miércoles, 9 de julio de 2014

UNA FIESTA MÁS (relato)





No creáis que todas las despedidas de soltera son divertidas. ¡Para nada! A veces es más una obligación que un deseo de pasarlo bien. Eso nos pasó a Azucena y a mí con la despedida de Mónica. Formábamos parte de su equipo de trabajo y ella, nos consideraba como “sus hermanas del trabajo”. Azucena y yo odiábamos a Mónica. Era la hermana del jefe, una niñata engreída, consentida, estúpida que no servía ni para pisa papeles. Pero obviamente, a parte de cobrar más que nosotras, teníamos que arreglar todos los desastres que organizaba en el trabajo que eran para despedirla cada cinco minutos. ¡ERA IDIOTA! Y ni siquiera era capaz de ver la repulsión que causaba tanto en Azu como en mí. ¿Sabéis como nos invitó a la despedida? Vino y nos dijo: “¡Chicaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaass! ¡¡¡QUE ME CASO!!! Oye, estoy hay que celebrarlo a lo grande. ¿Vale? Le diré a mi madre que llame a una de esos lugares para que monten una SUPER PARTY. ¿Qué os parece? ¡¡¡NOS LO VAMOS A PASAR GENIAL!!! Eso si chicas, no os preocupéis por nada. ¡¡¡LO PAGA TODO MI HERMANO!!!”.

“¡Será bruja!” Pensamos nosotras dos a la vez y nos miramos como si nos hubiéramos leído el pensamiento. Sonreímos por el flash que nos ha había dado mental y ella no se dio ni cuenta.

Así que ya nos tenéis a nosotras dos, tres meses más tarde, en una fiesta con aparente mucho glamour pero con gente igual de “avispada” que Mónica, entre ellas, su madre. ¡Dios! ¡Que agobio! Por suerte la fiesta se celebraba en un Hotel donde se habían montado un par de despedidas más y había una discoteca medio en condiciones. Cuando corrió el vino, el cava, la sangría, y demás licores, y la fiesta empezó a hervir por el alcohol, Azu y yo nos escabullimos sin ser vistas a la discoteca. Al entrar nos topamos con dos chicos, que al igual que nosotras, se habían escapado de la fiesta de soltero de su compañero de trabajo (que era un “jefecillo” alma gemela con nuestra niñata engreída). Empezamos a hablar, a despotricar de ambos, a reír, a bailar. Se llaman Pablo y Santi, altos, uno rubio y otro moreno (en un momento de efervescencia, ambas habíamos dicho que podrían pasar por los Modern Talking versión 3.0. A ellos no le hizo mucha gracia pero a nosotras nos entro una tontería con la ocurrencia, la mar de agradable).

Pasaron las horas sin apenas darnos cuenta. A Santi se le ocurrió una locura: “¿Nos largamos en una de las limusinas?” Tanto ellos con su “amigo” como nosotras con nuestra “amiga” habíamos venido en varias limusinas. Nos pareció muy buena idea ya que estaban alquiladas para devolvernos a casa durante toda la noche sin importar la hora, ni si llevaran una persona, dos o tres.

Nos fuimos en una de las limusinas blanca que habían alquilado para la despedida de Mónica. El chofer nos preguntó que donde nos llevaba y Pablo dijo: “Deseamos un viaje largo. ¿Puede ser?” Puso un tonillo pedante y el chofer lo tomó como el “responsable” que los había alquilado, es decir, por el hermano de Mónica. “Claro que sí señor. Todo el coche y todo lo contratado, está a su disposición” respondió educadamente el conductor.

Nos subimos los cuatro. Nada mas arrancar Pablo le pidió al chofer que cerrara la parte que conectaba delante y detrás y que no dejara de conducir. El chofer, sin decir nada, cerró el cristal de separación.

Santi preparó unos cóctels de creación propia y lo que había empezado como una fiesta más, estaba siendo una gran noche.

