domingo, 19 de octubre de 2014

UNA SEMANA FUERA



Parece que cuando sales un poco de tu “monotonía” de trabajo, estudios o quehaceres diarios, el tiempo parece que te cunde mucho menos. Intentas hacer lo mismo pero en otro lugar, haciendo otras cosas. Al final, acabas pensando que fuera de “casa”, no aprovechas las horas del reloj y sólo una cosa es distinta: estás mucho má cansada a lo largo del día.

Hay un viaje, una distancia desde tu vida habitual a tu vida por una semana. Hay una cama, pero no es la tuya. Hay unas horas de trabajo, de relax, de convivir con las personas que te acompañan a la hora de comer, tomar café y demás. Todo parece ser igual, con algunas salvedades que parecen poco trascendentes. Sin embargo, las horas pasan tan aprisa, tu esfuerzo personal, tus nervios, todo lo que te rodea, pesa sobre ti como una losa al final del día. Caes sobre la cama a las nueve. Te despiertas a las siete habiendo dormido toda la noche. Pero te levantas agotada. Ni la ducha, ni el café, ni la fructosa que inoculas a tu ser mediante el desayuno, consigue hacerte recuperar esa vitalidad que tenías no hace mucho, apenas un día, o unas horas, en otro lugar, en otra ciudad, en otra vida.

Otra cosa que resulta francamente extraña es que no tienes un momento para ti. Los leves momentos que consigues escabullirte para coger una llamada, para visitar el servicio y poco má, son milésimas de segundo que pasan fulgurantemente a velocidad del rayo. Cuando llega la noche, y la ducha, esta vez con el agua un poco má caliente, cae sobre tu cuerpo, empiezas a notar que te relajas, que te dedicas ese instante que has tratado de buscar durante todo el día para ti misma. Da igual que el agua corra y sea má largo el baño de lo habitual. Estas sola. Estas viva. Estas relajada. ¡Eres feliz!

La semana pasa como una estrella fugaz. No te das ni cuenta. Cuando llega el viaje de vuelta, no eres consciente de ella.

Al llegar de nuevo a tu cama, a tu casa, a tu hogar, todo es extraño para ti. Parece como si hubiera pasado un año o mucho más. Deshaces las maletas, recolocas los productos de higiene personal y belleza. La lavadora empieza a moverse para dejar toda tu ropa perfecta para la nueva semana. No tienes sueño. El tiempo ha empezado a durar lo que antes duraba sin más ni más.

Cuando por fin caes en tu cama, la sensación como si se moviera toda ella, te invade. Tras un leve mareo inoportuno, consigues conciliar el sueño. Duermes.

Al abrir los ojos todo está en su sitio. Mañana empieza un nuevo día y lo único que lamentas es haber dejado este rinconcito que te une a personas que no conoces, vacía durante tantos días. ¿Lo bueno de todo? Es que lo que tengo que contaros, mañana, pasado y al siguiente, de lo sucedido, merece la pena ser leído sólo por comprobar que la gente, ni es tan inteligente como pensamos, ni tan elocuente, ni tan libertina como nos gustaría imaginar.

¡Ya estoy de nuevo aquí! No sé por cuanto tiempo pero lo aprovecharé bien.

¡FELIZ SEMANA A TODOS!

MORALEJA: Hector Berlioz, compositor, crítico y director musical, dijo: “Se dice que el tiempo es un gran maestro; lo malo es que va matando a sus discípulos”.


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