operación de una extremidad, en su caso la pierna, no es inconveniente para esclarecer unos hechos si se dispone de silla de ruedas y ambulancia que obviamente el juzgado a puesto a su servicio y las cuales ha rechazado.

 

ÉL: ¿Está convaleciente señoría?

 

JUEZ: Está en proceso de recuperación que ya nos hemos informado con el médico y en cuatro días le quitan el vendaje y podrá volver a andar sin ningún problema. Pese a eso, pese a poner los medios para que ella fuera la esclarecedora de los mismo, no se ha personado delegando en usted esa potestad. Eso lo ha dicho usted hace escasamente unos minutos. Si lo desea, puedo hacer que la taquígrafa le lea lo que ha dicho.

 

ÉL: No, no hace falta.

 

JUEZ: Pues prosiga.

 

ÉL: Si hago el parte del seguro, aunque sea amistoso, perderé la bonificación del mismo y veré incrementado su cuantía por realizar un parte.

 

JUEZ: ¿Eso es todo lo que le ha quedado por decir?

 

ÉL: Si señoría.

 

JUEZ: Viendo los daños de las fotografías facilitadas por la demandante tengo que decir que me parece vergonzoso que alguien proponga un parte amistoso y que esta persona no de la cara durante treinta largos días. Siendo vecinos, como bien han dicho ambos, aunque sólo fuera de parking, en ningún momento cabe la justificación de que no quería que le tomaran el pelo o le tomaran por tonto cuando ha demostrado que ha actuado con gran grado de desafiamiento no solo contra la demandante sino contra mi mismo. Ahora bien, ciñéndome a las pruebas, puedo asegurar que los daños ocasionados por el vehículo podrían tener alguna duda cuando se hizo un primer acercamiento y se dijo que si para escurrir el bulto. Cuando ha habido una llamada de aviso mediante su hijo dos semanas mas tarde y un segundo encuentro un mes mas tarde y se quedó en realizar el correspondiente parte, se está actuando con malicia y con falta de decoro al ver que la pruebas del golpe son coherente y corresponden a un daño causado por su esposa ya fuera al aparcar, abrir la puerta pero que claramente, era su vehículo el que había dado golpes repetidamente y no al contrario. Además, cuando su último alegato ha sido el de no querer realizar el parte para que no le suba el seguro del coche, queda demostrado que sabiendo su culpabilidad, habiendo buscado escurrir el bulto, como vulgarmente se suele decir, era porque sabía a ciencia cierta, que su mujer había causado los daños.

 

Fallo a favor de la demandante a la que se le arreglará el coche en un plazo no superior a siete días hábiles desde la fecha de hoy. Y como pequeño consejo de digo al demandado, que si en la vida uno no quiere que se le tome por tonto, que al menos busque mejores argumentos que el dinero de seguro como base de justificación ante un daño a terceros voluntaria o involuntariamente ocasionado. Además, “amigo”, si puede permitirse el seguro de esa compañía con la que tiene asegurado el vehículo en cuestión, creo que el dinero, por su parte, no es problema sino el hecho de que una mujer le llamara al orden y usted, aun no sée muy bien pues estamos en pleno siglo XXI y tanto mujeres y hombres tenemos los mismo derechos, le pusiera en su sitio. Sea un poco mas humilde de ahora en adelante y escuche bien antes de atacar. No actúe como un animal. ¡Sea un ser humano racional!

 

Se levanta la sesión.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

APRENDIZAJE ADQUIRIDO (relato)


 

La vida nos pone en tesituras un tanto especiales y peculiares. No sabes como ni porque, acabas adquiriendo un aprendizaje que nada tiene que ver con lo que te planteabas hacer en la vida. Hasta que un día, ese aprendizaje te ayuda a salvar una vida y a satisfacer todos los deseo de alguien al que no conoces de nada a la misma vez.

