sábado, 5 de octubre de 2013

CORAZÓN LOCO (poema)


 
CORAZÓN LOCO

 

¿Qué le digo a mi corazón

cuando ya no estés?

¿Qué le cuento cuando la puerta

se cierre tras tu espalda?

¿Qué le oculto para que

no te eche en falta?

 

Me sería tan fácil mentirle,

explicarle que,

por algún motivo,

soñó estar enamorado,

imaginó un hombre

que no existía,

que se confundió,

que necesita ayuda

para recuperar la cordura

(como si fuera tan sencillo

que un corazón loco

recobrara la razón).

 

No hay terapia conocida,

ni descarga lo suficientemente potente,

ni cárcel acolchada más segura que le proteja

cuando el corazón ama de esta manera.

¡Es imposible controlar un corazón loco!

 

Átalo, enciérralo, lucha

por volverlo sensato

con tu racionalidad

aprendida en los libros.

¡De nada servirá!

 

Late, revoluciona, se altera,

golpea el pecho con fuerza

y siempre,… cuando ama

a alguien inconveniente como tú.

 

¡Los locos somos así!

Prisioneros de amores

impresionable y nunca correspondidos.

¡Esto es el amor! Y lo demás,…

locuras de necios románticos.

viernes, 4 de octubre de 2013

PRECIPITARSE (poema)


PRECIPITARSE

 

Esperé una ayuda.

Llegó in extremis.

La lengua no era la mía,

mi país tampoco,

mi cultura la de la calle.

¿Actuaron correctamente?

¡Yo no soy médico señores!

No puedo opinar sobre

asuntos que desconozco.

Alguien me cogió

y me dijo que me fuera.

¡Así fue todo!

Luego llegó una cama,

un plato caliente.

¡Estos si llegaron

demasiado tarde!

Con veintitrés años

en una tierra extraña,

mi alma se escapó de mi cuerpo

(y eso que yo no pesaba casi nada).

 

Ahora ya no tengo hambre,

ni frío, ni duermo en la calle.

Ahora, que desde aquí arriba

todo se ve más claro,

que el sol ilumina hasta

las mentiras de los más cobardes,

me siento en paz conmigo mismo.

 

¡Me duelen los míos!

Sufro por los

que viven como vivía

yo cuando aún tenía vida.

Los veo allá abajo,

(hace pocas horas

yo era uno de ellos)

y me pregunto,…

¿Cuándo llegarán a precipitarse

en que no haya nadie más

que muera como yo?

 

El otoño llegó.

El frío se acerca lentamente,

con paso firme,

directo a congelar el tiempo.

¿Cuántas mantas

no serán necesarias?

¿Cuántos platos se servirán

de menos después

de la primera noche gélida?

¿Cuántos muertos hace falta

para abrir los ojos

de un país ciego?

AMANTES (poema)


 

AMANTES


 

He borrado de mi mente los prejuicios

ante una cama ajena y me sentido libre al fin.

He nadado en aguas en las que no había

pensado jamás que pudiera sobrevivir

sin salir con alguna herida de esas llamadas

incurables y me siento mas viva que nunca.

¿Qué he hecho? Me lo pregunto una y otra vez.

Pero no necesito respuesta...ya la sé y no me importa.

¡Yo soy juez y dueña de mi propio destino!

Y mientras las preguntas banales intentan hacerse un hueco

en mi cabeza yo sigo aquí a tu lado, desnuda en cuerpo

y en alma... dispuesta a volverlo a intentar.

¿Te lo habrías creído anoche si te lo hubiera

susurrado al oído? No hace falta que respondas.

Tu cara es un mapa en el que puedo leer

incluso hasta la nota más pequeña que tu boca

nunca me diría.

¡Si las sabanas hablaran! Menos mal que en este

ir y venir su papel siempre fue secundario,

sino ahora tendríamos unos enemigos muy duros

a los que eliminar por cobardes.

¿Qué somos nosotros? ¿Te lo has preguntado ya

o sigues intentado aferrarme de nuevo a tu cuerpo?

Veo que no prefieres preguntas y que vas de vuelta

a esa inmensa playa donde nos hemos perdido tantas veces

y donde hoy nos hemos ahogado entre un mar de besos y caricias

de aquellas que no salían en ningún poema de los de antes.

Y ahora aquí medio muertos por esas aguas tragadas...

volvemos a meternos de nuevo...una...dos..tres...infinitas veces

en ese mar que nos esta matando pero que nos hace

ser más felices aun.

