viernes, 27 de septiembre de 2013

NO ME PIDAS SACRIFICIOS (poema)


 
NO ME PIDAS SACRIFICIOS

 

Lloré tanto.

Derramé demasiadas

lagrimas en vano.

¿Qué vale un amor

que pide como gran

sacrificio de una vida?

Yo no lo pensé,

ni nada me pregunté

y me entregué por entero.

Perdí la dignidad,

la familia, mi nombre,…

todo lo que poseía.

Luego, cuando ya nada importaba,

cuando el aislamiento y la soledad

eran mis únicos compañeros,

cuando daba igual si el día

despertaba ante mi o moría,

él, sencillamente, me partió la cara.

¡Así de simple!

Un golpe certero grabado a fuego.

¡Esa era su máxima!

 

Escapar no entraba

en mis proyectos

y menos en los suyos

(o para mi o para nadie,

esa era su adagio).

Si pretendía sobrevivir,

debía acatar las reglas

que se creaban con palos

contra mis espalda,

contra mi pecho,

contra mí directamente

y sin explicaciones.

 

Se me secaron mis ojos.

Mis labios se olvidaron sonreír

(ni siquiera ahora

recuerdan como hacerlo).

Mi cuerpo encallado,

ya no sentí ni los golpes.

Para el verdugo no fue suficiente.

Después de la carne vino el abuso,

la soberbia disciplina dictatorial del amo,

el anularme antes todos

para siempre se convirtió en su nuevo reto

(¿A esto le llamaba yo amor?).

 

Reclusa en una casa vivía yo.

Pasé muchas noches

esperando que volviera.

Pasé muchos días

lamentando que así fuera.

Una víctima del amor corrompido,

algo parecido a estar muerto en vida.

 

Mis ojos ya no sufren.

Mi alma ya no sufre.

¡Yo ya no sufro!

Aprendí sus costumbres,

crueles, dolorosas, reales.

Inventé un nuevo

nombre para sus golpes:

“caricias” los llamé yo.

 

Hoy me llenó el cuerpo

de “caricias” tan dulces,

que no pude levantarme

del suelo de tanto amor.

El juez llegó muy tarde.

Muerta de amor acabé yo.

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