 

Por cosas de la vida empecé a trabajar en un CET (Centro Especial de Trabajo). Allí nos dieron varias clases sobre primeros auxilios, para tratar a las personas especiales que trabajaban con nosotros y sobretodo, a empatizar con el que se encuentra, por su enfermedad o por su entrono, en una situación de stress. Algunos días no fueron fáciles. La vida te enseña una cara que se esconde tras aquello que los profesionales llaman normalidad y piensas que a cualquiera, sano o no, le podía pasar lo mismo. Jamás olvidé aquellos tres años que pasé en el centro y la cantidad de personas con rasgos muy peculiares a las que había que tratar de una forma determinada sin que ellos o ellas no vieran como un ataque personal.

 

Varios años después, entré a trabajar con un hombre mayor que estaba empotrado en una cama. Yo no tenía experiencia en cuidar a gente adulta pero por las referencias que habían dado mis padres sobre mi responsabilidad, a su hijo le resultó suficiente para contratarme como la cuidadora de su padre. Aprendí a lavarle, a tomarle la presión, a curarle las llagas, a cambiarle el pañal,… no me molestaba nada. Era un trabajo más y en esa casa habían confiando en mí. Me extraño que solos vivieran el hombre y su padre (quizás no fuera tan extraño y sólo era un tanto raro para mi).

 

Me amoldé muy rápido a las dos personas que habitaban por turnos en aquella casa. El hombre que estaba despierto de nueve de la mañana a nueve de la noche y a su hijo que se iba de nueve y volvía a las nueve para hacerme el relevo. Yo no preguntaba nada. Le daba el parte de su padre y me iba. El tampoco me preguntaba nada. Escuchaba, me preguntaba si me falta algo para cocinar, para la higiene de su padre, para darle la medicación y yo le daba una lista con lo que faltaba y poco más. Cada día la misma rutina de lunes a viernes. Los sábados y los domingos, sólo me pedía que estuviera de nueve de la mañana a una de la tarde y luego podía irme.

 

Ya llevaba cerca de un año en la casa cuando el señor mayor, empezó a temblar. Le puse el termómetro y estaba a cuarenta de fiebre. No me lo pensé dos veces, llamé a la ambulancia y me fui con él a urgencias. Su hijo nunca me había dejado un teléfono de contacto para localizarme pero si tenía el mío por si había algún cambio los horarios, en las comidas o en el tratamiento a seguir. Me llevé conmigo todo lo que tenía de Jaime, que así se llamaba el señor que cuidaba, y toda la medicación que tomaba junto a un pequeño calendario que yo misma escribía por voluntad propia sobre como su estado día tras día, que comía, como tenía el azúcar, la tensión, la heridas. Llegamos a urgencias a las diez y media de la mañana. Había sufrido una reacción alérgica a un medicamento. Le dije al médico que no podía ser que no se le había cambiado la medicación. El médico me respondió que entonces sería algún excipiente de algún medicamento genérico el que le habría producido la reacción alérgica (eso si podía ser, si en la farmacia no tenían de un genérico de un laboratorio siempre nos daban de otro y nos decían que era igual. Pues resultaba que no). Me agradeció la pronta actuación y me quedé esperando hasta que se recuperara. El médico me dijo que por su estado de salud, que preferían tenerle en observación en un par de días. Le dije que cuando su hijo se pusiera en contacto conmigo, yo se lo haría saber y que mientras tanto, me gustaría estar con el señor. Me dijo que no había ningún problema. Cuando tuvo habitación me llamó y fui con él. Su hijo no llamó hasta las nueve y cinco minutos de la noche.

 

-         ¿Dónde está mi padre? ¿DÓNDE? – me gritaba de forma grosera desde el otro lado del teléfono.

-         Estamos en el hospital. Planta 8, puerta 818.

-         ¡NO TE MUEVAS DE AHÍ! – me chilló.

 

Al los veinte minutos llegó muy alterado y gritando que qué le había pasado a su padre. Intenté explicarle pero no me escuchaba. Después de muchos gritos, vinieron los de seguridad. Intentaron calmarle y él no paraba de repetir que no estaba nervioso entre gritos y mas gritos. ¡Que no le tocaran! ¡Que le dejaran! ¡Que quería ver a su padre! Vino el médico y yo,… decidí largarme de allí. No se que pasaría cuando me fui.