¡Esto es una locura! ¿Y que más da?

Ha sido la locura de dos necios pero

el resto del mundo no lo sabe...ni lo sabrá nunca.

En la infinita sabiduría del cosmos nosotros,

hemos burlado a la noche,

hemos retado al día,

hemos apagado el volcán que nacía en el borde del mundo,

hemos jugado a ser niños de nuevo,

hemos liberado al tigre de su jaula,

hemos hecho puenting sin cuerda y lo mejor de todo

es que estamos vivos ... ¡Más vivos que nunca!

¡Nací para ser tu amante y moriré la noche

que note en tu boca el sabor amargo del desprecio!

jueves, 3 de octubre de 2013

PELEADA CON MI CUERPO (poema)


 
PELEADA CON MI CUERPO

 

No sé que quieres de mí.

Cada vez que mi mente

trata de lanzarme en brazos

de un nuevo proyecto,

de una nueva idea,

te revelas contra mí.

 

¡No te trato mal!

Ni un golpe indebido,

ni una saturación no soportable,

ni un esfuerzo mal enfocado.

Todo se hace con tu permiso.

 

¿Qué quieres? ¿Dímelo?

Te lo pregunto de veras,

aquí y ahora.

¡No puedo soportar

más tanta enfermedad!

No nací para ser carne de hospital,

ni cuerpo de experimentos varios,

ni para arrastrar

un día tras otro,

un nuevo padecimiento,

una nueva dolencia,

una distinta fórmula de torturarme

y dejarme, siempre, fuera de juego.

 

‘Deberías rebajar el ritmo’ dices.

¿Qué ritmo sería para ti el adecuado?

¿Levantarme de la cama y poco más?

Lucho cada día para seguir luchando,

me esfuerzo pues aprendí

que es la única forma de ser útil,

de ser valiente, de ser fuerte,

de llegar a algo en

esta estúpida y mísera vida.

 

‘Deberías rebajar el ritmo’ repites.

¿Crees que sabes lo que me conviene?

¿Estás seguro de ello? ¡Que bueno!

Tú, que no me has dado tregua,

que arremetes contra mi voluntad,

que martirizas mis sentidos,

que me haces delirar entre fiebres infernales.

Tú si me comprendes,… ¿Verdad?

Me gustaría saber porque me odias

tanto pero se que eso no me lo dirás jamás.

 

‘Deberías rebajar el ritmo’ renuevas.

¡Vasta ya! Me oyes. ¡Vasta ya!

Sé muy bien lo que me conviene.

Sé cual es el camino correcto,

el momento exactamente perfecto.

¡Que sabrás tú de la vida!

Tú, que cuando todo se turbia,

te refugias entre narcóticos

en una habitación oscura

sin saber que días es ni que hora,

que te consuelas con Oniro

en vez de disfrutar con Zeus,

con Ares, con las mismísima Afrodita.

Torpe, vulgar, cobarde,…

¡¡¡NO SABES VIVIR!!!

 

‘Deberías rebajar el ritmo’ sentencias.

El mareo se apodera de mí,

te tambaleas conmigo,

precipitándonos a ambos al vacío.

 

¡Volviste a ganar amigo!

No volveré a luchar contra ti.

 

 

 

martes, 1 de octubre de 2013

UN DÍA HORRIBLE (relato)

 

El despertador no había sonado y llegaba tarde al trabajo. ¡Me encanta la puntualidad! Odio a la gente que llega cinco, diez minutos tarde por norma. Para mí ni me respetan ni demuestran que nuestra cita tiene algún valor ya sea por negocios o por placer. Quizás parezca duro pero,… ¡Yo soy así!

 

Estaba muy enfadado conmigo mismo cuando llegué a mi puesto de trabajo. ¡No podía permitirme llegar ni un minuto tarde! Todo esta planeado al segundo en mi agenda y cualquier pequeño desajuste, me haría ir mal todo el día. Repasaba mentalmente mi agenda cuando Carla de Recursos Humanos salió no sé de donde y me tiró un café encima de la camisa y la corbata. “¡Lo que me faltaba!”  Pensé. Quise gritarla pero,… sólo me salió un OSTIA PUTA que resonó en la oficina casi vacía. ¡Eran las ocho de la mañana!

