miércoles, 9 de julio de 2014

LA VIDA NO ES UN PAÑUELO





Hay momentos en los que uno debe de tomar las cosas de frente y hacer las preguntas más adecuadas para preguntarse que está pasando verdaderamente tras “algo” de lo que sólo conocemos una parte. Las hipótesis son suposiciones hechas a partir de unos datos que sirve de base para iniciar una investigación o una argumentación. De eso es de lo que hablaré hoy y de cómo la vida no es más que un cúmulo de casualidades.

En el año 2001, el 26 de octubre, perdí a una de las personas más importantes de mi vida: hermano mayor de mi madre, que a los 44 años de edad, tras un derrame cerebral, nos dejaba abandonados y solos. ¡Fue un duro golpe!

Mi tío era como un padre para mí. En su cartera siempre llevaba una foto de cuando yo era pequeña y me tenía mucho cariño (no sólo a mí, sino a todos sus sobrinos, amigos, ahijados,… ¡¡¡ERA UN GRAN HOMBRE!!! Tras su muerte, la plaza de donde él había vivido los últimos años, fue nombrada con su nombre en su memoria. ¡Así de especial era para todos!). En aquella época, mi tío, hizo todo lo posible para poder estar en nuestra boda (mi hermana se casaba en febrero y yo en junio de 2002). Por aquel entonces, tanto las fechas como por la distancia (vivía en un pueblecito de Marbella en Málaga) le obligó a sacrificar sus vacaciones en pos de poder disfrutar, tanto en febrero como en junio, de unos días para ver casarse a dos de sus sobrinas. ¡No llegó! Cinco meses antes de que se casara mi hermana y nueve antes de que me casara yo, nos abandonó para siempre un viernes amargo que recordaré toda mi vida.

Supongo que no hace falta que explique el dolor que alguien siente cuando recibe una llamada de este estilo. Tu mente se bloquea, tu corazón parece pararse por un instante, y no eres capaz de pensar (al menos si tenías un sentimiento especial por esa persona que se va sin previo aviso en una edad temprana). No estaba mi responsable en la empresa, y al ser viernes, yo cogí, llamé a mi novio, ahora mi esposo, y hicimos todos los preparativos para ir a dar el último adiós a mi tío teniendo que salir a medio día de la empresa (no regresé por la tarde).

Éramos personas sencillas y humildes (ahora también). El vehículo era el único medio de transporte del que disponíamos para poder llegar desde donde vivíamos (mas de mil kilómetros de distancia), hasta donde sería enterrado. Íbamos dos coches: mi cuñado y mis hermanas en un coche y yo en otro con mi pareja y mi prima. Si un viaje largo ya es un palo en coche, imaginad si como es para tener que asistir al entierro de alguien con el dolor y la pena que uno lleva encima cuando alguien se marcha. ¡Es horrible! Francamente una tortura que no se le desea ni al peor de tus enemigos.

Después del entierro, yo no tuve fuerzas de nada más. Cogí mis cosas y retrocedí a mi casa, en cuanto su cuerpo descansó en el cementerio. Ya no podía hacer nada más. Llegamos el domingo tarde. Me fui a la cama y al día siguiente, me fui a trabajar. Vestía de luto (lo hice por respeto durante cuatro meses). Todo el mundo me dio las condolencias por mi perdida. Todos menos uno, que en vez de darme el pésame, me recordó que yo no tenía derecho a abandonar mi puesto de trabajo por la muerte de un familiar de tercer grado de consanguinidad (que se equivocaba, pues por un familiar de tercer grado te dan un día de permiso). ¡Yo no pude replicar! Me pareció tan duro que alguien pudiera, delante de una persona afectada física y moralmente, retraerle una cosa así, era más que surrealista para mí. Yo sólo había faltado medio día y obviamente, mi causa era más que justificada. ¿Quién era esa persona sin escrúpulos ni corazón? El gerente de la empresa en la que yo trabajaba en 2001, el responsable que debería haber estado en su puesto aquel vienes o que debería haber tenido el móvil encendido para informarme de todo eso en vez de tirármelo a la cara, tres días más tarde (yo trabajaba de lunes a viernes por aquel entonces y llevaba tres años de reconocida de cumplimiento de mis labores en el trabajo. ¡Ni una queja por parte nunca de nadie! Es más, entre como auxiliar administrativa y por méritos propios, llegué a oficial de segunda en administración).

Ahora, un asunto no tan parecido pero sí con toques muy familiares para mí, luego os diré porque, me han hecho recordar aquella experiencia detestablemente dura de mi vida.