 

Salí del hospital y llovía. Me había dejado el bolso y mis cosas en su casa. Sólo tenía las llaves del piso y mi móvil. Decidí irme caminando. Eran unos veinte minutos a pie y la lluvia no era muy fuerte. Empecé a caminar sin saber muy bien que había pasado por la cabeza de aquel hijo. Según el médico había hecho bien pero,… ¿Qué se pensaba que le había hecho? ¡¡¡YO LE CUIDABA!!! No le había faltado nunca nada en casi un año. Caminaba dándole vueltas y más vueltas a la cabeza con todo lo que había ocurrido.

 

La lluvia era cada vez más fuerte. Ya estaba calada hasta los huesos cuando llegué por fin al piso. Abrí la puerta, cogí mi bolso y estaba planteándome si dejar allí las llaves y no volver más por aquella casa. ¡Me había trato muy mal! Yo no merecía aquel trato. Había salvado una vida. La puerta del piso se abrió de golpe. Era su hijo, Diego. Se quedó mirándome con la cara desencajada. Le dije que no se preocupara que ya me iba. Me dijo que no, que me esperara, que me llevaba él. Le dije que no me hacía falta. Que dejaba el trabajo. Cuando le fui a devolver las llaves en la mano me cogió de la muñeca y me pidió que me sentara. Yo estaba muy enfadada y me solté y dejé las llaves sobre la mesa para irme. Corrí hasta la puerta y el me cogió por detrás con mucha fuerza. Me dijo que me tranquilizara porque yo no paraba de forcejar y decir que me soltara. ¡NO QUERÍA SABER NADA!

 

-         ¡ESCUCHAMÉ JODER! ¿QUÉ TE CUESTA? – iba a responderle mucho cuando dejé de forcejear y le dije que tenía dos minutos. Él no confió en que me quedara y cerró la puerta con llave. Me quedé de pie junto a la puerta y le escuché.

 

Su madre había muerto hacía tres años. Su pareja y él se hicieron cargo de su padre pero, cuando tuvo la embolia que le dejó empotrado en una cama, ella trato de matarle para dejar de cuidar de él. Se divorciaron y lo había pasado muy mal hasta que yo entré en aquella casa. Al escuchar hospital todos los malos recuerdos le vinieron a la cabeza y de forma inconsciente,… había pagado conmigo algo que no merecía. Me pidió perdón una y otra vez. Le respondí que no se preocupara pero que tenía que irme. Me dijo que no me fuera, que me quedara hasta que dejara de llover y que pondría mi ropa en la secadora para que me fuera con todo seco. Me dijo que cogiera un pijama suyo y que podía cambiarme en su habitación. ¡Jamás había entrado en su habitación! Era cálida, con una chimenea a los pies que parecía hacer mucho que no se encendía. Las paredes pintadas en color marfil. La moqueta color roble oscurecido. Muebles de haya y una gran cama de uno cincuenta cubierta con un nórdico fino de color ocre a conjunto con un par de cojines. Me estaba desnudando, quitando todo cuando él entró de golpe en la habitación. Yo sólo llevaba puesta mis braguitas y me asusté mucho. Se giró de golpe y me pidió perdón. Me dijo que sólo había entrado a buscar la ropa. Se la di mientras él seguía de espaldas y yo aún asustada. Me puse la parte de arriba de un pijama de los suyos y me quedé allí esperando de pie ante la chimenea apagada. Vino al cabo de un rato con unos leños y una caja grande de cerillos. La encendió mientras yo le decía que no hacía falta que lo hiciera. Él no se había cambiado de ropa aún porque no estaba tan empapado como yo. Le dije que se cambiara y le alargué el pantalón. ¡Le hizo gracia! Se cambió en el cuarto de baño de su habitación y salió. Nos sentamos en la moqueta delante de la chimenea sin decir nada. Al cabo de un rato se levantó y yo alcancé a romper el silencio diciendo:

 

-         ¿No irás a buscar un par de copas y una botella de vino?

-         No,… yo soy mas original – respondió sonriendo.

 

Tardó como diez minutos largos en volver y trajo un par de tazas con alguna infusión caliente dentro. ¡No me lo esperaba! Eso si que era toda una sorpresa. Sonreí y me acercó una taza que empecé a beber a sorbitos.