 

Me fui a mi despacho mientras ella se disculpaba. Solía tener siempre un par de camisas de repuesto, un par de corbatas y un traje gris pero justo aquella semana, lo había llevado todo al tiente pues, aunque no las había utilizado aún, me daba la sensación de que la ropa olía un tanto a cerrado, como a madera o no sé que yo. “¡Vaya día me espera!”  Me dije para mis adentros.

 

Me limpié con un poco de agua y, como la reunión no era hasta la tarde, a las tres y media, podría salir en algún momento de la mañana a comprar una camisa y una corbata nueva.

 

La mañana se alargó entre unas cosas y otras. Cuando quise darme cuenta, ya eran casi la una largas. Las tiendas cerraban a y media así que corrí. Dos tiendas ya habían cerrado pero en la tercera, la chica estaba justo en la puerta a punto de cerrar y bajar la persiana. Le supliqué que me hiciera ese favor, que no podía presentarme de aquella manera, que era una reunión demasiado importante. Ella, accedió pero me dijo que cerraba delante, la reja y todo, y que entraríamos por la puerta de atrás para que a nadie más se le ocurriera asaltarla en medio de la calle (lo dijo con una sonrisa que tuve que corresponder de buen grado).

 

Entramos en un bloque de al lado de la tienda que justo a la entrada tenía la entrada de la tienda por el lateral. Me enseñó un par de camisas, un par de corbatas y pronto elegí una pues no quería llegar tarde de nuevo a la empresa por segunda vez en el día.

 

Sacó una plancha de la trastienda y, cuando ya hube elegido la camisa, quito los plásticos, los cartones interiores y los alfileres y planchó la camisa para que no tuviera ninguna arruga (no se lo pedí pero lo agradecí profundamente). Cuando ya había pagado e iba a irme, no se como sentir el rasgar del pantalón enganchado en algún sitio. Me miré de la cabeza a los pies y no vi nada raro. Ella me dijo que era la bora del pantalón. Mi segundo OSTIA PUTA del día retumbo en aquella tienda de ropa de caballero con más fuerza que el primero de la mañana. Se fue de nuevo a la trastienda y sacó un costurero. No quería abusar de su amabilidad y le dije que mejor compraba un traje nuevo. Ella me respondió que no hacía falta, que la cosería en un momento y que podría irme tal cual. Se arrodilló delante de mí y con la aguja enhebrada, empezó a coserme el bajo del pantalón. Tenía que haber pensado en otra cosa pero desde aquella perspectiva sus pechos estaba tan claramente visible a mis ojos que no puede dejar de mirarlos. Sentir el calor de sus labios tan cerca de mi entrepierna, a la altura de mi sexo, me excitó aún más que sus voluminosos y perfectos pechos. No pude contener la erección y ella se dio cuenta de ello. Miro mi bragueta abultada, me miró a los ojos sonrojada y siguió cosiendo sin decir ni una palabra. Yo quería pedirle perdón pero no me salía. Pasaron cinco minutos muy lentos hasta que ella, cogió las tijeras y cortó el hilo de coser. Yo quería salir de allí corriendo pero mi sexo se había quedado con toda la sangre de mi cuerpo. La chica me miró a los ojos fijamente y mientras bajaba mi bragueta. Sacó mi sexo y, como pidiéndome permiso con la mirada accedí a que me hiciera lo que quisiera. Se lo metió en la boca y empezó a comérmelo. No daba crédito a lo que me estaba pasando. Su lengua acariciaba el frenillo de mi sexo y me volvía loco de gemidos de placer. Se metió mis huevos en la boca y los succiono de forma deliciosamente deliciosa. Sus dedos jugaban con mimo, con mucha suavidad entre la piel que iba de mis huevos hasta mi culo. ¡QUE GOZABA! Creía que me iba a morir de placer. Si volvió a meter mi polla en la boca y la chupaba cada vez con más intensidad. Cuando estaba a punto de llegar, redujo y se apartó de mi sexo para mirarme fijamente (sabía como jugar con mi deseo). Poco a poco fue repitiendo la succión con freno y mi excitación iba cada vez, cada vez más en aumento. No se cuantas veces me contuvo la corrida pero cuando por fin, la chupó y no paro un orgasmo increíble recorrió todo mi cuerpo de la cabeza a los pies. Mi tercer OSTIA PUTA resonó en tres manzanas a la redonda. ¡¡¡QUE MAMADA!!! Ella seguía chupándola, no quería dejar ni gota de mi leche dentro de mí. Los escalofríos de placer seguir repitiéndose en mi cuerpo como pequeñas replicas intensas tras un terremoto incontrolable de goce eterno. Quería recompensarla con algo rapidito y ella me dijo: “Me lo debes pero otro día. Hoy no”. Salí de la tienda relajado y tranquilo. No podía apartar de mi mente lo que había pasado. ¡¡¡HABÍA SIDO LO MEJOR DE AQUEL HORRIBLE DÍA!!! Llegué a la empresa justo a tiempo y eso que había comprado un café con leche para llevar en una cafetería cercana. Me fui a la mesa de Carla y se lo dí. “¡Gracias por mancharme la camisa!”  Le dije. Ella me miraba sin saber lo que decir hasta que consiguió responder un entrecortado Gracias incrédula de lo que acababa de ver.