Entonces nos propusieron un juego: ¿Harías todo lo que haríamos? Empezaban ellos en plan de coña tocándose la nariz. Nosotros teníamos que hacer lo mismo y ampliar con un nuevo gesto. Quien se negara a hacer algo,… perdía pagando prenda. Nosotras nos acariciamos el pecho por encima de la blusa. Ellos nos miraron con los ojos como platos, pero a la hora de tocarse, les dio reparo. Se quitaron las camisas. Ellos se pusieron con el culo en pompas y uno le dio un azote al otro y viceversa. Nosotras lo hicimos y ampliamos, metiendo la cabeza entre los pechos de ambas, por turnos, y moviendo un poco las cabezas. ¡¡¡Aquello les dio también corte!!! Les costó los zapatos y calcetines (doble prenda por no hacer dos de seguidas). La próxima que hiciéramos, ellos tendrían que repetirla sí o sí, hiciéramos lo que hiciéramos. Ellos, se pellizcaron los pezones el uno al otro. Nosotros lo repetimos y ampliamos con un apasionante beso lésbico, derritiendo todo el hielo de la limusina de lo caliente que fue. Cuando les miramos no podían ni moverse de la impresión. Las risas habían cesado y era todo lujuria lo que había ya en sus miradas. Se quitaron los pantalones, la camisa y la corbata y se abalanzaron salvajemente sobre nosotras. Nos quitaron la ropa rápidamente. Los habíamos calentando a más no poder. Pero les pedimos una cosa antes de seguir:

“Como no habéis hecho nada de lo que hemos hecho, pedimos una cosa: las dos queremos estar con los dos” aquello los hizo enloquecer aún más de deseo.

Me monté encima de Santi, que tenía su miembro descomunal, y Azu hizo lo propio con Pablo. Empezamos a movernos como amazonas, sobre ellos, sintiendo como iban creciendo más y más sus vergas en nuestros sexo. Ellos gemían y nos miraban a las dos deseosos de probar más y más.

Hubo un momento, en el que Azu y yo, otra vez instintivamente, nos paramos a la vez y empezamos a comernos los pecho (yo a ella y luego ella a mí, aún con sus miembros dentro de nosotras). ¡Dios! No paraban de gritar mientras nos veían gozar la una de la otra. Empezaron a moverse ellos, para hacernos gozar más con sus embestidas. ¡Fue algo increíble! Sentir los labios en tus pechos, mientras su sexo te atravesaba por dentro una y otra vez, nos encantó a ambas. Pudimos ver como se derramaban para nosotras en nuestro interior. Les dejamos reposar un poco, y mientras la limusina seguía en marcha, Azu y yo, nos arrodillamos una enfrente de la otra. Dejamos deslizar nuestros dedos ella dentro de mí y yo dentro de su sexo. Ellos tenían que mirarnos y reponerse para poseer a la otra. Nosotras disfrutábamos de ser observadas, de ser admiradas y del placer que nos estábamos dando con nuestros dedos deslizándose una y otra vez, por nuestros respectivos clítoris. Gemíamos, nos derramábamos una en la mano de la otra, pero no parábamos. ¡Deseábamos más! Estaba claro de que no teníamos límite alguno. Las dos éramos diestras en el arte de la masturbación femenina. Sabíamos cuando acelerar, cuando apretar, cuando dar más fuerte, cuando juguetear, y aquello, nos hizo estar más de media hora larga, jadeando lujuriosamente una y otra vez, cada vez que encadenábamos un orgasmo tras otro, tras otro, tras otro, tras otro.

Los chicos se reestablecieron y nosotras, les facilitamos lo que deseábamos. Arrodilladas, nos tumbamos, reclinadas hacia delante, dejando nuestros traseros duros y firmes, para ser asaltados de forma lasciva. Ellos se pusieron detrás de nosotras, esta vez Pablo conmigo y Santi con Azu, y nos acometieron con sus sexos de un golpe. Las dos gritamos de goce a la vez. Luego, se recrearon haciendo sentir sus sexos entrar y salir muy lentamente de nuestros culos, para hacernos disfrutar plenamente de cada centímetro de su virilidad renacida. ¡Fue increíble! Llegaron unos azotes fortuitos y gozosos, mientras las embestidas, subían progresivamente tanto de fuerza, como de ritmo. El ritmo seguía acelerándose, y nosotras, no podíamos ni queríamos controlar nuestro placer. Gemíamos, jadeábamos, gritábamos, nos corríamos una y otra vez con ganas siempre de más. ¡Era impresionante! Ellos esparcieron su leche dentro de nosotras de nuevo y nos quedamos los cuatro, casi sin fuerzas, tumbados en el suelo de la limusina unos mezclados con los otros. Pasado el tiempo, pedimos que nos llevaran de nuevo a la fiesta y nos dimos los teléfonos con una nueva petición: la próxima vez donde podamos ser más de cuatro. Se miraron cómplicemente uno como otro, y sin pensarlo dijeron: “Sólo deseamos que ese día llegue muy pronto”.  

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