 

Al cabo del rato seguía un tanto helada. El se dio cuenta.

 

-         ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? – me dijo un tanto preocupado.

-         Es que no me he quitado toda la ropa y sigo mojada.

-         ¿Qué está mojado?

-         Me da vergüenza decírtelo.

-         ¿Las braguitas? Anda ya, no seas tonta. Ya sé que no es por mi que se te han mojado - dijo entre risas - Dámelas y las meto en la secadora.

 

Me las quité con el de espaldas y se las dí. Cuando volvió una pregunta me vino a la mente:

 

-         ¿Por qué has dicho que sabías que no estaban mojadas por ti?

-         Por nada en especial. Supongo que para que te relajaras – sonreí agradecida.

-         Si se me permite opinar sobre un jefe por primera vez y sin que sirva de precedente, puedo asegurar de que no estás nada mal.

 

Empezó a partirse de risa como si hubiera contado un chiste la mar de divertido. Cuando vio que yo no me reía, se puso serio y me dijo:

 

-         ¿No me dirás que te va ese tipo de fantasías de hacértelo con tu jefe?

-         No, yo tengo otras mucho más ardientes – le dije mirándole fijamente, con una mirada profunda y sin que me temblara ni la voz. – Lo que digo es que si la tuviera, tu serías un candidato ideal para hacerla realidad.

-         ¿Y qué me harías? Si fuera tu jefe.

-         No se, quizás ponerme ante tu silla y tu mesa con una falda muy corta negra y una camisa con blanca con gran escote y con ropa interior negra. Suspiraría profundamente intentando llamar tu atención si mi cuerpo y mi disposición a estar dispuesta no te hubieran motivado lo suficiente. Y si eso no funcionara, me daría la vuelta y mostraría mi tremendo y delicioso trasero con la falda para llamar tu atención.

 

Su pantalón del pijama se abultó enseguida. Me cogió por la nuca un poco bruscamente y me besó fuerte y ardientemente. Yo no me negué al beso y se lo devolví introduciendo mi lengua en su boca buscando la suya. Me tumbó sobre la moqueta y empezó a desabrocharme su propio pijama. Mis pezones, entre el frió y la excitación, estaban completamente erectos, pidiendo ser mordisqueados, lamidos, pellizcados. Parecía que me estuviera leyendo la mente pues eso fue lo que hizo mezclando fuerza con suavidad. Ahora si que estaba muy húmeda y todo por sus lascivas caricias. Bajó la mano hasta mi sexo y empezó a acariciarme el clítoris mientras me chupaba los pechos. ¡Me encantó! No podía dejar de gemir de placer. Eso le excitaba aún más. Podía ver como su pantalón crecía y crecía más y más. Consiguió que llegara a mi primer orgasmo y se quitó el pantalón. Su miembro era descomunal y eso me excitaba mucho. Se puso encima de mí y me penetró muy poco a poco. Esa forma de metérmela me volvió loca. La repitió varias veces con un movimiento pélvico suave, firme, pero lento y preciso. Sabía controlar y eso me fascinaba. Le oía gemir y me excitaba del verle disfrutar mientras yo disfrutaba. Poco a poco fue acelerando el ritmo sin prisa. Seguía sintiendo su firma sexo dentro de mis humedades más lascivas. Deseaba que no parara cuando un orgasmo recorrió mi cuerpo de la cabeza a los pies. Cuando aún no me había repuesto el no paró y otro orgasmo más intenso me atravesó otra y luego otra y luego otra vez. El no llegaba aún y su aguante me ponía más cachonda. Seguía poseyéndome. ¡Deseaba que no hubiera fin! Me estaba convirtiendo en una adicta al sexo, al suyo en concreto. Cuando él por fin llegó al orgasmo y sentí su leche inundando mi sexo creía que iba a perder el conocimiento de placer extremamente intenso. Se tumbó a mi lado y me besó la boca. Aún no sabía si era un sueño o una locura pero puedo asegurar que jamás había disfrutado del sexo, ni siquiera en mis sueños más oscuros y lujuriosos, como aquel día junto a él sobre la moqueta de su habitación.

lunes, 4 de noviembre de 2013

SIMPLEMENTE ADIÓS (escrito)


 

Me faltaron las fuerzas. Eso fue simplemente lo que pasó. Abrazarte dejó de ser lo mismo al igual que muchas tantas cosas que me callé hasta aquel mismo instante en que la verdad, era tan enorme, que ocupa la más inmensa de las habitaciones de un hogar.

