domingo, 6 de abril de 2014

ME ARDÍA LA PIEL (poema)


ME ARDÍA LA PIEL

 

Me ardía la piel y me arranqué la ropa.

Lo hice despacito, poco a poco,

lentamente frente a ti.

¡Anhelaba que ardieras con mi fuego!

Tus ojos no me perdían de vista,

deseaban poseerme con la mirada.

Sin embargo, tu pulso

no se aceleró lo más mínimo.

¡Parecías un cadáver sin sangre!

Un muñeco de nieve impávido sin latido.

 

Cayó mi falda, se precipitó mi blusa,

paulatinamente dejé caer

mi collar al suelo y nada.

¡Seguías muerto!

Nada, absolutamente nada,

se encendía en todo tu cuerpo.

‘¡Ojalá me deseara!

Aunque no me amara’

dije para mis adentros.

 

Mi sujetador sintió

 la fuerza de la gravedad.

Con mis mejillas prendidas

intenté tapar mis pechos.

¡Ahora sentía frío!

Tu quehacer lánguido

me había dejado helada.

 

Me agaché para

recoger mis ropas.

¡No me dejaste!

Corriste a mi lado

y te precipitaste

dramáticamente contra mí.

La sangre corría por todo

tu cuerpo cual presa

rebosada hasta el exceso.

¡Nada podía controlar tu furia!

¡Nada! Estaba condenada a morir,

mansamente embestida por tu rabia.

¡No me resistí! No buscaba ser eterna.

No conocía una forma mejor para morir.

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