viernes, 22 de enero de 2016

LAS PUERTAS ROJAS DE LAS CASAS DEL REINO UNIDO



 

Apartheid significa ‘separación’ y fue por eso que al sistema de segregación racial de Sudáfrica y Namibia, se le llamó así. Estuvo en vigor hasta el 1992. ¿En que consistía? Pues en crear, básicamente, lugares separados habitacionales, de estudio y de recreo, para los diferentes grupos raciales. Es decir, que por conservar el poder para la minoría blanca, 21% de la población, se discriminaban a la mayoría por su color de piel.

 

Si miramos los libros de historia, es como si este dato en concreto, de la separación por color de piel, forma ya del pasado, de algo que ocurrió incluso, literalmente, el siglo pasado.

 

Sin embargo tan sólo hace unos veinticuatro años que la segregación racial llegó a su fin.

 

Ni siquiera ha pasado un cuarto de siglo y unas puertas rojas, las de las casas del Reino Unido destinadas a los refugiados de Siria, han vuelto a crear esa división, esa separación hasta el punto de que ese color, el de la sangre, ha alterado a varias personas que increpando con huevos, llamadas intenpestuosas y demás, han atacado a los que allí residían.

 

Como si no fuera complicado escapar de una guerra, otra peor, la que diferencia sólo por el color de la piel, se cierne de nuevo sobre los que lograron salir a escape con vida de su país.

 

Si bien es cierto que todos recelamos un poco por lo sucedido el 11S, el 11M, el 15A (atentado de la maratón de Boston), el 13N (atentados de París de noviembre de 2015) entre otros. Todos los que perecieron en esos atentados tampoco tenían la culpa de nada y por razón sólo de estar en el lugar “equivocado” en un momento “erróneo” perecieron por motivos en los cuales jamás entraron y salieron.

 

¿Es el dolor el que nos ha hecho desconfiar hasta de nuestra sombra? ¿O es el peso insoportable de tantas almas perdidas lo que nos ha matado la poca humanidad que anidaba en nuestros maltrechos e maltratados corazones?

 

No comprendo las razones del Reino Unido para marcar unas puertas de un color en concreto para identificar a los refugiados como si de leprosos se trataran. Pero sin lugar a dudas hay un mal tan hondo en todo nuestro ser por todo lo que ha sucedido que parece no tener fin, que cualquier acto, hasta involuntario, duele tanto a unos como a otros que nos hace sacar la peor parte que anida en nosotros sin motivo ni razón aparente.

 

MORALEJA: Margaret Atwood, escritora canadiense, dijo: "Espero que las personas finalmente se den cuenta de que solo hay una raza - la raza humana- y que todos somos miembros de ella".

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