 

Hubo tantos avisos. Ninguno fue escuchado por ti. Siempre estabas tan ocupado que dejaste para lo último lo que tenía que ser lo primero. Así llegó el fin. No hubo tercera personas,… ojalá ese fuera el motivo. Sería tan fácil decirte a la cara que amaba a otro, que yacía con otro, que era otro el que llenaba mis horas, mis noches, mis días. ¡No existió! Te amaba demasiado.

 

Ya sé que muchos me decían que me engañabas. ¡Que más da con quien! Ninguna huella de uñas en tu carne, ninguna mancha jamás de carmín en tus camisas, ningún chupetón escondido con palabras tras un golpe certero. Volvías a casa y tu olor era sólo tuyo. ¡No quería nada más! Pese a que llegarás pasada las doce, cerca de la una de la madrugada, a las tres pasadas de la mañana.

 

Trabajo, trabajo y más trabajo,… esa fue tu peor amante. Te comprometiste con todos y con todo lo que tuviera que ver con un viaje, con una factura, con un informe, con algo que compusiera la estadística que tenías que presentar cada mes. ‘¡Yo soy así!’ me decías. ‘¡Siempre he sido así!’  te engañabas a ti mismo con esas palabras. Cuando te conocí había algo más que esa maldita y estúpida empresa, que esas comidas con compañeros de trabajo que se eternizaban hasta que los datos eran favorables para ti sobre la mesa. Cada proyecto nuevo te alejaba más y más de mi lado y encima, tú, estabas contento. Yo no podía dejar en el futuro, en las veces que me quedé esperando cuando llegaba una fecha que yo recordaba y para ti era sólo un lunes o un martes o un miércoles más en tu calendario laboral. ‘¡Yo soy así!’  me repetías. ‘¡Siempre he sido así!’  apuntillabas así tu falta de delicadeza para lo que yo sentía.

 

Hoy ya no pude más. Me cansé de no ser nunca parte de un balance, parte de una prueba a la que pusieras tu empeño y tus ganas por que saliera a la perfección. Me cansé de no ser roca, ni mármol, ni losa. Me cansé de buscar siempre una respuesta a un cariño tan mal pagado como el mío por ti. Me cansé de esperarte. Me cansé de cansarme amor.

 

No hay nada más que decir. Son las cuatro y ya te fuiste y eso que en la cama caíste a las diez y pocos minutos de la noche. Yo me voy y lo hago para siempre. Espero que tanto esfuerzo, que tanta virtuosidad por la labor acometida te caliente la cama y las ganas cuando estas aprendan a prender de nuevo como cuando tenías dieciocho y no podías pasar ni un minuto sin poder tocar a una mujer, a mi.

 

Te molesta la vida y te pierdes en el sinfín de papeles amontonados en tu mesa. ¡Disfruta de la elección elegida! Yo te amo pero no puedo ser un papel pendiente o detenerme a esperarte eternamente cuando tu máxima sigue siendo ‘¡Yo soy así! ¡Siempre he sido así!’.

 

Yo quiero vivir y sentirme viva. No se donde encontraré esa vida pero está claro que aquí, a tu lado, no será jamás.

 

Te amo demasiado pero he decidió empezar a amarme yo un poco más.

