sábado, 12 de marzo de 2016

EL RETO DE VENCER AL HORROR MÁXIMO


 

Viernes, 11 de marzo de 2016

 

Era jueves por la mañana. Diez explosiones con mochilas programadas con alto contenido explosivo.

 

Se trata del mayor atentado cometido en Europa detrás del atentado de Lockerbie ocurrido en 1988, con 10 explosiones casi simultáneas en cuatro trenes en hora punta de la mañana (entre las 07:36 y las 07:40). Más tarde, y tras un intento de desactivación, la policía detonaría de forma controlada dos artefactos que no habían estallado. Tras ello desactivaron un tercero que permitiría, gracias a su contenido, iniciar las primeras pesquisas que conducirían a la identificación de los autores. Fallecieron 193 personas, y 1858 resultaron heridas.

 

Hoy hace doce años de esa tragedia. En un periódico en su edición digital he podido ver un video en la que familiares de los fallecidos, supervivientes, personas encargadas del control de policía, asistencia sanitaria y coordinación, entre otros, decían que habían aprendido de ese fatídico día.

 

Una decía que había aprendido a vivir con la ausencia presente de los fallecidos. Otra decía que había aprendido que había víctimas de primera y de segunda. Otra había aprendido que tras lo sucedido, no tenía miedo. Otra que después de lo acontecido, aprendió a diferenciar a aquellas personas que verdaderamente importan y que tenían cabida en su vida. Otro dijo que aprendió que la logística no estuvo a la altura de las circunstancias. Otro aprendió que existían serios fallos en inteligencia y coordinación. Otros aprendieron que las víctimas no existen sólo un día al año, aquel en que desaparecieron. Otros aprendieron que la realidad es vulnerable. Otros aprendieron que la mejor medicina, la mejor terapia era la del recuerdo. Otros aprendieron que debemos valorar y cuidar más a nuestras víctimas del terrorismo. Otros aprendieron que la solidaridad es la flor, el cariño y la ternura de todos los pueblos. Otros por fin aprendieron que el motivo, la decisión de atacar España fue la venganza.

 

Sin embargo… ¿Qué aprendí YO de ese momento? Aprendí que no me hacen falta fronteras para sentirme de ningún lugar en concreto. Cuando el dolor es tan grande, yo, muchos, todos fuimos madrileños y estábamos con el dolor de los afectados pues era nuestro dolor. Aprendí que no van a doblegarme con falsedades institucionales o nivel de país o de estado simplemente para ganar un puesto de poder en unas nuevas elecciones. Aprendí que contra la libertad de expresión… ¡¡¡NO HABRÁ NUNCA NADA QUE ME HAGA CALLAR!!! Ni las ataduras, ni las mordazas, ni la falsedad de los que se creen en el derecho de aleccionarnos siendo los más ruines de un país, lo conseguirán. Aquellos que abocaron de cabeza al pozo de la crisis a un estado autosuficientes en el pasado a base dobles cargos, dobles contabilidades (o triples), dobles sobresueldos, no consiguieron que nos calláramos entonces ni lo conseguirán ahora.

 

No siempre fueron correctos con aquellos que nos hicieron aprender el valor del la vida un 11 de marzo de 2004. En su memoria, por la fuerza que sus vidas truncadas nos dan desde el más allá, seamos capaces de seguir pensando por nosotros mismos, aprendiendo por nosotros mismo y lo más importante, sigamos gritando fuerte y claro: ¡¡¡ESTO NUNCA DEBIÓ OCURRIR!!! Nunca tuvimos que ir y lo saben. Nunca nos harán aceptar sus debilidades en contra de nuestro futuro.

 

MORALEJA: Si hay algo que aprendiste ese día, si algo te hizo estremecer en los aniversarios posteriores por la falta de implicación, si algo que se hizo o que no se hizo, te ha hecho aprender algo, dilo,… ¡¡¡ALZA LA VOZ!!! Nunca pedí colaboración y lo sabéis. Si verdaderamente nuestras víctimas te hicieron aprender algo,… ¡¡¡DILO!!! Esa es la mejor moraleja en un día como hoy.

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