 

La tarde salió a la perfección tanto la reunión como las composiciones posteriores del día. Cuando salí a las siete, fui a la tienda de ropa y allí estaba ella. Entré y le dejé mi teléfono con una nota que decía: “Elige el lugar, elige el día, elige la hora y llámame”. Sonrió al leerlo y me respondió en un susurro muy sugerente: “Descuida,… así lo haré”. Mi sexo se volvió a poner firme con aquel susurro y espero que no tarde mucho en llamarme para poder devolverle el gran favor que me hizo no sólo arreglando mi día sino proporcionándome justo lo que necesitaba: un momento de OSTIA PUTA memorable.

lunes, 30 de septiembre de 2013

¡UN DÍA CUALQUIERA! (poema)


 
¡UN DÍA CUALQUIERA!

 

Llegó el momento preciso.

Llegó el mes esperado.

Llegó la semana indicada.

Llegó el día y la hora señalada.

Tú no llegaste. Me dejaste sola.

 

Soñé cada noche con tu boca.

En mi piel se tatuaban

cada noche tus caricias,

el rumor de tu cuerpo desnudo,

la infinidad de tu pasión descontrolada.

 

Esperé mucho y no me importó.

¡Las prisas no son buenas!

(nunca me gusta la prisa

cuando hay que devorarse

entero o a medias).

 

¡No te veo! ¡No estás aquí!

Un móvil te entretiene,

te distrae el dolor,

te divierte hasta los gemidos

de la otra habitación

que no somos nosotros,

ni tú ni yo.

 

¡Mi alma llora por dentro!

No me siento mujer,

quiero vestirme,

salir corriendo,

imitar por una vez

y para siempre la huida

mas sorprendente

que haya existido

hasta la fecha.

No sé como me quedo

y aguanto el tipo

(en el fondo soy alguien

que sabía muy bien a lo que iba.

Nada de romances.

Nada de amor.

¡Eso no va con nosotros!

Sólo sexo, sólo deseo,

… a solas los dos).

 

No estamos desiertos

y los que susurran a nuestro alrededor,

sólo te molestan a ti

(yo me pedí el día entero

para pasarlo a tu lado.

¡Valía la pena arriesgarse por ti!).

 

La despedida hiere,

hace que el dolor

se manifieste por entero.

(¡Lo oculto! Es lo adecuado).

Debería estar triste,

(quizás llorar un poco y todo).

Pero me siento

aliviada de escaparme

de despertarme del mal sueño vivido

que parecía no tener fin.

‘¡Ni siquiera hubo

un saludo como

dios manda!’ me digo.

Me miro en el reflejo

de una ventanilla sucia

en el tren de retorno.

¡No volveré a pasar por esto!

¡No me merezco

se tratada como nada!

 

No todas estamos preparadas

para hacerles hervir

hasta el pensamiento

con una mirada.

No todas podemos

hacerles soñar con

el paraíso en la tierra.

No todas somos

princesas de cabellos dorados,

agraciadas de forma,

mujeres de bandera.

Algunas sólo tenemos

nuestra prosa,

nuestra lírica,

nuestro verbo

y poco más

(esto jamás ha precipitado

a un hombre a caer por entero

en un lecho una mañana cualquiera).

 

Lo aprendí mal.

Asimilé demasiado tarde

el no estar hecha

para estar a solas

en una habitación para dos.

¡Duro! ¡Rutinario!

¡Como si hubiera sido

un día normal de mi vida!

Sin pasión, sin deseo,

sin temblar por entero,

sin estremecerme como hembra.

¡Un día cualquiera!

Uno más tan solo.

¡Sólo eso!