 

¡Se feliz entre tus proyectos! El mío empieza hoy y no es junto a ti.

domingo, 3 de noviembre de 2013

LA SOBERBIA SE ESCRIBE CON NOMBRE DE MUJER (poema)


 
LA SOBERBIA SE ESCRIBE
CON NOMBRE DE MUJER
 
Cuando la humildad
cerró la puerta de tu vida,
se me reflejó tu YO
en primera persona
con una negritud
que jamás hubiera imaginado.
Aquella por la que ayer
hubiera dando algo más
que un simple gesto
mordía la mano,
arrugaba el gesto
y dejaba al descubierto,
el ennegrecido ser
que habitaba dentro de si.
‘¡La vida es así!’ fue tu máxima.
‘¡No me importas!’ fue tu
respuesta mas certera.
‘¡Me da igual lo que sientas!’ fue la saeta
que atravesó de par en par mi pecho.
Tus amistades refinadas,
aquellas que según tu
te daban cache y alcurnia,
pasaron por encima
de las personas humildes,
sencillas y serenas
que estuvimos a tu lado
cuando nadie más estaba.
¡Ahora no! Ya no me necesitas.
Te codeas de nuevo
con esa jet set barrio bajera
que estará a tu lado justo
el suspiro que dure
tu instantánea y pobre estela.
 
Yo no volveré a estar nunca más.
No es un cabreo, para nada.
La falta total
de realidades
en tu mundo,
que ni existen
ni puedes entender
(hace falta tener corazón
para ser así de diestro),
me alejan para siempre de aquí.
Mientras, empobrécete de dinero,
adora a falsos ídolos que buscan
sólo tu fama momentánea
que dura muy poco.
 
‘¡Se feliz y déjame en paz!’
esa es mi máxima
y no la voy a cambiar.
 

¿LAS MUJERES TENEMOS QUE FRENAR PARA QUE LOS HOMBRES ADELANTEN?


 

* Las mujeres tienen menos accidentes de tráfico que los hombres (Enlace web: http://cincodias.com/cincodias/2010/06/02/economia/1275458193_850215.html).

 

Una mujer conduce por una carretera de montaña con muchas curvas. Un hombre, enjuto y con un coche blanco, conduce tras de ella. En las curvas su coche se va para el centro de la carretera que es de dos carriles muy poco anchos y sin arcén apenas (ella siente que el conductor o va borracho o francamente conduce muy mal). Ella sigue a su ritmo, a cincuenta por las curvas y a sesenta o setenta cuando hay una recta. El trayecto de la carretera no es largo. Ella lo suele hacer, a esta velocidad, cada día en unos quince minutos. Llega una recta y el hombre adelanta haciendo un gesto grosero como si estuviera enfadado. Ella se extraña. Le señala los ojos como diciendo: ‘¿Es qué no me has visto?’ Resulta que el hombre, con esos espasmódicos gestos de tirarse en mitad de dos carriles con un coche menos potente que el de ella, lo que quería era hacer era adelantarla. No puso el intermitente. Su coche no iba comiéndole en culo al suyo (quiere decir que no tenía potencia ni para seguir el ritmo de ella y de su coche. Sin embargo, la chica, tenía que ejercer de vidente y adivinar que aquel hombre con un torpe conducir trataba de adelantarla. ¿Cómo? Eso esta claro,… ¡¡¡LEYENDO EL PENSAMIENTO!!!

 

Pese a todo la gran pregunta que a mí me nace en mi interior es esta: ¿Por qué las mujeres tenemos que frenar para que los hombres nos adelanten?

 

Primero pensé que como el coche de esta chica era alto, potente y grande, el hombre sintió en su coche pequeño y su cuerpo a juego como un desafío de tamaños (ya sabemos que a nosotras no nos importa el tamaño pero a ellos, eso les trae por la calle de la amargura. Ahora bien, si pensamos en la regla de la L (hombres altos cola pequeña y hombres pequeños cola grande),… ¿Qué importara que el coche de ella fuera mas potente que el de él? Sigamos…

 

Luego pensé que quizás fuera una falta de resistencia, que justo aquella mañana, que el hombre tenía a su disposición a su mujer de turno dispuesta a todo, el abría sufrido como una especie de encasquillamiento por abuso del manubrio con la mano de maniobras. ¡Vamos! Un gatillazo en toda regla y es que se ya se sabe: la edad no perdona amigo y eso no tiene que ver con el tamaño ni con la potencia sino con el desgaste de frotar el plátano en exceso sin dejar que este se sacie, de vez en cuando, en otra boca o en otro cuerpo. ¡¡¡MALAS COSTUMBRES ADQUIRIDAS!!! Comúnmente dichas obviamente. Sigamos…