Ayer fue enterrado Alfredo di Stéfano, presidente de honor del Real Madrid y gran jugador de fútbol.

Alfredo Stéfano di Stéfano Laulhé, de 88 años de edad y nacido en Buenos Aires, era un exfutbolista y exentrenador argentino, nacionalizado español, y jugador histórico de los clubes River Plate, Millonarios y Real Madrid, siendo desde el año 2000 presidente de honor de este último.

En mayo de 2013, pese a que la Saeta Rubia, como era conocido Alfredo, siempre habría brillado por méritos propios, el anuncio de su enlace con su secretaria cincuenta años menor que él, hizo que ocupara momentáneamente, la prensa del corazón. Pese a que sus hijos estaban en contra, el justificaba su pronto encale porque estaba enamorado y llevaba ocho años viudo. Sus palabras textuales fueron: "Tengo 86 años, pero el corazón joven".

Tras el anuncio de su enlace, el diario El Mundo Deportivo, se hacía eco de unas horripilantes declaraciones por parte de la prometida de Alfredo. Gina González, afirmaba que denunciaba, públicamente, que este estaba 'secuestrado' por su familia, por sus hijos. "Su libertad está siendo arrebatada", aseguraba Gina González a través de un comunicado. "Alfredo necesita ayuda, no le dejan hablar por teléfono", asegura su joven prometida en este periódico de mayo de 2013.

En referencia al patrimonio que poseía (por lo que cualquier hijo pensaría que se produce un enlace con tanta diferencia de edad), en febrero de 2012 La Saeta Rubia decidió donar al Real Madrid, del cual era presidente honorífico, 659 objetos personales de incalculable valor para que fueran expuestos al público. Según las declaraciones que hizo Di Stéfano: "Tuve ofertas ajenas al Madrid para hacer un Museo con todos estos objetos, pero las rechacé y esperé a que volviese el actual presidente, Florentino Pérez, para donar a la entidad todos estos recuerdos".

En mayo de 2013, días antes del anuncio de su enlace, el Extraconfidencial.com publica el siguiente titular: Lucha por el patrimonio de Alfredo Di Stéfano: no posee ninguna propiedad en España y su única sociedad, ADS Awards, cerró el 2011 con un beneficio de tan sólo 62.295 euros (Según el Registro de la Propiedad nº 2 de Valencia "no aparecen titularidades vigentes a su favor en todo el territorio nacional").

Hay una frase de una película (recuerdo la frase pero no la película) que decía así: “Nos dan la independencia porque no tenemos nada de valor”. Quizás esa merma de libertades por parte de sus hijos contra su padre, no es por el temor que comenta un error, sino, simplemente, un acto de egoísmo supremo sobre un capital sin definir que obviamente desean para ellos tras su fallecimiento (ahora ya un hecho) sin oportunidad alguna de dejarle “ser feliz” como el deseaba serlo. Tras su muerte, todo llantos y, por otro lado, cierto alivio para algunas personas cercanas al circulo de Alfredo.

¿Recordáis lo que os conté antes? ¿Recordáis a aquel hombre cruel que os comentaba que había tenido a mal que hubiera ido a enterrar a mi tío? Bien, ahora una pregunta ¿Sabéis qué es Seis grados de separación? Se le llama “Seis grados de separación” a la hipótesis que intenta probar que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios (conectando a ambas personas con sólo seis enlaces), algo que se ve representado en la popular frase «el mundo es un pañuelo». La teoría fue inicialmente propuesta en 1930 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy en un cuento llamado Chains.

Aquel año en el que mi tío falleció, también conocí a una de las hijas de Alfredo di Stéfano. Era y es, la mujer, la esposa del gerente de la empresa en la que yo trabajaba cuando falleció mi tío. No diré el nombre de él. ¡Para qué! Ni tampoco cual de las hijas de Alfredo es. Pero según el refrán “Dime con quién andas, y te diré quién eres”. Es obvio que los hijos NUNCA buscan la felicidad de sus padre si hay dinero de por medio. Es más, ni siquiera buscan que viva medianamente bien. Si la mujer de treinta y seis años con la que quería casarse Alfredo, iba o no tras su dinero, sólo a él debería haberle importado. ¡¡¡ERA SU PATRIMONIO!!! No el de sus hijos. Ahora, que su reloj vital se detuvo, duele ver que poco amor recibió toda su vida de aquellos que llevaban su misma sangre.

MORALEJA: Enrique Jardiel Poncela, (1901-1952) escritor español, dijo: “Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre”.

Descansa en paz Alfredo que con lo que has vivido nada más que gloria te debe esperar allí en los cielos.

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