 

Luego pensé que el hombre, simplemente, tenía un horrible mal día y que el hecho de sobrepasar a una mujer con un coche más potente con un coche MUY INFERIOR AL DE ELLA le reportaría esa cosilla que le faltaba en su vida, esa pieza que no le dejaba ni respirar, ni vivir, ni formar parte del conjunto de seres humanos que habitan en el planeta llamado tierra. ¡Pobre hombre! El buscando un motivo minúsculo para vivir y ella sin saberlo. Pero claro, repito, que la mujer,… no era vidente. Sigamos…

 

Por último, y ligeramente mas fugaz en mi mente, apareció la idea de que alguien, sea hombre o mujer, casi siempre, necesita sobrepasar, estar por encima. Ese complejo de ser más que nadie sí que me asustó. ¡Nadie es más que otro! Ni por hombre, ni por mujer, ni por coche más potente, ni por más poder adquisitivo, ni por religión, ni por nada. La muerte no hace distinciones a la hora de acabar con uno. Hay que aprender esto rápido porque a veces, cuando las ganas de quedar por encima ponen en peligro una vida, es mejor simplemente no quedar y dejar todo tal y como está aunque duela y sea molesto para más de uno.

 

Las personas siguen corriendo mirando sus relojes, sin darse cuenta que el vivir se le escapa entre los dedos mientras ellos sólo buscan un lugar donde ser superiores a alguien por un instante absurdo que nada cambia.

 

 

MORALEJA: Manuel Primo Iglesias dijo: “La pobreza material es más insostenible cuando además hay pobreza en el saber y en el espíritu” . Da igual las veces que tú hayas estado a su lado, o apoyado, o dado un abrazo. Las personas que no poseen sabiduría te harán daño porque no conocen nada más que su propio beneficio y su propio YO. ¡Viva la amistad! ¡Abajo el falso afecto!

viernes, 1 de noviembre de 2013

MINADO POR LA MINA (poema)


 
MINADO POR LA MINA

 

Nadie siente el dolor. ¡Nadie!

Pues nadie queda tras la muerte.

Bajar hasta lo más profundo,

confundirse entre polvo,

oscuridad, soledad vacío.

Ser enterrado en vida pasa

más de una vez por tu cabeza.

No te entienden y es lógico.

Donde tú trabajas no hay

ventanas para que entre el sol.

Todos protestan,

se quejan del momento,

del día a día,

de esta puta crisis

que está acabando

con todo lo poco

que quedaba de bello

en este diminuto mundo

llamado país circunstancial.

Mientras algunos corren

demostrando su poca humanidad

que habita en su interior,

tu lloras lágrimas demasiado negras

(no es por el luto, que existe,

pues el día de hoy no fue bueno

y mas de un amigo cayó trabajando.

Los matices que rodean

tu universo son negros

y olvidas de que color

es el llanto, la luz de día,

el olor a rocío de la mañana).

 

Nadie siente el dolor. ¡Nadie!

Pues nadie queda tras la muerte.

Da igual cuantas manos se levanten,

cuantos acuerdos firmados queden,

cuantas promesas incumplidas se firme

durante un día, una semana, un mes, un año.

 

Nadie siente el dolor. ¡Nadie!

Pues nadie queda tras la muerte.

 

¡TE RETO! (poema)


 
¡TE RETO!

 

Te reto a desvestirme

la boca de besos.

Te reto a que me desnudes

las manos de dedos.

Te reto a desvirgar mi silencio,

a medir sin mesura el sinfín

de mis curvas sin remedio.

Te reto a negarme ser tuya.

Te reto a que entres

en mí sin meterte dentro.

Te reto en el verbo indefinido,

en el sustantivo pluscuamperfecto,

en el adjetivo complementado

directamente por el indirecto.

 

Te reto a que aceptes mi reto.

Te reto a que me retes,

a que me lleves al límite,

a que me pidas que lo traspase

y lo rebase mas allá del infinito.

¿Te atreves? … ¡Te reto!